Juan Gualberto López-Valdemoro y de Quesada

Juan Gualberto López-Valdemoro y de Quesada

letra R

Toma de Posesión

17 de Febrero de 1924

Fallecimiento

28 de Abril de 1935

Juan Gualberto López-Valdemoro y de Quesada

Académico de número

Málaga, 1855-Madrid, 1935

El 17 de febrero de 1924 ocupaba el sillón R de la Academia el bibliotecario Juan Gualberto López-Valdemoro, conde de las Navas, con el discurso titulado La conversación amena: «La conversación es un arte y un don natural, y no han de sentirse agraviadas las demás regiones españolas si me atrevo a mantener, arrimando el ascua a mi moraga, que es Andalucía la tierra en donde más y mejor se charla» (p. 13). Cipriano Muñoz y Manzano fue el académico encargado de darle la bienvenida a la institución.

Nacido en Málaga el 26 de septiembre de 1855, el conde de las Navas estudió Derecho en las universidades de Granada, Madrid y Sevilla, donde se licenció en 1876. Sin embargo, su verdadera vocación era la archivística, cuyo título obtendría en 1888. Aficionado a la literatura y a las tertulias madrileñas, coincidió con numerosos intelectuales de la época, como el poeta Zorrilla, Cánovas del Castillo o Menéndez Pelayo. Trabajó durante un breve periodo en el Ministerio de Gobernación y en el Cuerpo de Correos hasta que en 1880 el rey Alfonso XII le nombró mayordomo de semana de palacio, ocupación que compaginó con la publicación de artículos literarios en periódicos y revistas, en las que dio a conocer alguno de sus cuentos, su género literario predilecto. En 1888 obtuvo el título de archivero-bibliotecario y fue nombrado profesor auxiliar de la Escuela de Diplomática de Madrid; en 1898 obtuvo la plaza de catedrático de Archivonomía y en 1912 fue catedrático de Paleografía en la Universidad Central de Madrid, cargo que desempeñó hasta su jubilación en 1925.

Nombrado bibliotecario mayor de la Real Biblioteca en 1893, el conde de las Navas ocupó su plaza hasta la llegada de la República en 1931. En aquellos años modernizó la biblioteca de palacio: mejoró sus instalaciones, realizó numerosas adquisiciones y renovó el sistema de signaturas y la descripción de los libros. Bibliófilo empedernido, como su admirado Menéndez Pelayo, el conde de las Navas poseía una diversa y nutrida biblioteca particular y conocía de primera mano el arte de la encuadernación.

López-Valdemoro cultivó también la literatura, especialmente el cuento costumbrista de carácter ligero, jocoso e intrascendente: «Impregnadas del aroma de las tierras andaluzas particularmente […], sus obras expresan, con sano naturalismo, el alma popular y los aspectos vitales de la raza» (La conversación amena, 1924, p. 74). Escribió, entre otras narraciones breves, La docena del fraile (1886), La decena (1895) o De chicos y grandes (1914), así como algunas novelas: El Procurador Yerbabuena (1897), La pelusa (1903) o Chavala (1893).

Entre sus ensayos destacan El espectáculo más nacional (1899) —uno de los estudios más completos de la época sobre la fiesta de los toros—, el Catálogo de la Real Biblioteca (1910), Materiales para una bibliografía del agua en España (1910) o Diplomática española (1914).

Juan Gualberto López-Valdemoro y Quesada murió en Madrid el 28 de abril de 1935, nueve años después de haber ocupado su asiento en la RAE. El conde de las Navas, que siempre había soñado con sentarse en el estrado de la Academia, se lamentaba en su discurso de ingreso de hacerlo tan entrado ya en años: «Algo anubla mi alegría pensar que he subido a él apoyándome en dos bastones y cuando ya piso, tropezando o blandeándome, el cabo de las tormentas de los sesenta y cinco a los setenta años”, así lo llamó D. Santiago Ramón y Cajal, viejo e impedido de muy poco puedo serviros» (p. 4).

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