Manuel Machado

Manuel Machado

letra N

Toma de Posesión

19 de Febrero de 1938

Fallecimiento

19 de Enero de 1947

Manuel Machado

Académico de número

Sevilla, 1874-Madrid, 1947

El 19 de febrero de 1938, un año antes de la muerte de su hermano pequeño (el también poeta y académico Antonio Machado, quien no llegó a leer su discurso), tomaba posesión de su plaza en la RAE Manuel Machado. A su discurso, titulado Unos versos, un alma y una época, le respondió, en nombre de la corporación, el entonces director, José María Pemán, amigo del poeta. En él, Manuel Machado hace un recorrido autobiográfico completísimo por su vida y por su obra, desde sus primeros recuerdos y poemas hasta los últimos:

«La primera imagen mía que yo conservo en la memoria me representa de edad de año y medio o dos años en el patio de la casa de mis abuelos, en Sevilla, jugando con una preciosa—y mansísima—gata de Angora, que se refugia de mis caricias sobre una banqueta forrada de gutapercha negra, a la que apenas alcanzo con mis manecillas revoltosas» (Unos versos, un alma y una época, 1938, p. 21).

Manuel Machado nació en Sevilla el 29 de agosto de 1874 y se trasladó a Madrid en 1887 junto a toda su familia, incluido Antonio. Ambos hermanos, que compartían su pasión por el romancero y el teatro clásico español, estuvieron muy unidos en sus años juveniles y asistieron juntos a las tertulias literarias y a las distintas actividades culturales del Madrid de aquella época.

Los hermanos Machado pasaron también largas temporadas juntos en París. Manuel —que en 1899 trabajaba en París como traductor en la editorial Garnier— compartió piso con los escritores Gómez Carrillo, Rubén Darío y Amado Nervo y conoció, entre otros, a escritores como Pío Baroja, Laurent Tailhade, Georges Courteline o André Gide. Tuvo también un breve encuentro con Oscar Wilde. Sin embargo, fue el poeta simbolista griego Jean Moréas el que más cautivó al joven Machado. Su primera estancia parisina (de 1899 a 1900) fue fundamental para la labor poética de sus primeros años, de marcado acento simbolista.

Manuel Machado colaboró en distintas revistas literarias de principios de siglo, como Renacimiento, Juventud y Revista Ibérica. En 1925 fue nombrado director de Investigaciones Históricas del Ayuntamiento, Biblioteca y Museo Municipal de Madrid y escribió artículos eruditos, principalmente sobre Lope de Vega, en la Revista de la Biblioteca, Archivo y Museo, que él mismo fundó.

Su abundante producción poética se publicó a partir de Alma, en 1902. A Alma le siguieron otros poemarios de estilo modernista: sus Caprichos (1905), Rojo y negro (1906), Alma, Museo, Los cantares (1907), El mal poema (1909) y Cante hondo (1912). Tras su época modernista vinieron otros poemarios más maduros y depurados, como Ars moriendi (1921) y Phoenix (1936).

Además de componer un himno rural a la república española —que fue musicado por Óscar Esplá y estrenado en el Ateneo de Madrid en abril de 1931—, Manuel Machado publicó obras en prosa, como La guerra literaria (1914), y escribió piezas teatrales en colaboración con su hermano Antonio: Desdichas de la fortuna o Julianillo Valcárcel (1926), Juan de Mañara (1927), La Lola se va a los puertos (1929) y La duquesa de Benamejí (1932).

Manuel Machado murió en Madrid el 19 de enero de 1947, a los setenta y dos años. La noticia de su muerte llegó a la Academia a los postres de una de las comidas del director, José María Pemán. A su entierro asistieron, además de los amigos de Manuel Machado, ministros, directores generales, actores y actrices y demás público curioso.

Según cuenta el académico Alonso Zamora en su libro La Real Academia Española (1999), los periódicos de la época aprovecharon el boato de aquel entierro para ilustrar el hiriente contraste entre la capilla ardiente de Manuel y «la apesadumbrada y fría desnudez de otro entierro, el del hermano difunto, Antonio, también poeta, también académico, en un cementerio del sur francés en febrero de 1939, recién estrenado el exilio».

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“De los doce a los quince años —¡qué edad!— era yo ya poeta, versificador al menos, y encontraba una gran facilidad para la rima y el ritmo, sin tener que contar las sílabas con los dedos, como le ocurría a muchos de mis condiscípulos. ”

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