El 17 de junio de 1860 ocupaba el sillón R de la RAE el dramaturgo y político, Rodríguez Rubí, que leyó un discurso de ingreso dedicado a la Excelencia, importancia y estado presente del teatro: «Nuestro teatro, como el águila real, cansado de volar por las alturas, ha plegado sus alas y descendido hácia el centro común de gravedad, para tomar nuevo aliento, desplegarlas despues, remontarse y perderse entre las nubes» (p. 442). Su amigo, el académico Antonio Ferrrer del Río, fue el encargado de darle la bienvenida a la institución.

Nacido en Málaga el 21 de diciembre de 1817, Rodríguez Rubí comenzó interesándose por la poesía costumbrista andaluza, pero pronto viró hacia el teatro popular, que le llevaría a consagrarse como dramaturgo. Al inicio de su carrera como escritor, Rodríguez Rubí colaboró en los periódicos y revistas La Ortiga, El Clamor y el Seminario Pintoresco Español, donde publicó su colección de Poesías andaluzas (1841). Director del Teatro Español y vocal de la Junta de Teatros, el escritor coqueteó también con la política y ocupó, a lo largo de su carrera, importantes cargos públicos; fue diputado en varias ocasiones, director general de Beneficencia y Sanidad y director general de Correos y Establecimientos Penales. En el último gabinete de Isabel II fue elegido ministro de Ultramar y en 1868, tras la revolución que llevó a la reina al exilio, la acompañó a París y fue nombrado comisario regio en La Habana e intendente general de Hacienda en Filipinas. En 1877 fue nombrado senador vitalicio y vicepresidente del Consejo de Estado hasta su jubilación.

Sin embargo, Rodríguez Rubí es hoy conocido por su producción teatral y por su fama de ágil escritor de libretos. Cultivó dramas históricos, comedias costumbristas, zarzuelas, sainetes y piezas de género andaluz, donde llegó a cosechar importantes éxitos, algunos bajo el seudónimo Fray Tinieblas y Trino Fuentes. Escribió y llevó a escena, entre otras, las piezas teatrales El diablo cojuelo (1842), Honra y provecho (1843), La feria de Mairena (1843), Una onza a terno seco o La fortuna rodando (1846), ¡El gran filón! (1874), Fiarse del porvenir (1874), etc. En palabras del académico Alonso Zamora en su obra sobre la historia de la RAE, La Real Academia Española (1999), «el teatro de Rubí, hoy es, ante todo, un valor testimonial de costumbres y lengua popular» (p. 111).

Rodríguez Rubí, que en su discurso de ingreso en la RAE se definió como «hombre de acción más que de palabra; acostumbrado á traducir en hechos mis pobres ideas» (p. 442), murió en Madrid el 13 de agosto de 1890, treinta años después de haber ocupado su asiento en la Academia.

• La Real Academia Española, 1999, Alonso Zamora Vicente (p. 204).
• Excelencia, importancia y estado presente del teatro, 1860. Discurso de ingreso de Tomás Rodríguez Rubí en la RAE.
• Documentación digitalizada de Tomás Rodríguez Rubí en el archivo de la RAE.
• Tomás Rodríguez Rubí en el Diccionario biográfico de la Real Academia de la Historia.