Antonio Cánovas del Castillo

Retrato de Antonio Cánovas del Castillo por Bartolomé  Maura (Madrid, 1881-1886). © Biblioteca Nacional de España

letra c

Toma de Posesión

3 de Noviembre de 1867

Fallecimiento

8 de Agosto de 1897

Antonio Cánovas del Castillo

Académico de número

Málaga, 1828-Guipúzcoa, 1897

El día 3 de noviembre de 1867, el malagueño Antonio Cánovas del Castillo leyó su discurso de ingreso a la Academia: La libertad en las artes, y más señaladamente en el de la palabra. Le respondió, en nombre de la corporación, Juan Valera.

Cánovas, que nació el 8 de febrero de 1828, estudió Filosofía y Jurisprudencia en Madrid (1845). Pronto empezó a ser conocido por sus actividades literarias, principalmente por sus estudios históricos, que más tarde le valdrían su plaza como académico y director de la Real Academia de Historia hasta su muerte (1882-1897). Perteneció también a la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas (1881), a la de Bellas Artes de San Fernando (1882) y a la recién creada de Jurisprudencia y Legislación (1882), que también presidió. Fue, asimismo, presidente de la Real Sociedad Geográfica.

Además de su faceta de historiador, que nunca abandonaría, la verdadera vocación de Cánovas fue la política, a la que se dedicó activamente y en la que se embarcó pronto de la mano del general O’Donnell. Cánovas intervino en los años anteriores a la revolución de 1868 en la política de partidos. Tras la revolución y el fin de la monarquía borbónica, se encargó de preparar el caldo de cultivo para la restauración de la monarquía en la figura de un nuevo rey, Alfonso XII, hijo de Isabel II, que fue unánimemente secundada por los jefes del Ejército y por la población civil. A partir de entonces, se inició el gobierno largo de Cánovas, durante el cual se aprobó la Constitución de 1876, que restableció el principio de soberanía compartida entre el rey y las Cortes.

Configuró también el bipartidismo, una de las claves de su política, consistente en la alternancia pacífica de dos partidos en el poder y basada en una lealtad inquebrantable al trono y a la causa común, al margen de sus legí­timas diferencias políticas.

Cánovas formó su último Gobierno en 1895, durante la regencia de María Cristina. Se produjo entonces una nueva insurrección en las colonias y Cánovas aplicó todas sus energías en so­focar el alzamiento en Cuba; una vez entregaran las armas los insurrectos, el académico aseguró que se plantearía reformar la li­bertad autonómica de las Antillas.  

Pero su proyecto quedó truncado el 8 de agosto de 1897: mientras disfrutaba de un descanso en el balneario de Santa Águeda (Guipúzcoa), fue asesinado por el anarquista italiano Miguel Angiolillo.

Las palabras de su discurso de ingreso en la RAE aún resuenan en la Academia: «La poesía, aunque por el momento poco escuchada, tiene que ser quien conserve al cabo entre los hombres, con sus ideales creaciones, la semilla de los caracteres superiores, de que sin ella quizás despojaría al mundo el nivel ascendente de las naturalezas comunes».

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