Benito Pérez Galdós

Benito Pérez Galdós

letra N

Toma de Posesión

7 de Febrero de 1897

Fallecimiento

4 de Enero de 1920

Benito Pérez Galdós

Académico de número

Las Palmas de Gran Canaria, 1843-Madrid, 1920

Tras muchas intentonas y discusiones en el seno de la Academia —motivadas, principalmente, por razones ideológicas—, el novelista Benito Pérez Galdós es por fin elegido académico para ocupar la silla N en 1889. Sin embargo, no tomó posesión de su plaza hasta el 7 de febrero de 1897, ocho años después de su elección. Lo hizo con el breve discurso La sociedad presente como materia novelable, cuya respuesta, más extensa que el propio discurso, corrió a cargo de su principal defensor en la RAE, Marcelino Menéndez Pelayo, quien, a pesar de las diferencias con el escritor, reconoce abiertamente en su contestación: «Su amistad, como cimentada en roca viva, ha resistido a todos los videntes que pudieran contrariarla, y ni una sola nube la ha empañado hasta el presente».

El carácter tímido, observador y poco charlatán de Galdós, sumado al temor que sentía a hablar en público, propiciaron que su discurso de ingreso en la RAE «saliera de sus labios algo atropellado y borroso», según cuenta el escritor Gutiérrez Gamero en El ocaso de un siglo. Cuando era obligado a leer en público, «le acometían sudores de muerte», dice Gutiérrez.

Tanto Menéndez Pelayo como Juan Valera, ambos académicos, pelearon por que Galdós ocupara un sillón en la RAE; sin embargo, el muro conservador de la Academia era difícil de abatir. En 1865, en una carta dirigida a Varela, el propio Menéndez Pelayo se queja de que sus amigos de la Academia se habían empeñado en elegir para la plaza vacante a Eduardo Benot: «¿Por qué no elegir a Galdós —se pregunta Menéndez Pelayo— que trae consigo una verdadera popularidad literaria y méritos positivos de narrador?». Después de Benot vinieron otros: Castro Serrano, Cristino Martos y Commelerán, que obtuvo 4 votos más que Galdós (14-10).

Cuando Galdós (nacido el 10 de mayo de 1843) fue elegido como académico de la RAE en 1889, era ya autor de una notable y exitosa producción, con obras a sus espaldas como La Fontana de Oro (1870), La sombra (1871), El audaz (1871), Doña Perfecta (1876), Gloria (1877), La familia de León Roch (1878), Marianela (1878), El amigo Manso (1882), Tormento (1884), La de Bringas (1884) o Fortunata y Jacinta (1887). Por entonces, también estaba en marcha la publicación en tomos de los Episodios nacionales (iniciada en 1873 y mantenida hasta 1912).

Tras su elección, vinieron otras novelas —como La incógnita (1889), Torquemada en la hoguera (1889), Realidad (1889), Ángel Guerra (1891), Tristana (1892), Nazarín (1895) o Misericordia (1897)—; así como textos teatrales —La loca de la casa (1893), Electra (1901) y El abuelo (1904), entre otras—.

El profundo conocimiento del ser humano y de sus pasiones, así como la continua reflexión y disección de la sociedad española de su época, se convirtieron en la materia prima de su obra. Galdós puso en sus novelas al lector de entonces frente a un espejo y reprodujo, como nadie, la realidad social de su época.

Fruto de sus novelas —fieles retratos de la sociedad de su época— y de sus coqueteos con la política, la polémica siempre acompañó a Galdós, quien se granjeó un séquito de fieles admiradores y detractores. Estos últimos consiguieron evitar que el autor recibiera, en 1912, el Premio Nobel de Literatura, que tampoco le fue otorgado en 1915, ni lo sería nunca.

A los 76 años, el autor que tan de cerca y con tal tino había mirado y plasmado la realidad de su época moría, casi ciego, el 4 de enero de 1920. Lo hizo en Madrid, la ciudad por la que tantas veces había paseado y donde conoció, de primera mano, la fauna completa de la sociedad burguesa de su tiempo, desde los estudiantes hasta las prostitutas, comerciantes, ganaderos y políticos.

A su funeral, al que no había acudido ningún político, llegaron en masa sus lectores —quienes fueron, siempre, los protagonistas de sus novelas—. Se juntaron allí en tropel más de 30 000 personas, en su mayoría mujeres, y los dirigentes políticos, ante tal aplauso, se vieron obligados a sumarse improvisadamente al homenaje.

La obra de Galdós, hoy, sigue siendo tan celebrada como aquel día. En palabras del académico Félix de Azúa en el homenaje al centenario de Galdós que se celebró en la RAE en enero de 2020, «nosotros aún podemos enmendar la ceguera de los dirigentes de entonces en este su centenario».

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Galería de fotos

Esta imagen de Galdós, en 1897, una de las fotos de «El rostro de las letras».

“Imagen de la vida es la novela, y el arte de componerla estriba en reproducir los caracteres humanos, las pasiones, las debilidades, lo grande y lo pequeño, las almas y las fisionomías, todo lo espiritual y lo físico que nos constituye y nos rodea […]”

Benito Pérez Galdós

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