Julián Ribera y Tarragó

Imagen Julián Ribera y Tarragó

letra O

Toma de Posesión

26 de Mayo de 1912

Fallecimiento

2 de Mayo de 1934

Julián Ribera y Tarragó

Académico de número

Carcagente (Valencia), 1858-Puebla Larga (Valencia), 1934

El 26 de mayo de 1912 ocupaba su asiento en la RAE el arabista Julián Ribera con un discurso sobre El Cancionero de Abencuzmán, «un sistema poético que alumbra con luz muy viva una época oscura de la lírica medieval europea» (p. 2). Alejandro Pidal y Mon, entonces director de la Academia, dio la bienvenida «a un espíritu tan personal, tan espontáneo, tan sincero, tan original y tan libre […] como D. Julián Ribera, uno de los astros de mayor brillo y magnitud de esa veneranda escuela de insignes arabistas españoles» (p. 73).

Julián Ribera nació en Carcagente (Valencia) el 19 de febrero de 1858. Era el noveno hijo de una familia de cultivadores de naranjos «cuyo padre […] sabía La Eneida de memoria y formó empeño en que sus hijos tuvieran carreras especiales en vez de consagrarse al cultivo y laboreo de la tierra» (El Cancionero de Abencuzmán, p. 74). Ribera hizo suyo el empeño de su padre y consagró su vida a la educación y a la enseñanza.

El joven Ribera estudió Derecho en la Universidad de Valencia y Filosofía y Letras en la Universidad Central de Madrid en 1885. Su espíritu arabista estaba ya latente cuando, en 1882, comenzó a colaborar con Francisco Codera en la Bibliotheca Arábico-Hispana, un proyecto que reuniría las fuentes árabes más importantes para la reconstrucción de la historia de España. En 1887 obtuvo la Cátedra de Lengua Árabe de la Universidad de Zaragoza, en la que permaneció hasta 1904, año en que se trasladó a la Universidad de Madrid como catedrático de Historia Antigua y Media de España.

Encargado de adquirir manuscritos arábigos, Ribera viajó a Marruecos en 1894 y comprobó la brecha que existía entre el mundo árabe real y el que se estudiaba en el gabinete de arabismo. Aquel germen lo llevó a concebir, en 1902, un Centro de Arabistas que fuera capaz de formar y de dar a conocer el norte de África a aquellos que tuvieran que viajar al país: arabistas, diplomáticos, políticos, etc. Sin embargo, su proyecto nunca llegó a hacerse realidad.

En 1910 se creó el Centro de Estudios, en el que se integró la Escuela Libre de Arabistas —llamada así por Ribera—, de la que salieron, entre otros, los académicos arabistas Miguel Asín Palacios y Ángel González Palencia. Además de miembro de la Española, Ribera fue elegido académico de la Real Academia de la Historia en 1915. En aquellos años, tras ser nombrado catedrático de Árabe de la Universidad Central, se dedicó al estudio de la prehistoria del romance castellano y al conocimiento de la música árabe y de su influencia en la cristiana medieval y fue pionero en el estudio de la huella andalusí en la cultura hispana.

El original arabista y pensador fue autor de una copiosa bibliografía. Entre sus obras, esenciales para la historia del arabismo español, destacan La enseñanza entre los musulmanes españoles (1893); Bibliófilos y bibliotecas en la España musulmana (1896); Lo científico en la Historia (1906), o La superstición pedagógica (1910, 2 volúmenes). Ribera fue el primero en adentrarse en el estudio musical de las Cantigas de Alfonso X en su libro La música de las Cantigas (1922) e inició una serie de trabajos sobre música árabe que ocuparon el final de su vida. Al jubilarse, sus discípulos reunieron sus publicaciones en dos volúmenes titulados Disertaciones y opúsculos (1928), precedidos de una extensa introducción biográfica de Miguel Asín Palacios.

Ya jubilado, en el silencio de su tierra natal y rodeado por los naranjos de su infancia, Julián Ribera dedicó el final de su vida al estudio de la música andalusí. El arabista murió en Puebla Larga (Valencia) el 2 de mayo de 1934 acompañado, tal vez, por el alegre sonido de la cítara, el arpa y el laúd.

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