Leonardo Torres Quevedo

Retrato de Leonardo Torres Quevedo por Joaquín Sorolla, 1917. © Hispanic Society of America

letra N

Toma de Posesión

31 de Octubre de 1920

Fallecimiento

18 de Diciembre de 1936

Leonardo Torres Quevedo

Académico de número

Santa Cruz de Iguña (Cantabria), 1852-Madrid, 1936

El ingeniero e inventor cántabro, que sucedió en la silla N a Galdós, tomó posesión de su plaza de académico el 31 de octubre de 1920 con el discurso titulado El proyecto de la Unión Internacional Hispanoamericana de Bibliografía y Tecnología Científicas. Le respondió, en nombre de la corporación, José Rodríguez Carracido: «Nuestra corporación, tan injustamente tachada de arcaica, vislumbra las futuras exigencias de sus tareas lingüísticas y acata la mudanza de los tiempos y sustituye a Galdós […] por Torres Quevedo, el inventor de maravillosos artificios, honra y prez de la ciencia española, sin pedirle testimonio de sus aptitudes para el cultivo de las bellas letras».

Nacido en Santa Cruz de Iguña (Cantabria) el 28 de diciembre de 1852, Torres Quevedo ingresa en la Escuela Oficial del Cuerpo de Ingenieros de Caminos de Madrid en 1870, cuyos estudios termina en 1876. Comienza a trabajar entonces en asuntos ferroviarios, pero pronto marcha de viaje por Europa y se recluye, de nuevo, en su natal valle de Iguña hasta 1889. Aislado en la montaña, como un eremita, Torres Quevedo inventa el transbordador: «un vehículo que surca los aires, suspendido de cables, entre dos puntos elevados del terreno». Realiza las primeras pruebas en 1887 en el valle de Iguña y lo patenta, después, en Francia, Suiza, Inglaterra y Estados Unidos. Su primer transbordador, apto para el transporte público de personas, fue el del monte Ulía, en San Sebastián, en 1907. Después, en 1916, su hijo Gonzalo construiría, siguiendo el modelo de su padre, el transbordador de las cataratas del Niágara (Canadá), aún en funcionamiento.

Tras su aislamiento en el valle de Iguña, se traslada a Madrid en 1899 y se entrega al estudio de las máquinas de calcular, cuyos avances envía a la Academia de Ciencias de Madrid (1893) y a la de París (1895, 1990). En 1901 ingresa en la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales con un discurso sobre el objeto de su estudio aquellos años, las máquinas algébricas, con el que cierra esa etapa de máquinas analógicas. 

Inicia entonces, en 1902, su investigación en el terreno de la aeronáutica centrada en los dirigibles. Ya existían, entonces, dos tipos básicos de dirigibles: el rígido, de Ferdinand von Zeppelin, y el flexible, de Albert Santos Dumont y del general Meusnier. Torres Quevedo centra su preocupación en el problema de la estabilidad e introduce una viga en el armazón del interior del globo. En 1905, la Casa Astra de París se interesa por el modelo y compra la patente para todo el mundo, salvo para España. El primer dirigible Astra-Torres se construyó en 1911, con 8000 metros cúbicos de capacidad; más adelante, se superó la velocidad de 80 kilómetros por hora y, en 1914, se construyó el Astra XV, con una velocidad próxima a los 100 kilómetros por hora. Los dirigibles de Torres Quevedo fueron utilizados con éxito por el ejército francés e inglés durante la Primera Guerra Mundial.

Entusiasmado y ensimismado en sus creaciones, el tocayo del también inventor Leonardo da Vinci, publica, en 1914, sus Ensayos sobre automática, en los que estudia las posibilidades prácticas de aplicación de los automatismos. Fruto de ese trabajo fue la creación de las máquinas autómatas Telekino —su primer autómata (concebido, en principio, con la finalidad de dirigir desde tierra el vuelo de los dirigibles evitando el pilotaje humano para garantizar la seguridad de las personas) y que se considera, hoy, el primer aparato de radiodirección (o teledirección) del mundo— y el Ajedrecista  —una máquina de tipo electromecánico, la primera en su género, que juega al ajedrez contra un humano—. Torres Quevedo construyó dos ajedrecistas, uno en 1912 y otro en 1920, que pueden verse, junto con uno de los prototipos del Telekino, en el Museo Torres Quevedo (ubicado en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de la Universidad Politécnica de Madrid).

En 1920 ocupa su silla en la RAE y su discurso de ingreso sienta las bases del Diccionario tecnológico de la lengua española y de los sucesivos vocabularios científicos del diccionario de la RAE. La finalidad de Torres Quevedo y de la Unión Internacional Hispano Americana de Bibliografía y Tecnología Científica era la de «depurar, perfeccionar, unificar y enriquecer» el lenguaje técnico español.

Sus escritos, dispersos por revistas científicas, pueden encontrarse en la obra que le dedicó el Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos en 1978, con su nombre como título, y que fue el catálogo de una exposición conmemorativa. El propio Leonardo intentó divulgar sus inventos en la obra, hoy digitalizada por la Biblioteca Nacional, Mis inventos y otras páginas de vulgarización, 1917.

Su obra y sus inventos, reconocidos desde sus orígenes en Francia, le valieron el nombramiento de académico asociado extranjero de la Academia de Ciencias de París, académico honorario de la Société de Physique et d’Histoire Naturelle, de Génève, doctor honoris causa por la Universidad de París y comendador de la Legión de Honor francesa.

Torres Quevedo murió a los ochenta y cuatro años, el 18 de diciembre de 1936; «murió silenciosamente, casi a escondidas, en el Madrid tumultuoso y entristecido del asedio, durante la guerra civil» (Alonso Zamora Vicente, La Real Academia Española, 1999, p. 183).

El inventor, que en su discurso de ingreso a la RAE dijo «os habéis equivocado al elegirme; no poseo aquel mínimo de cultura exigible a un académico. Yo seré siempre un extraño en vuestra sociedad sabia y erudita», cautivó a la gente y a los científicos con sus conocidos inventos, que sobrevuelan, aún, las caudalosas cataratas del Niágara. La Academia no se equivocó al elegirlo.

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Galería de fotos

Dirigible Astra-Torres de Torres Quevedo (1911).

Transbordador de las Cataratas del Niágara, Torres Quevedo.

Transbordador del monte Ulía (San Sebastián, 1907)

El ajedrecista, segundo prototipo de Torres Quevedo (1920).

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