Manuel José Quintana

Manuel José Quintana (foto: Wikipedia)

letra J

Toma de Posesión

1 de Marzo de 1814

Fallecimiento

11 de Marzo de 1857

Manuel José Quintana

Académico de número

Madrid, 11 de abril de 1772–Madrid, 11 de marzo de 1857

Elegido miembro supernumerario en la Real Academia Española en febrero de 1814, ingresó como numerario un mes después para ocupar la silla J, en sustitución del duque de la Roca. Lo hizo con un discurso sobre su recorrido personal de la guerra titulado «Riesgos y abusos a que está expuesta la lengua castellana en la activa y nueva carrera que se le presenta delante».

Sobre su estancia en la Academia cabe resaltar que fue «interinamente secretario de la corporación, por enfermedad de Juan Antonio González, aunque parece que la relación con la corporación se estropeó algo en los últimos años de su vida: habría querido ser secretario, pero la Academia eligió a Juan Nicasio Gallego (antes lo fue, por un corto tiempo, Martínez de la Rosa). Quizá este enfado es la causa de que Quintana legase a la Academia de la Historia, con la que no tenía relación alguna, la corona que le puso en las sienes Isabel II. A la Academia Española legó el libro de Holland sobre Lope de Vega», según nos cuenta Alonso Zamora Vicente en La Real Academia Española (p. 168).

Ministro, senador, filólogo, periodista y poeta, Manuel José Quintana nació el 11 de abril de 1772 en una familia honrada y distinguida que vivió siempre con suma modestia, y hasta con estrecheces en sus últimos años. Recibió una cuidadosa educación en una escuela de la corte, donde aprendió las primeras letras. Más tarde marchó a Córdoba, donde estudió latín y, en el seminario conciliar de Salamanca, se formó en filosofía y retórica. Asimismo, se graduó en derecho canónico y civil en la conocida universidad de esta última ciudad. Entre sus maestros, estuvieron Meléndez Valdés, Estala y Jovellanos.

Se dio a conocer muy pronto en el mundo literario; con tan solo dieciséis años, aparecieron sus primeras Poesías, dedicadas al conde de Floridablanca. Exquisito aunador de la literatura y el liberalismo político, Quintana no solo se acercó a la poesía, destacó también en la crítica, la biografía y la dramaturgia. Eso sí, en todas sus obras dejó estampada su reacia personalidad.

Por 1795 ejercía como abogado en la capital española. El 24 de diciembre fue nombrado fiscal de la Junta de Comercio y Moneda y, en 1800, se casó con María Antonia Florencia. Dos años después, en 1802, publicó Poesías con gran éxito. Además, durante esta época el escritor sintió gran interés por los enciclopedistas y filósofos franceses, en especial Montesquieu, Rousseau, Voltaire, Diderot, D’Alembert y Marmontel.

En marzo de 1806, al estallido de la guerra de la Independencia, fue nombrado censor de teatros de la corte, pero con la llegada de los franceses, en diciembre de 1808, Quintana abandonó la ciudad madrileña. Se traslada a Sevilla, donde el 11 de enero de 1809 fue nombrado oficial mayor de la Secretaria General y, en 1810, secretario de la Interpretación de Lenguas durante el Primer Consejo de Regencia y luego de la Cámara y Real Estampilla desde el 9 de abril hasta el 14 de julio de 1811. Asimismo, formó parte de la Junta Central y figuró en las Cortes de Cádiz.

El estudio de la obra y vida de Quintana demuestra que hay que adelantar la llegada del Romanticismo a España. Este primer Romanticismo se muestra en Quintana en poemas como Ariadna (1795) o Al mar (1798). Lo mismo ocurre con su sentimiento de patriotismo, que es, con casi toda seguridad, lo que mejor define y explica la poesía y la prosa de nuestro escritor, que, sin duda, fue un hombre comprometido con la revolución liberal progresista del país, pues abandonó la temática amorosa para ofrecer su vida y su pluma en un intento de hacer un país moderno y democrático.

Con la vuelta de Fernando VII, Quintana sufrió grandes represalias: seis años encerrado en la ciudadela de Pamplona, sometido a rigurosas limitaciones. De todo ello dan constancia los libros Defensa de las Poesías ante el Tribunal de la Inquisición y la Memoria sobre el proceso y prisión de Manuel José Quintana en 1814, que se pueden encontrar en las Obras inéditas de Manuel José Quintana (Madrid, Medina y Navarro, 1872, con prólogo de Manuel Cañete).

Su mujer murió en 1820, apenas liberado su marido de la ciudadela de Pamplona el 11 de marzo. No tuvo hijos. Este mismo año, con el movimiento constitucional de Riego, le fueron devueltos sus honores y cargos (que eran muchos: Dirección General de Estudios, Junta Suprema de Censura, Junta Protectora de la Libertad de Imprenta, etc.). Asimismo, entre 1820 y 1823 fue secretario de Interpretación de Lenguas.

En 1823, con el regreso del absolutismo, sufrió un destierro de cinco años, hasta septiembre de 1828, en Cabeza del Buey (Badajoz). Allí escribió sus famosas Cartas a Lord Holland.

Nuevamente en la capital, recuperó sus cargos y honores en 1833 y, con el Estatuto y la muerte de Fernando VII, se ocupó de la dirección de Estudios, es decir, fue el encargado de la Instrucción Pública. Entre otros puestos de relevancia, destaca el haber sido prócer del reino (1834), ministro del Consejo Real (1835) e instructor de Isabel II y de la infanta María Luisa (entre 1840 y 1843). Asimismo, fue senador vitalicio y presidente, en 1850, de la comisión encargada de corregir los escritos extranjeros sobre la guerra de la Independencia.

Tras la revolución de 1854, muchos fueron los que consideraron coronar a Quintana como padre de dichas ideas revolucionarias, pues parece que nuestro autor se encontraba en una situación económica apurada. Nunca aceptó. El 13 de septiembre del mismo año se representó su tragedia Pelayo y el 14 los jóvenes progresistas de La Iberia publicaron un artículo sobre él, que sugería la coronación. Finalmente, en las Cortes de 1855 fue coronado poeta por la reina Isabel II, hecho inédito en nuestra historia literaria. Dos años después, el 11 de marzo de 1857, el prestigioso autor, estimado y admirado universalmente, fallecía.

La obra de Quintana, copiosa y de diversos alcances, llenó la primera mitad del siglo xix. Embarcado por completo en la lucha antifrancesa, publicó y dirigió periódicos dedicados a ella, como Semanario Patriótico, en Madrid primero, luego en Sevilla y Cádiz. De hecho, para los luchadores angustiados de Cádiz, Quintana era un poeta cívico (preocupado por los problemas de la trascendencia social) y el brillante autor de Odas. En esa misma corriente están sus poemas A la intervención de la imprenta (1800), A la expedición española para propagar la vacuna en América (1806), A la defensa de Buenos Aires por Linares (1807), Al Panteón del Escorial, A Juan de Padilla, etc. Sobre sus odas, las más logradas son las que Quintana escribe en la lucha contra el invasor: Al armamento de las provincias españolas contra los franceses, A España después de la revolución de marzo, Al combate de Trafalgar...

Pero el aliento de Quintana, como ya se ha mencionado anteriormente, no se redujo solo a la poesía; fue, además, un excelente prosista. Aparte de sus escritos con motivos concretos, como la Vida de Cervantes, para una edición del Quijote, o Historia literaria de Meléndez Valdés, destacan de su prosa las Vidas de españoles célebres en 3 volúmenes (1807, 1830, 1832). En el campo escénico destacó con Reglas del drama (1791), El duque de Viseo (1801) y El Pelayo (1819), entre otras.

Entre sus obras publicadas, en vida o póstumas, destacan Obras completas (1852); Obras inéditas (1872); Obras completas (1897-1898, 3 vols.); Selección poética (1978), y Memoria del Cádiz de las Cortes (1996) —que contiene la Memoria sobre el proceso y prisión de Manuel José Quintana en 1814, que hasta ahora solo podía leerse en la edición de Obras inéditas, antes citada—.

Leer biografía completa Ocultar biografía
cerrar

Buscador general de la RAE