Valentín Gómez

Imagen Valentín Gómez

letra f

Toma de Posesión

9 de Junio de 1907

Fallecimiento

27 de Noviembre de 1907

Valentín Gómez

Académico de número

Pedrola (Zaragoza), 1843-Madrid, 1907

El periodista, escritor y político zaragozano Valentín Gómez tomó posesión de su plaza de académico el 9 de junio de 1907 con un discurso sobre Lo trágico: «Somos los hijos del dolor. Lo absorbemos en el pecho de nuestras madres; nos sigue, de cerca ó de lejos, en el camino de nuestra existencia» (p. 15).

Respondió a su discurso el entonces director de la Academia, Alejandro Pidal y Mon, que se refirió al escritor como «el ilustre soldado de las letras» (p. 39).

Valentín Gómez nació en Pedrola (Zaragoza) el 29 de octubre de 1843. Estudió Filosofía y Letras en Zaragoza y Derecho en Madrid y pronto manifestó su vocación política. Fundó varias publicaciones afines al carlismo, como La Reconquista El Cuartel Real, que lo llevaron al destierro. A su vuelta colaboró como periodista político y católico combativo en los periódicos y revistas más tradicionalistas, El Pensamiento Español, La Ilustración Católica, El Universo, La Lectura Dominical, La Fe, La Constancia Altar y Trono. Pero Valentín Gómez no solo escribía sobre política, sino que ejerció también como político y en 1871 fue elegido diputado a Cortes por Calatayud y por Daroca en representación de las fuerzas más conservadoras; fue también gobernador civil de Almería, Burgos y La Coruña hasta su muerte en 1907.

Más allá de su actividad periodística y política, Valentín Gómez se volcó también en la literatura; lo hizo, principalmente, como dramaturgo, pero escribió también ensayos y novelas, como El señor de Calcena (1890). Como dramaturgo escribió, entre otras, La dama del rey (1877), Un alma de hielo (1881), El celoso de sí mismo (1882), El desheredado (1884)El soldado de San Marcial (1885), La ley de la fuerza (1886) o El miércoles de ceniza (1899).

Agustín Gómez —el ilustre soldado de las letras— murió en Madrid el 27 de noviembre de 1907 a los setenta y cuatro años. Lo hizo cinco meses después de haber ocupado su sillón en la RAE y de leer en su discurso de ingreso —Lo trágico— la siguiente reflexión, que sirve como colofón de su intensa vida: «La comedia del hombre tiene siempre un desenlace trágico» (p. 15).

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