Antonio Ferrer del Río

Antonio Ferrer del Río (1814-1872). © Real Academia Española.

letra Q

Toma de Posesión

29 de Mayo de 1853

Fallecimiento

22 de Agosto de 1872

Cargo

Bibliotecario

Antonio Ferrer del Río

Académico de número

Madrid, 1814-El Molar (Madrid), 1872

El 29 de mayo de 1853 ocupaba su sillón en la RAE el escritor y periodista Antonio Ferrer del Río con el discurso titulado La oratoria sagrada española en el siglo XVIII. Su amigo, el académico Juan Eugenio Hartzenbusch, fue el encargado de darle la bienvenida a la docta casa.

Nacido en Madrid en 1814, la mala salud de Antonio Ferrer del Río hizo que recibiera una educación poco convencional, centrada en el estudio de lenguas modernas y clásicas y de las matemáticas. Fue también alumno y discípulo del poeta y académico Alberto Lista, y  del criptógrafo Francisco de Paula Martí Mora, de quien aprendió taquigrafía. De joven se trasladó a La Habana, donde colaboró con la prensa cubana, y a su regreso a España fue nombrado bibliotecario del Ministerio de Instrucción Pública, Comercio y Obras Públicas. Fruto de su experiencia como periodista en Cuba, Ferrer del Río comenzó su carrera en la prensa española, en la que destacó como «periodista de pluma ágil y de calidades estéticas» (La Real Academia Española, 1999, p. 196). Trabajó como articulista en La América, donde colaboraron distintos escritores liberales, así como en la Revista Española de Ambos Mundos y en El Heraldo. Entre 1843 y 1845 dirigió la revista romántica El Laberinto y la Revista de España, de la que fue también fundador.

Además de su labor periodística, la producción literaria y ensayística de Ferrer del Río fue muy extensa y variada. Como historiador, en 1851 fue premiado por la Real Academia Española por la obra Examen histórico-crítico del reinado de Pedro de Castilla, y escribió los ensayos históricos Decadencia de España: historia del levantamiento de los Comuneros de Castilla (1850), Historia del reinado de Carlos X en España (1856), Introducción a los anales del reinado de Isabel II, cuya edición costeó la propia reina, etc. También tradujo importantes trabajos de historia, entre otros,  los treinta y ocho volúmenes de la Historia universal de César Cantú, la Historia del Consulado y del Imperio francés de Thiers, o la Cronología universal de Dreyss.

Cultivó también el teatro –La senda de espinas (1859) y Francisco Pizarro (1860)­­–, la novela ­–De patria a patria (1861)– y la poesía, con poemas y odas de corte neoclásico dedicados, entre otros, al general Castaños y a su maestro, el poeta Alberto Lista. Fue autor de numerosas biografías de ilustres escritores como Ercilla, Espinel, o el padre Sigüenza, y ofreció datos y anécdotas personales de sus contemporáneos Quintana, Larra, Mesonero Romanos, Espronceda, Zorrilla o Martínez de la Rosa en su Galería de la literatura española (1846).  

En la RAE ocupó el cargo de bibliotecario durante cinco años, desde 1867 hasta muerte, en 1872. Además, escribió el elogio de Eusebio María del Valle, redactó la biografía y la necrológica de Gil y Zárate, dio respuesta a los discursos de ingreso de Antonio García Gutiérrez, Isaac Núñez de Arenas y Tomás Rodríguez Rubí, y leyó la necrológica de su amigo Manuel José Quintana.

El periodista y prolijo autor Antonio Ferrer del Río murió en El Molar (Madrid) el 22 de agosto de 1872, tras diecinueve años en el sillón Q de la RAE. Del Río fue muy conocido en los medios madrileños por su corpulencia, sobre la que escribió, con sorna y en verso, el académico Manuel del Palacio en el libro sobre personalidades de la época Cabezas y calabazas (1880, p. 70):

«En tertulias y cafés

se habla de él con interés,

y, pese a algún adversario,

es un hombre extraordinario,

tanto... que abulta por tres».

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