Miguel Mihura Santos (electo, 1976)

Imagen Miguel Mihura Santos (electo, 1976)

letra K

Elección

16 de Diciembre de 1976

Fallecimiento

28 de Octubre de 1977

Miguel Mihura Santos (electo, 1976)

Académico de número

Madrid, 1905-1977

Un año después de ser elegido, murió Miguel Mihura sin llegar a pronunciar su discurso de ingreso en la RAE. En palabras del académico Alonso Zamora, «la muerte nos privó de su gracia excepcional, de su encanto para elaborar, poéticamente, situaciones absurdas, disparatadas» (Real Academia Española, 1999, p. 166).

Nacido el 21 de julio de 1905, le corría, ya de niño, el teatro por las venas; hijo del popular actor cómico y empresario, Miguel Mihura Álvarez, Miguel hijo no solo heredó el nombre de su padre, sino también el talento. En lugar de estudiar una carrera universitaria, Miguel Mihura optó por formarse en dibujo, música e idiomas, y trabajó para su padre como gerente en la contaduría del Teatro Rey Alfonso, puesto en el que tuvo la oportunidad de viajar y de conocer, más de cerca aún, el mundo del teatro. Como dijo el propio Mihura, «a trancas y barrancas terminé el bachillerato […]. A los ocho días de terminarlo, ya no me acordaba de nada […]. No recordaba ni un río, ni una montaña, ni un rey godo, ni una raíz cuadrada, ni un mamífero, ni un monolito. Nada, no recordaba nada» (La otra generación del 27, 1983, p. 53).

En 1925 murió su padre y Miguel —en contra de lo que cualquiera pudiera esperar de un duelo— comenzó a colaborar en publicaciones humorísticas, escribiendo y dibujando. Lo hizo en Muchas GraciasBuen Humor, y, entre 1927 y 1933, en Gutiérrez, revista fundada por el dibujante Ricardo García López, K-Hito. Por entonces Mihura, junto con los humoristas Enrique Jardiel Poncela, José López Rubio, Edgar Neville y Antonio de Lara (Tono)constituyeron lo que López Rubio llamó, en su discurso de ingreso en la RAE en 1983, La otra generación del 27: un nuevo plantel de escritores que siguieron a Ramón Gómez de la Serna y que tomaron el camino de un nuevo humorismo.

Mientras sus colegas recorrían Hollywood, una dolencia ósea obligó a Mihura a permanecer en Madrid entre 1930 y 1933. Fue entonces cuando escribió, en 1932, una de sus obras maestras, Tres sombreros de copa. Sin embargo, la obra no llegó a estrenarse en aquel momento; en exceso innovadora, Tres sombreros de copa tuvo que esperar veinte años a ser desempolvada. Representada en 1952, aquella obra olvidada durante veinte años obtuvo, en 1953, el Premio Nacional de Teatro.

En aquellos años treinta, al igual que sus compañeros, Mihura colaboró, entre adaptaciones, guiones y diálogos, en casi cincuenta producciones cinematográficas.

Al estallar la guerra civil española, Mihura se trasladó a San Sebastián, donde dirigió, hasta mayo de 1939, la revista La Ametralladora, en la que se dedicaba, en palabras de su amigo López Rubio, «a llevar la risa a aquellos que podían morir en cualquier momento, a veces sin tiempo para despojarse de la carcajada» (La otra generación del 27, 1983, p. 58).

En 1941, Mihura fundó La Codorniz. Revista de Humor, dirigida a aquellas «nuevas generaciones vueltas de la tristeza». La revista, en la que colaboraron sus amigos Tono, Enrique Herreros y Edgar Neville, supuso toda una revolución y consiguió llevar humor y luz a los hogares de la posguerra española. En 1944, Mihura vendió la revista a Álvaro de Laiglesia y, tras una estancia en Tánger, retomó de nuevo su faceta de dramaturgo.

Estrenó, entonces, la comedia El caso de la mujer asesinadita (1946), junto con Álvaro de Laiglesia, y, tras el estreno de la olvidada Tres sombreros de copa en 1952, escribió otras comedias para que fueran representadas por los mejores actores y actrices teatrales de la época: para Isabel Garcés escribió ¡Sublime decisión! (1955), La canasta (1955), Carlota (1957) y Melocotón en almíbar (1958); para Fernando Fernán Gómez, El caso del señor vestido de violeta (1954); para Alberto Closas, Mi adorado Juan (1956), y para Maritza Caballero escribió Maribel y la extraña familia (1959). En 1952 colaboró también en el guion y en los diálogos de la hilarante y lúcida película Bienvenido, Mr. Marshall, de Luis García Berlanga.

Pero un buen día, en 1968, a Miguel Mihura se le cayó la pluma y llevó, desde entonces, una vida retirada. El cómico, dramaturgo y dibujante murió en Madrid el 28 de octubre de 1977, un año después de haber sido elegido académico.

A Mihura, cuyo teatro estuvo siempre lleno de mujeres —él mismo dijo: «Mi teatro soy yo y una mujer enfrente»—, le sucedió, en la silla K,  la primera mujer académica en la historia de la RAE, la poeta Carmen Conde, quien no dudó en recordar al humorista en su discurso de ingreso: «Imagino su sonrisa acompañándome al sillón que la muerte no le dejó ocupar, y en el que desde hoy empiezan a estar las escritoras de nuestros años, tan conflictivos y henchidos de esperanzas renovadoras» (Poesía ante el tiempo y la inmortalidad, 1979, p. 9).

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“El humor es un capricho, un lujo, una pluma de perdiz que se pone en la cinta del sombrero”

Miguel Mihura Santos (electo, 1976)

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