Antonio Ranz Romanillos

Detalle del retrato de Antonio Ranz Romanillos por Francisco Ruiz Morales, 1915 (n. º. Inv.: 203). © Real Academia de la Historia

letra E

Toma de Posesión

1 de Enero de 1802

Fallecimiento

30 de Diciembre de 1830

Antonio Ranz Romanillos

Académico de número

Barcones, Soria, 13 de junio de 1759–Madrid, 30 de diciembre de 1830

Ingresó como académico honorario de la Real Academia Española en 1794. En 1802 ascendió a miembro supernumerario y, el mismo año, fue nombrado académico de número para ocupar la silla E en la misma sesión en que se nombra director a Pedro de Silva y en sustitución de la figura egregia de Pedro Rodríguez de Campomanes, fallecido en 1802. Ese mismo año, intervino en una edición del Quijote que no llegó a publicarse.

El ilustre helenista, jurisconsulto, político e intelectual Antonio Ranz Romanillos nació el 13 de junio de 1759 en el seno de una familia acomodada y de cierto linaje. Comenzó sus estudios, en una época de reformas y nuevos planes universitarios (1772), con el Bachillerato de Artes en el Colegio de San Antonio Portaceli de Sigüenza (1775). Al finalizarlo, marcha a Zaragoza, donde estudia el Bachiller en Leyes (1778) y en Cánones (1780), además de la licenciatura y el doctorado en Cánones en la Universidad de Zaragoza (1780).

Con sus estudios de bachiller ya finalizados, comenzó su carrera laboral como profesor docente en la Universidad de Zaragoza (1778-1800), al mismo tiempo que terminaba de preparar su licenciatura y doctorado y ejercía la abogacía. Asimismo, opositó a sendas canonjías en Osama (1781), Zaragoza, (1782) y la plaza de bibliotecario primero en los Reales Estudios de Madrid (1788). Finalmente, fue nombrado ministro del crimen y oidor de la Audiencia Real de Aragón (1790-1800). En estas fechas, empieza su actividad como traductor con el poema de Luis Racine La Religión (1786) y las Oraciones y cartas de Isócrates (1789).

Perteneciente a la primera gran promoción de intelectuales que llegan a la RAE (Berguizas, Martínez Marina, José A. Conde), a los treinta y cinco años ya era miembro de diversas academias: la Real Academia de Nobles Artes de San Fernando, donde fue nombrado académico honorario (1788) y, posteriormente, en 1821, pasaría a ser consiliario; la Real Academia de Historia como correspondiente en 1792, donde presentó su traducción de Isócrates para conseguir la plaza de supernumerario (1802) y, finalmente, fue nombrado numerario con su «Prólogo» a la edición de las Siete Partidas del Rey Sabio (1807-1808); la Real Academia de San Luis de Zaragoza como académico de honor (1796), y la Academia de Nobles Artes de Córdoba, también como honorario (1817).

Desde su profesión de jurista vivió los más destacados sucesos de los reinos de Carlos III y Carlos IV. En 1800 se le designa como oficial noveno de la Primera Secretaría de Estado y del Despacho y se avecinda en Madrid, donde, además, contrajo matrimonio con Josefa del Castillo Falcón (1807), ya viuda de un alcalde de casa y corte (con una de las hijas del matrimonio se casará José del Castillo Ayensa, quien sucederá a Romanillos en su silla).

Ya en los años de la invasión, tras su ingreso en la Orden de Carlos III (1808), Romanillos figura en puestos muy visibles: asistió a la Junta de Bayona (1808), de la que fue segundo secretario; se contaba entre los encargados de discutir la Constitución de Bayona, y firmó la proclama que se dirigió a los españoles aconsejando conformarse con la nueva dinastía. Fue el tercer firmante de esa Constitución (detrás de José I y de Mariano Luis de Urquijo).

Fue nombrado por José I Bonaparte miembro del Consejo de Estado y Hacienda, pero, a la marcha de este, Romanillos permanece en la corte, en la que su fama de afrancesado le acarrea represalias. Hubo incluso petición formal, en la Academia de la Historia, en pro de su eliminación, propuesta por Capmany en agosto de 1808 (tanto de Romanillos como de González Arnao). Se le prohibió asistir a las juntas, decisión que duró hasta marzo de 1811. Mientras tanto, en la Real Academia Española, quizá temeroso o pesaroso, aún le encontramos en la sesión del 19 de mayo de 1808, estando muy recientes los sucesos de Madrid: no volvió hasta febrero de 1814. Sufrió, asimismo, el embargo de sus bienes, por desertor de las filas bonapartistas, y vivió calladamente en Esquivias (Toledo).

Entre finales de 1808 y principios de 1809, se reparte entre el acoso y la exaltación. En 1809 es enviado por la Junta Central a cumplir una misión en Londres. En su vuelta a España, se establece en Sevilla, donde forma parte de la Junta de Legislación, previa a la Constitución de Cádiz. Durante su estancia en la capital andaluza escribe un primer memorial al Deseado (aún el prisionero de Valençay) solicitando su rehabilitación (1809). Ya en 1810, dispuso una red de comunicaciones, contando incluso con los territorios ocupados por el ejército francés y, en 1812, es nombrado ministro de Hacienda del Gabinete de García de León y Pizarro. Días después de su nombramiento, renuncia, por incompatibilidad de cargos, al ser nombrado consejero de Estado (1812-1814).

Ya con su vuelta a Madrid (1813), Fernando VII le concede una plaza en el Consejo de Hacienda, sin obligación de asistencia (1814). Durante esta época, Romanillos «vio la entrada de los liberales en la Academia, entrada casi tumultuosa, en 1814: González Carvajal, Vargas Ponce, Quintana, Tapia, Martínez de la Rosa. Pero también vio la eliminación, caprichosa y fulminante, de Ramón de Cabrera y, sobre todo, vio, vivió, la patética sesión del 10 de noviembre de ese 1814, en que el duque de San Carlos ejerció a su modo y a sus anchas la represión absolutista», según afirma Alonso Zamora Vicente en La Real Academia Española.

Sin embargo, Romanillos aún conoció el destierro, prisión o reclusión en su propio domicilio, como consecuencia de su pasado político. Se instala en Córdoba (1817-1819), donde trató al duque de Rivas, Vargas Ponce o Manuel María de Arjona. Regresó en 1820, con el reconocimiento de Riego, al Consejo de Estado (1820-1823) y vuelve, asimismo, a sus actividades como académico de Historia, de Bellas Artes y de la Lengua publicando el primer tomo de su famosa traducción de las Vidas paralelas de Plutarco (1821). En 1822, fue director de la Academia de la Historia, allí donde se había exigido su expulsión. En 1825 cesó en la dirección de la Academia de Historia, donde le sucedió Fernández de Navarrete.

Llegó a Cádiz, nuevamente, delante de las tropas de Angulema, en 1823. Vivió algún tiempo en Lebrija, posiblemente en casa de su yerno, el también helenista José del Castillo y Ayensa. En 1830 regresa nuevamente a Madrid, donde continúa su vida académica hasta una semana antes de su muerte, acaecida el 30 de diciembre de 1830 en su domicilio de la calle de las Fuentes. Con todo ello, destaca la figura de Ranz Romanillos en una doble vertiente, la política y la intelectual. En la primera, el helenista es un liberal, hijo del despotismo ilustrado del siglo xviii y «pecador» afrancesado envuelto, aun a pesar suyo, en los conflictos de los primeros años del siglo xix. En cambio, con su faceta de intelectual consiguió gran notoriedad, especialmente por su actividad académica y como traductor.

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