Joaquín Lorenzo Villanueva

Retrato de Joaquín Lorenzo Villanueva Astengo (1757-1837) en el Semanario Pintoresco Español, 3 de diciembre de 1848, p. 3. © Biblioteca Nacional de España

letra X

Toma de Posesión

13 de Diciembre de 1796

Fallecimiento

26 de Marzo de 1837

Cargo

Bibliotecario

Joaquín Lorenzo Villanueva

Académico de número

Játiva (Valencia), 1757-Dublín (Irlanda), 1837

El 13 de diciembre de 1796 era elegido académico el religioso, político y escritor Joaquín Lorenzo Villanueva, que había sido admitido por la RAE el 23 de julio de 1793 como miembro honorario y el 19 de septiembre de ese mismo año como supernumerario.

Nacido en Játiva (Valencia) el 10 de agosto de 1757 en el seno de una familia tradicionalmente dedicada a las letras y a la política y vinculada con el clero, Villanueva se graduó en Artes en la Universidad de Valencia en 1772 y en 1776 obtuvo el doctorado en Teología. Una vez doctorado, fue catedrático de Filosofía en el Seminario de Orihuela en 1777 y profesor de Teología en el seminario de San Carlos (Salamanca), en 1781. Además de a la enseñanza, Villanueva dedicó su vida a la iglesia, a la política y a la escritura. Tras ordenarse sacerdote en marzo de 1782, fue nombrado predicador real y calificador del Santo Oficio de 1783 a 1808, año en que se marchó de Madrid tras los sucesos del 2 de mayo y el nombramiento como monarca de José I Bonaparte:

«Ya relucían los sables y las corazas enemigas alrededor de Madrid —dice Villanueva— cuando salí yo a pie y sin auxilio, camino de Toledo, abandonando mi casa y mi librería, por no verme en el caso de sucumbir a la fuerza extranjera» (Vida literaria, 1825, pp. 168-169).

Villanueva llegó finalmente a Sevilla, donde fue nombrado canónigo de Cuenca (1810) y se volcó en la vida política, primero como diputado por Valencia (1810, 1813 y de 1820 a 1821), y después como ministro plenipotenciario ante la Santa Sede en 1822, aunque el papa rechazó su candidatura. Partidario del absolutismo fernandino, poco a poco fue cediendo ante el espíritu liberalista, lo que supuso que fuera penalizado por el monarca, quien —tal y como cuenta el propio académico en su obra Vida literaria— se negó a oír una misa celebrada por Villanueva en un viaje a Valencia en 1814. Encarcelado y exiliado durante un tiempo y rechazado por la Santa Sede como embajador en 1822, la restauración del absolutismo en 1823 provocó su exilio definitivo. De Gibraltar se trasladó a Tánger y de allí a Dublín y a Londres, donde se instaló y vivió de la subvención que recibió del Gobierno británico, de algunas traducciones, de una pequeña pensión de la Real Academia Española y de los fondos recaudados por un comité de ayuda a los exiliados, en el que participó activamente.

En el exilio, su polémica actividad literaria se convirtió en su principal ocupación. A lo largo de su vida, además de su labor como traductor, publicó numerosos libros sobre asuntos religiosos, políticos y autobiográficos, entre otros Oficio de la Semana Santa (1784), Las angélicas fuentes o el tomista en las Cortes (1811-1813), Mi despedida de la Curia Romana (1823), Ocios de españoles emigrados (1824-1827), etc. Figuró en innumerables polémicas político-religiosas y publicó, desde el exilio, libros sobre cuestiones eclesiásticas inglesas y otros asuntos, dando fe de su vida casi a diario. Su autobiografía, Vida literaria de don Joaquín Lorenzo Villanueva, escrita por él mismo (Londres, 2 volúmenes, 1825), aporta una valiosísima información sobre su vida y sobre los asuntos políticos y religiosos de aquellos agitados años.

Además de a la RAE —de la que fue bibliotecario tras la renuncia del primer bibliotecario de la institución, Juan Crisóstomo Ramírez—, Villanueva perteneció a la Real Academia de la Historia desde 1804.

En la RAE fue elegido bibliotecario el 10 de noviembre de 1808, aunque nunca llegó a ocupar su cargo, en el que permaneció solo nominalmente hasta que fue sustituido por Fernández de Navarrete el 23 de enero de 1817.

En palabras del académico Alonso Zamora, Villanueva apenas pisó la RAE; sus asuntos y sus fugaces pasos por Madrid lo mantuvieron alejado de la Academia y estaba «siempre a salto de mata, caídas, destierros, prisiones y tareas extrañas en la política o en la Iglesia» (La Real Academia Española, p. 229). Sin embargo, a pesar de su escasa presencia en la vida académica, «no dejó de cobrar sus gajes».

Tras una intensa vida, Joaquín Lorenzo Villanueva murió exiliado en Dublín el 26 de marzo de 1837. Sus alborotadores y polémicos huesos descansan, desde entonces, en el cementerio dublinés de Glasnevin.

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