José María de Pereda

José María de Pereda

letra k

Toma de Posesión

21 de Febrero de 1897

Fallecimiento

1 de Marzo de 1906

José María de Pereda

Académico de número

Polanco (Cantabria), 1833-Santander, 1906

El costumbrista y novelista cántabro ocupó el sillón k de la RAE el 21 de febrero de 1897 tras la lectura de La novela regional, su discurso de ingreso. Le respondió su gran amigo y novelista Benito Pérez Galdós, que había ingresado en la Academia tan solo quince días antes y que habló de la gran amistad que los unía a pesar de sus diferencias:

«Nuestras conversaciones terminaban a menudo con disputas, cuya viveza no traspasó jamás los límites de la cordialidad. No pocas veces, llevado yo de mi natural conciliador, cedía en mis opiniones. Pereda no cedía nunca. Es irreductible, homogéneo, y de una consistencia que excluye toda disgregación».

En su discurso de ingreso, José María de Pereda definió la novela regional como «aquella cuyo asunto se desenvuelve en una comarca o lugar que tiene vida, caracteres y color propios y distintivos, los cuales entran en la obra como parte principalísima de ella» y criticó a los lectores y escritores modernistas, a los que tachó de «tétricos y melenudos». Al igual que Pereda no sintió ningún interés por el modernismo, tampoco los modernistas lo sintieron por Pereda, y la obra del santanderino pasó inadvertida para algunas de las generaciones literarias de finales y principios de siglo.

Fue el de Pereda un realismo regionalista, con la montaña y el mar de Cantabria de fondo. La mayoría de sus obras, de desenlace moralizador, modulan un lenguaje popular y detallan con precisión el paisaje y las escenas costumbristas de Cantabria.

José María de Pereda, que nació el 6 de febrero de 1833 en Polanco (Cantabria) y estudió Filosofía en la capital cántabra, se trasladó a Madrid en 1852 con el afán de ser astillero y preparar el ingreso en la Academia de Artillería de Segovia. En las tertulias de la capital se codeó con distintos autores y escribió La fortuna de un sombrero (1854), una comedia que nunca fue publicada ni representada.

Pereda volvió pronto a su tierra, donde comenzó su carrera literaria. Publicó entonces diversos artículos costumbristas y locales en el periódico La Abeja Montañesa y fundó, en 1858, el periódico local de Santander El Tío Cayetano, donde publicó reseñas de teatro y artículos de costumbres. Esos y otros artículos fueron recopilados en 1864 en la obra que dio a conocer su nombre, Escenas montañesas. Colección de bosquejos de costumbres tomados del natural. A partir de entonces comenzó a publicar sus estampas costumbristas en otros periódicos, como El Museo Universal de Madrid. Partidario del carlismo, al que se vinculó oficialmente en 1870 como vocal de la Junta Provincial Católico-Monárquica de Santander, colaboró en tres números del periódico local La Monarquía Tradicional.

Publicó su primera novela en 1878, El buey suelto, a la que siguieron Don Gonzalo González de la Gonzalera (1879) De tal palo, tal astilla (1880). Ya encasillado como novelista, en 1881 publicó su novela Esbozos y rasguños y en 1882 El sabor de la tierruca, prologada por Galdós, con paisajes inspirados en su pueblo natal, Polanco. En 1883 publicó Pedro Sánchez, donde Pereda relata su vida en Madrid y describe a muchos de los escritores de la época; la novela recibió las alabanzas de autores como Menéndez Pelayo, Emilia Pardo Bazán, Galdós y Clarín.  

Sotileza, que Pereda publicó en 1885 y que Menéndez Pelayo calificó de «epopeya marítima», es una de las novelas donde más se evidencia el realismo regionalista del autor; en ella, Pereda habla de su tierra y de su niñez. Después vinieron otras: La Montálvez (1888), La puchera (1889), Nubes de estío Al primer vuelo (1891), Peñas arriba (1894) —sobre la alta montaña de Cantabria— y Pachín González (1896).

El escritor cántabro, que dejó inconclusa la novela Hero y Leandro, murió en Santander el 28 de febrero de 1906. Después de su muerte, fueron muchos los autores que siguieron su estela y dieron vida a la tan querida novela regional de Pereda, repleta de paisajes, «color propio» y escenas costumbristas.

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