Diccionario histórico de la lengua española

[...] . & judgara entre / las nasçiones & corregira a muchos / pueblos & quebrantaran sus espadas / para guadañas & sus lanças / para podaderas [...].

E así nuevamente vos serán dados a ti e a los tuyos foces e guadañas con que seguedes e cortedes las espinas e cardos que en lo alto e en lo baxo serán nascidas, e querrán dar spuma de sí.

[...] e dize mas de la malandança de los malos, que bien asy como los espinos non los toman los omnes con las manos, mas que quien en ellos toca finchese de fierro, conuiene saber, que los corta con guadaña o foçe o sus semejantes instrumentos de fierro [...].

■ Ferrand López de Saldaña, / si por vos algo se mengua, / reguardatvos de mi lengua, / que taja más que guadaña.

Guadañas u hoces, agudas y enastadas para cortar las jarcias, media docena.

Los que tuvieren las hoces o guadañas enastadas tendrán cuidado de cortar los obenques y la jarcia de la contraria, principalmente las hustagas y amantillos y las relingas y amuras [...].

[...] no ay quién dezirlo pueda, que assí dexauan el campo poblado de infinitos cuerpos muertos como los segadores en la bla nda yerua con las largas y cortadoras guadañas; toda la gente se començó a esparzir no auiendo quién les ossase tener campo [...].

El amor y la guadaña quieren fuerça y quieren maña.

Y, en el mes de junio siguiente, se pinta con una guadaña en la mano; porque, con el calor del Sol, están ya en él sazonados los fenos y hiervas y es menester segarlo.

■ E así como lo pensó, lo puso por obra; y clavado muy bien este artificio a manera de guadaña, al cabo del palo hizo atar una buena cuerda, gruesa e luenga.

puesto entre árboles donde esgrimir la pudiesse, fazia de ellos lo que del feno la guadaña; si en llano la jugaba, el viento que traya, ya que no alcanzasse á caballero ó caballo, con seys passos le derribaba

[...] , y a sus perros tan ayrados contra Rosián, no sabiendo determinarse qué sería, conuocando todas las majadas de los vezinos pastores, llamándolo el gran diablo, van en seguimiento de Rosián, muchos dellos con hondas y otros con guadañas y con las armas que más a mano tenían [...].

[...] no hallaron cómo significar esto mejor que con decir que las espadas se habían de convertir en arados y las lanzas en guadañas o hoces, que son instrumentos de labradores que pacíficamente labran y cultivan sus heredades

[...] todas las estrías y follajes dorados, de cuyo frontispicio de alabastro cándido pendían unos trofeos mezclados entre diversas frutas, espigas y hojas de diferentes árboles, de mil instrumentos rústicos, azadones, segures, carros; camellas, yugos, estevas, trillos, bieldos, aguijadas, podaderas, escardillas, guadañas, dentales, hoces, arados, máscaras de castrar colmenas, tarros de coger leche y prensas de exprimir la quebrantada casca

[...] encima de la cornija cuatro pirámides y sobre la cornija la campana y sobre la campana un cimborrillo con ocho pilarejos abiertos y dentro dellos un hombrecillo, esmaltado de colores, con una guadaña en la mano, que sirve de volante [...].

■ Varia fortuna que fuiste / de mis designios tutora, / origen de mis engaños: / si de mis tristes memorias, / que prometes largos siglos, / y das términos por horas, / hinchada vela de viento / que prosperidad denota, [...]. / Aspid dañoso cruel, / que los ánimos encona, / monstruo horrible y espantoso / promovedor de coronas, / guadaña de agudos filos, / que lo más florido corta, / amparadora de Julio, / de Pompeyo aduladora, [...]. /

Dejan las aves con la noche el vuelo, / el campo el buey, la senda el peregrino, / la hoz el trigo, la guadaña el lino: / que al fin descansa cuanto cubre el cielo /

[...] los que venían, traían dos sombreros y mucho paño enrollado, de manera que imaginé si acaso iban a la Isla de los Sombreros y allí los segaban con aquellas guadañas.

/ El Duque de Antiochia por mil partes / Manchando el manto candido del Temple, / Las Cruzes de los rotos estandartes / Quiere, que en el, el Barbaro contemple: / Llegaron Cefisoro, y Polidartes, / Para que el braço belicoso temple, / Mas cayeron los dos en la campaña, / Como el heno al passar de la guadaña.

Picones. 3668

Zapas. 5561

Guadañas para cortar yerba. 150

Hozes pequeñas. 700

Ayunques. 8

Sois el cinamo de fragante y fina / especie oculto en aspereza tanta, / que ni guadaña al tronco se avecina / ni falta un ramo de la fértil planta /

Aquí le toca al pretendiente actiuo, / el traerle a su moça aunque Gallega, / jumento de dos pies, cherrión viuo, / a quien la ropa entrega, / hidalgo de solar, que en la Montaña / siempre exerció guadaña, / y agora que en no vsalla degenera, [...]. /

Llegamos hasta Xerez / sin que la ardiente guadaña / oluidase vna hoja verde / que al moro diese esperanza. / Viendo Abenuc, rey soberuio, / toda la tierra abrasada / y que a los moros que encuentran / los cautiuan o los matan, [...]. /

[...] quan grande fué Polufemo de que por baculo traia un grande pino, de que, entrando en la mar, no le llagavan las olas á los pechos, de que un gran peñasco le servia de puerta de su cueva, de que sé peinava los cabellos con un rrastro, ó vieldo, i hazia la barva con una guadaña.

■ Todas las aguas de Amor / passan por mi cernadero, / y yo hago mis coladas / con ceniza de sarmientos; / con mi dentosa guadaña, / de vn golpe pondré en el suelo / la yedra consumidora / abraçada con su fresno. /

Quien ató el nudo que rompió una guadaña, ¿no podía desatar los lazos que dio un cordel? Sí, dice Crisólogo; pero como se trataba de mostrar la deidad de Cristo, importó que se viesen ambas cosas, omnipotencia y flaqueza; resurrección y mortaja; jurisdicción y cordeles.

Canta ORFEO y sale AQUERONTE con guadaña ORFEOHola, barquero importuno / de las olas del Leteo.

La guadaña y el orinal saqué de mi padre, las muelas de mi tío, las redomas de mi boticario, y a este paso los demás con que adorno el escudo de mis armas.

■ El riguroso Setiembre / soy yo, que las ferias pido, / antuvión del más valiente, / guadaña del más amigo.

■ / Pretendientes de vizconde, / con abuelos de guadañas, / a puros antepasados, / no hay hueso que no le partan.

Sale Saturno con una estrella por diadema, o en forma que mexor se pueda poner y una oz en la mano a modo de guadaña.

Y que aunque se haya echado la guadaña al heno, dentro de cinco dias vuelve á crecer un codo de alto.

Y en el convento de San Francisco, contiguo a el de San Jerónimo, hay un esqueleto o figura de la Muerte, con una guadaña en la mano, que aun tocándola se duda si es natural, y tiene una mortaja a el hombro, que también engaña!

[...] el Viejo, que todavía tiene garras, enarboló la (Dios nos libre) guadaña, y le dixo: Quixotillo de las Deidades, Estrella de mala muerte, ¿no reparas que estoy enseñado a tragar niños? ¿cómo no temes mi furia, y miras que por disposición del Alto Dios estoy en superior lugar que tú?

■ Deben también ser largos los diptongos, y por esta razón serán largas las primeras sílabas en ruego, llueve, quiero, juego, grieta, guadaña, etc.

Era cosa que asombraba al misionero ver la destreza con que conducían los indios la canoa por medio de tantos estorbos y malezas, cortando con agilidad y ligereza los árboles atravesados con sus hachas, las ramas con sus machetes y las varitas más delgadas con los dientes tan tiesos, agudos y tajantes que todo lo llevaban como si fueran guadañas.

Esqueleto de muger con dos alas muy deformes, que tiene en su mano izquierda una guadaña, y en la derecha la tapa de una vecina urna de cenizas.

¿Cuántas veces, / Con furor obstinada en tu rüina, / Tiró al fin la Fortuna su guadaña, / Y clamó con espanto: «Tu escarneces, / ¡Oh gran ciudad! mi potestad divina / Y yo cedo admirando tanta hazaña»? / Vencer así la diosa tus furores [...]. /

■ La ley es como la hoz o guadaña, que no la detiene esta ni la otra espiga, sino que corta o arrasa la verde como la seca, y la enferma como la sana; [...].

[...] y de allí pasamos al gabinete de Anatomía comparada, donde entre otras rarezas y curiosidades se nos ofreció á la vista un esqueleto á caballo con una gran guadaña en la mano

Nerva, cuando tus hazañas / te lleven al Ministerio, / me imagino un cementerio / lleno de hoces y guadañas; / y exclamo: "Este megaterio / sea ligero a las Españas".

Dijo, y echando atrás su larga capa negra, mostró un brazo armado de otra especie de azadón (que más parecía una hoz o guadaña) y se puso en guardia enfrente de Gil Gil.

Esta consistía en jeroglíficos de todas clases, tales como un círculo, que significaba el sol; el pájaro, la ligereza; el cocodrilo, una cosa funesta; el ojo, la vigilancia; la mano, la actividad; un cetro con un ojo abierto, el monarca; el perro, la fidelidad, la paloma, la inocencia; el gallo, la vigilancia; la balanza, la justicia; una rama de olivo, la paz; dos espadas cruzadas, la guerra; un esqueleto con una guadaña, [...].

Por arriba y por abajo, a izquierda y derecha, cantidad de antorchas, urnas, murciélagos, ánforas, búhos, coronas de siemprevivas, aladas clepsidras, guadañas, palmas, anguilas enroscadas y otros emblemas del morir y del vivir eterno.

/ ¡Oh, cuánta estéril hazaña! / ¡Cuántos tajos y reveses! / Así bajo la guadaña / del segador caen las mieses.

¡Nada! Flux y bombín, bastón de cayada llevado a la inglesa, o lo que es lo mismo, cogiéndolo no por un puño sino invertido por cerca de la contera a modo de guadaña y como quien va de siega y de paseo.

[...] se diría que una guadaña hubiera segado todas las cabezas prominentes, sin dejar una sola que se elevara un palmo del suelo. Asistimos a una zarabanda de pigmeos, a un desfile de marmitones, a una pululación de Ventrales microscópicos.

A la puerta había dos jóvenes, una vestida de blanco y la otra de negro. La de blanco tenía la cara fresca y sonriente; la otra, triste y taciturna. Aquella llevaba en la mano una manzana; ésta esgrimía una guadaña.

/ Marusiña, marusiña, / la del refaixu amarellu, / si te topo en un camiñu / non t'ha de valer "¡non queiru!" / — Ay!, alá, en aquella montaña / sejan el trijo con una gadaña.

El uno, ansioso de segar mucho, empezó a cortar sin cuidarse de afilar la guadaña, y al poco rato, mellada y embotado el filo, derribaba la * yerba *, mas sin cortarla.

Sobre la yerba verdeoro, en que la luz decae y se enfría, verde que no ha igualado la guadaña, oro que el sol complica, nuestras sombras de amor se alargan, en pura esmeralda, hasta un naciente malva, rosa y gris de ramajes y nubes confundidos, que parece la retirada del invierno.

Don Panchito tomaba una navaja, un bisturí, una cuchilla, una espada, un hacha, una hoz, una guadaña, cualquier instrumento, en fin, capaz de cortar, de hendir alguna cosa, y ya se le tenía abstraído para rato, y por más ocupado que estuviese, probando y reprobando aquel filo en el cutis de sus dedos [...].

Naturalmente en esta dura tarea de cortar la yerba con guadaña yo no podía prestarles grandes servicios porque cuantas veces intenté hacer uso de aquel instrumento otras tantas clavé la punta en el suelo sin cortar una mala yerba.

A mi lado empuñaba una sombra la guadaña y principió a esgrimirla en el viento, sobre mi cabeza.

¿Dónde se ha visto que se maten tigres con guadaña?

En la selva de su pensamiento, donde se preparaba para dar un nuevo salto, sonó el disparo, y a poco, sin un quejido, encontróse el cuerpo del tigre [...].

Por el mundo pasaban días hostiles, adversos, en los cuales el cielo tenía un color de filo de guadaña.

El número de instrumentos de recolección manejados a brazo no es grande. Entre ellos figuran en nuestro país la hoz, especialmente empleada para siega de cereales y de leguminosas de secano; la guadaña, principalmente para siega de pastos o hierba verde, etc.

P. Fabro / No faltó / ni gavilla a la guadaña, / ni guadaña al segador.

/ Con Rodolfo Gaona, / Sánchez Mejías / se adornaba la muerte / de alegorías: / México, España, / su sangre por los ruedos / y una guadaña.

■ Guiando un tribunal de tiburones, / como con dos guadañas eclipsadas, / con dos cejas tiznadas y cortadas / de tiznar y cortar los corazones, / en el mío has entrado, y en él pones / una red de raíces irritadas, / que avariciosamente acaparadas / tiene en su territorio sus pasiones.

[...] y segadores rojos, que digan tus cantares / al ritmo de las hoces, la mies y las guadañas, / y mineros terrosos, que besen tus entrañas, / y marineros grises, que salten por tus mares, / y mujeres, que sepan conservar tu caudal / de fe devocional... [...]. /

Son el martillo, y la lima, / y el escoplo, y el formón, / y la llana, y el buril, / y el pico, y el torcedor, / y el taladro, y la barrena, / y el hacha, y el azadón, / y el arado, y el rastrillo, / y la garlopa, y la hoz, / y la guadaña, y el bieldo, / y el mazo cincelador / convertidos en fusiles / porque la guerra obligó [...]. /

Las guadañas rozan / el musgo y lo alivian / de su peso inútil. / Levante trajina, / encaja los cargadores, / dispara las carabinas [...]. /

Cuando el ensayo con todo de El segador, Rosario gritó dirigiéndose a mí, que estaba sentado en las butacas:

— ¿No cree usted, Azorín, que esto de segurno lo van a entender?

— ¡Diga usted guadaña, Rosario! —contesté yo.

Lucha con el zorro, avisa la presencia de ladrones en el maizal, y cuando la Muerte pasa de camino para alguna choza y lo quiere ahuyentar con el mango de su guadaña —porque sus calcañares sin carne temen los colmillos de los perros—, aúlla largamente para que conozcan su vecindad.

A la izquierda, entrada a la cocina, y en primer término la gran chimenea de leña ornada en lejas y vasares * con lozas campesinas y el rebrillo rojo y ocre de los cobres. Apoyada en la pared del fondo, una guadaña. Rústicos muebles de nogal y un viejo reloj de pared.

La siega debe practicarse con la guadaña o máquinas guadañadoras, y sólo se empleará la hoz para las plantas secas y de tallos resistentes, y todo el mérito estriba en la siega, en que la hierba se corte a ras de tierra lo más posible y la superficie de la hierba segada quede lo más lisa y uniforme [...].

"El hacha de abordaje", "la segadora mecánica", "la guadaña" y otras "herramientas de perforación subterránea", deben usarse para el fin que fueron creadas.

Adornan también los montañeses más que los vascos el recipiente en que guardan la piedra de afilar la guadaña, así como aquel en que ordeñan las vacas, que en Cabuérniga llaman jermoso .

En un extremo de la plaza, los campesinos examinan con cuidado, en los puestos en donde se venden, el acero de las hoces y de las guadañas.

«¿Segaremos algún día prado propio con guadañas propias, Alción? ¿Tendremos en propiedad alguna tierra más que los siete palmos de sepultura en el rincón del camposanto?»

En Asturias, los voluntarios del «pueblo» que no tenían arma blanca se apoderaban de las guadañas de la siega; en el frente de Huesca, los «falangistas» que andaban escasos de armas automáticas repiqueteaban con picardía en las cacerolas y platos simulando el ruido de las ametralladoras.

■ En una ocasión fue recibida con un silencio que se hubiera podido cortar con guadaña; pero una noche, después de un vasito de hesperidina, tía condescendió a insinuar que si se caía de espaldas no podría volver a levantarse.

■ En las ramas del árbol ya crecido, las hojas son largas y estrechas, ligeramente curvadas, a manera de guadaña, puntiagudas y de bordes enteros, lampiñas, endurecidas y coriáceas, sostenidas por un rabillo de 1,5 a 2,5 cm., y con la lámina colocada verticalmente; [...].

Para el recorte del césped pueden usarse dichas tijeras y máquinas, así como hoces y guadañas.

Cierto que otras veces también ocurrían peleas graves que sacaban sangre, especialmente en las clases de trabajos manuales y agricultura, pues para hacer nuestras labores teníamos que llevar navajas, formones, serruchos, escoplos, machetes, guadañas.

A primeros de abril —si se puede— se "echan las caceras", es decir, que se riega el prado a manta con bastante detenimiento —lo de que la hierba de regadío es peor, constituye un insigne camelo perdurable—, y cuando llega a la sazón de las plantas, se siegan a mano (con guadaña) o a máquina (con guadañadora).

Los tres peones defendidos por el rey de Alberto, sitiaban al infantado de la caballería, mientras la suya más ligera y mejor herrada, se colaba en las defensas enemigas, pero respaldada en casillas oblicuas por la reina [...]. y el alfil, que parecía dirigir el incesante ataque de los tres peones, que había reemplazado el azadón y la guadaña por dagas [...].

Pero esa espada...¿por qué no la guadaña? Ésta siega mejor, así ilusiones como pastizales.

[...] el petimetre que, ante el espejo, ve su imagen trocada en la de un mono, la maja que, en igual situación, contempla una serpiente enredada a una guadaña; el militar trocado en gato enfurecido, de enhiestos bigotes, etc.

Julio siega el trigo con hoz por lo general, excepto en Notre Dame de París, donde tiene una magnífica representación en un rústico que afila su imponente guadaña.

El acompasado martilleo sobre la guadaña, llegaba de un baserri próximo, entre la monótona melodía de una invisible orquesta de grillos.

En el jardín, descansaban, desperdigados, rastrillos, azadones, almocafres, layas, guadañas, tijeras de podar.

■ Chorros de llamas verdes en los ojos. Arborescentes llamas rojas en las lenguas. Crecían tocando techos y paredes. Sus garras se estiraban henchidas de guadañas. Las fantásticas criaturas no cesaban de moverse amenazantes, colosal danza guerrera.

■ / Desde el cuarzo errabundo, desde el celeste sílice / se alzaron los terrenos por lograr estatura / y la lograron llana superficie profunda; / no obstante estar a faz de suelo / siguen siendo profundas las pampas argentinas; / y por subir se alargan, se extasían, se pierden, / sin más límite manso que un viento de guadañas.

(FRUCHEL observa al TIPO. Es alto, huesudo, vestido de muerte, maquillado, con guadaña).

—¿Qué quiere que lleve para limpiarme las uñas? ¿Una guadaña?

NICK.—¿Una guadaña? ¿Qué tiene que ver la guadaña con lo que estamos hablando? (Se introduce un trozo de pollo en la boca, lo mastica trabajosamente, como con cierto asco).

■ El liberal llegó entonces a la conclusión de que Arias movía la guadaña que segaba la hierba bajo sus pies.

(Al actor que interpreta la muerte se le cae la guadaña. Aunque está a punto de dañar al actor que interpreta al Cuerpo, éste sigue actuando, sin advertir. al parecer, el suceso).

[...] canoas llenas de personas navegando en la mar embravecida, mujeres pariendo niños antes de tiempo y hombres con látigos grandes y guadañas cortando cabezas [...].

Luego se le raspa todo el pelo y la costra de suciedad que le revista con unas cuchillas hechas por lo general con trozos de gadañu, de guadaña vieja.

En plena noche alguien tiró una guadaña que golpeó sobre el techo del DKW y cayó al lado del Dauphine.

VENTURA.—Y nos liamos. Yo manejaba un cuchillo..., pero no le di. El agarró una guadaña...

TORRIJA.—Y te dio.

En cuanto a su punto central, se diría que era eje y resumen de todo devenir humano, pues en él se alzaba una curiosa estatuilla de Afrodita con guadaña al hombro, cuya precisa sombra señalaba, sobre una loseta, la hora solar.

Un principal habló, aparecieron carabinas viejas, pistolas y guadañas. Nuevas andanadas de metralleta sacudieron la plaza por sus cuatro costados. La multitud se acercó entonces a palacio, gritando y amenazando.

Las herramientas que se emplean para el corte de las plantas depende de la extensión del cultivo y la importancia del mismo, en cultivos de poca magnitud, como son los que se complementan en la huerta y su destino es el condimento, se usan hoz y guadaña y en explotaciones de importancia que son las dedicadas a la obtención de esencias [...].

Las masas, sin embargo, ya no saben lo que es un aporcador, o el astil de una guadaña, y los diminutivos les suenan a convento de clarisas, pero ello no provoca el desánimo de Leandro.

Había labradores con afiladas guadañas, niños con hondas y resorteras, ancianas con cuchillos de cocina.

La agricultura se benefició grandemente con el nuevo metal, ya que era de gran utilidad para rejas de arados, hoces, guadañas y podadoras que se utilizaban para la siega de cereales y forrajes para el ganado.

■ Tan pintoresco en los collados y en la cañada que daba paso al otro mundo del valle que parecía obra de una mano movida por la guadaña del Gran Jardinero, aunque esto uno, el menos dispuesto a perdonar en esos momentos las concesiones de la ilusión, lo atajó diciendo:

Por eso la cuchilla pasaba «lenta pero devastadora, como una guadaña por el campo de los rastrojos» sobre esa superficie florecida.

¿Acaso, en la primavera, no quieren ser nuestros pechos como la yerba dura y fresca que corta con la guadaña cada amanecer?

Me queda apuntar un par de cosas en mi cuaderno rojo, apuntar por ejemplo: la casa está en orden y el jardín cuidado, Pedro sigue cumpliendo con su trabajo, corta el pasto una vez por semana con su vieja guadaña, así durante más de cuarenta años.

■ Guadaña, guadaña, diablo telaraña. El beleño, el sueño, el impuro, oscuro, seguro botín, el llanto, el espanto y el diente crujiente sin fin. /

Destacan la representación de santos (San Martín, San Miguel, Santiago, San Juan), de animales (el caballo, el gallo, el león, el ciervo), de vegetales (la morera, la piña, la rosa, la encina), de utensilios (la guadaña, el martillo, las tijeras), de armas (el casco, la espada, la ballesta), de objetos domésticos (el vaso, el mortero, la llave).

[...] y la grabadora que los tres chilpayates piedesnudo ven con respeto y curiosidad es Panasonic, de contrabando, fabricada con unas manos iguales a las suyas —rudas en el arado, en el huango, el machete, la guadaña, el azadón; torpes ya de tanto cerrar los puños hacia abajo, dejando flojos los hombros, sin golpear— al otro lado del Bravo [...].

Llevaba una red, medio mundo al hombro y una suerte de halo de guadaña en el conjunto.

■ Su espada entraba en las filas enemigas como la guadaña en el trigo.

■ Si estuviera con ustedes allá, yo soñaría demasiado con ser su doncella, para así poder tener acceso a su intimidad y descubrir por mi cuenta sus males, sus debilidades, incluso sus defectos, y también para poder comprobar por mí misma si aquella pequeña cicatriz en su pecho es solo un rasguño, si su lindo pie, tan perfecto que nunca podría compararse con el mío, tiene en algún lugar una pequeña cicatriz en forma de hoz —¿o de guadaña mejor?—;

Su mismo nombre sonaba como el manojo de alta hierba que de un tajo siega la guadaña.

El militar harapiento se trenzó en una pelea feroz con la Muerte. Sable contra guadaña. Teresa, mordiéndose los labios, se desplomó con un dolor insoportable en el corazón. Benjamín, sin dejar de hacer actuar a sus dos muñecos, que batallaron en silencio [...].

Solamente al traspasar una aldea, que no era sino dos cortas filas de casas de adobe en torno al camino, se cruzaron con cuatro hombres que salían a segar armados de guadañas, hoces y dallones.

Ceferino Marrón, 58 años muy cargados de vino malo, afilar guadañas y trabajar el campo y el bestiario, un poco cojo de resultas de una caída del tractor, hizo reformas en la cuadra y apareció ella.

Allí se parapetaron a su vez, y resistieron las acometidas realistas, mientras Vásquez de Noboa y demás jefes patriotas enviaban peticiones de refuerzo a los pueblos comarcanos para intentar un definitivo enfrentamiento y suplir con el número la falta de armas eficaces, ya que predominaban las blancas, desde puñales, cuchillos y lanzas, hasta guadañas y hoces.

Una vendedora de mantas Un vendedor de guadañas Una vendedora de velas / Comandante Joseba Elosegui / Un vendedor de boinas /

[...] nutricio y la vibración contráctil, que culminó justo al pasar por ahí aquel costeño haciéndose advertir, guadaña al hombro, con el tropel de su importuno caminar y discreto silbido.

Amenaza a los médicos en huelga con una guadaña al no ser atendido

■ ¿La familia? Es como si Reagan extendiera su mano desde los ochenta y me la pasara por la espalda, fría, mortal, igual que una guadaña que espera ver caer mi cabeza demócrata.

[...] — Esos de fotografía son unos macheteros —dijo Pinbolo, limpiando sus anteojos con un pañuelo arrugado—. Hay que bajarlos a punta de guadaña nomás.

— Tú qué hablas, Pinbolito, si tú cuando corre el machete te vas a esconder al camarín —dijo el Negro Aliaga.

■ La sombra de Chernóbil es alargada, acaba en forma de guadaña y mantiene su olor a muerte.

Todo el mundo esperaba que sus selecciones saliesen al campo con guadañas y botas malayas, como en los viejos tiempos.

■

[...] Me gusta el hondo olor de los cipreses

Tenemos todos juntos un dominio

De amapolas o trigos amansados

Vivimos como viven las guadañas

Como las niñas secas de las torres

y las secas auroras de mi sangre [...].

Debe hacerse a mano, con tijeras o guadaña, ya que las cortadoras de pasto lo arrancan de raíz.

■ Los turus llaman a nuestras patinetas guadañas de plata, es decir, segadoras de plata, o lunas, como nosotros también las llamamos de vez en cuando. Todo esto lo recuerdo tirado aquí en el suelo, porque decido irme antes de amanecer en mí patineta.

Según una leyenda local se trata de la ofrenda presentada por un segador, a Dios o a algún santo, en agradecimiento por haber salvado la vida tras el ataque de un oso, al que "valientemente" logró vencer con su guadaña.

Pero el descubrimiento sorprendente fue que sobre el cuello de la mujer los supersticiosos aldeanos de Pień habían colocado una guadaña afilada, lo que se ha interpretado como una precaución contra la posibilidad que la difunta se pudiera levantar de la tumba para aterrorizar a los vivos como una vampiresa sedienta de sangre.

En el área protegida, ubicada en la vereda Unibrisas del Iteviare, en Mapiripán, se identificaron 500 hectáreas deforestadas en los cinco puntos inspeccionados, por tala y quemas, indicó el subdirector de Cormacarena, Ricardo Pineda. Así mismo, 3,94 metros cúbicos de madera, 300 cabezas de ganado, tres motosierras, tres espadas y una guadaña, equipos que fueron puestos a disposición de la Fiscalía.

[...] Señor alto, Rey de España, / pues Illescas, * viejo cano, / e Manuel * el sevillano / amos * tienen de mí saña, / con mi lengua de guadaña, / maguer * tengo fea vista / e non só grant coronista, / juro a Dios que yo los vista / del paño de tiritaña. [...].

■ Y apareciéndosenos en la mesa * del Almirante, Bonifaz, caballerizo de los chistes del Rey y guadaña de los guisados, nos recogimos.

■ Cortó un golpe de guadaña / Cetro y corona de gloria, / Llevó el cielo la vitoria / Y perdió su Infante España; [...]. /

[...] el qual es plata forma i la primer fábrica desta ciudad echa de largamasa antigua del arca de Noé; a donde plantando el artillería, seré la guadaña mortal de todos los enemigos

Este Júpiter nuevo, esta guadaña / del campo philisteo, este viviente / rayo que gira círculos solares, / tala sin fe tus cándidos altares

Al honrado pobretón / que al solio subió violento, / la guadaña de un acento / le da un fuerte trasquilón: / culpado está en esta acción / quien no vale una bicoca, / pero a mí callar me toca, / lo que fuere sonará.

/ ¡Ay, tanle / tanle / tanlillo! / ¡Ay, tanle / tanle / tanlá! / Que son del género humano / la guadaña más fatal.

■ Y tal es el influjo que tienen los esfuerzos del entendimiento humano; tal la fuerza con que prenden las semillas que esparce, que aun después del estrago que llevan consigo las tormentas políticas y el frenesí de las pasiones, todavía la guadaña de la devastacion no alcanza á sus raíces, y las plantas bienhechoras vuelven, retoñando con mas fuerza, á consolar la tierra con su amenidad y á enriquecerla con sus tesoros.

Cuando en tus almenas rotas / grita el cárabo nocturno, / y recuerda las consejas / que de ti repite el vulgo: / Escombros que han perdonado, / para escarmiento del mundo, / la guadaña de los siglos, / el rayo del cielo justo: [...]. /

Ni á ti tampoco perdonar es justo, / Actor guadaña, que el papel mutilas, / Ya mutilado por censor adusto. /

Frisaba este sujeto en los sesenta años, seco, acartonado y grave, con ralos cabellos casi blancos, barba de hebras cortas y gruesas, y nariz de guadaña, en cuyo extremo se asentaban firmes sus dobles ojos, [...].

Entonces, como ahora, el sol hacía su presentación por el campo desolado de Abroñigal, y sus primeros rayos pasaban con movimiento de guadaña, rapando los árboles del Retiro, después los tejados de la Villa Coronada... de abrojos.

Rugió el viejo escupiéndole en la nuca pelada; le hundía en el oído la nariz de guadaña.

Pero él perdió la fe, y el saber —el conocimiento de la verdad— no fué a sus tristes ojos sino constante mensaje de dolor y guadaña implacable de la ilusión: [...].

— Hijo —la viuda se mascaba las encías mientras hablaba, encorvaba su silueta de guadaña carnal sobre la espalda de Cienfuegos— no son los hombres los que hacen la vida sino la tierra misma que pisan, ¿sabes?

■ ¿Y para qué ocho heladeras? Ah, eso... Alguna exigencia del departamento nacional de higiene o un acomodo del ex administrador cuando las licitaciones, pero tan mal no estaba porque a veces había rachas, como el año que había ganado San Lorenzo (¿qué año era? Remorino no se acordaba, pero era el año que San Lorenzo había hecho capote), de golpe cuatro enfermos al tacho, un saque de guadaña de esas que te la debo.

[...] cuando conocí a Laura y la empecé a engañar diciéndole que yo era otro; y que la noche que estaba cayendo como guadaña, cortaba esas imágenes como si fueran muñecos de plomo viejo.

A continuación presenta la muleta plana, por delante, un pelín descruzado —y es que las dos guadañas del animal...— pero pronto comenzaría la sinfonía del temple.

En Italia y en Francia, jueces cruzados han blandido sus guadañas a través de las filas de los políticos. En Gran Bretaña han dimitido dos ministros entre profusas acusaciones de ligereza. Pero el foco real de la corrupción se encuentra en las economías del mundo subdesarrollado y en los países que están transitando del comunismo al capitalismo.

■ El pitón derecho era una guadaña y, por el izquierdo, se tragó varios muletazos, embistiendo siempre con la cara por encima del estaquillador.

La grúa es como la guadaña y vuelve siempre. Ahora volverá para llevarse en vilo a Mario Conde, que era un banquero en doble fila.

Hay un viento frío, una guadaña, que de madrugada recorre las salas infantiles y se lleva por delante, cuando menos se lo espera, a unos cuantos niños, incapaces de resistir su violencia y su rapacidad de vieja culandrona; también arrebata a algunos viejos, pero lo de los niños es peor.

Todo queda como estaba, Aznar no viene con la guadaña, no quiere cambiar, sólo desea heredar.

Colgado de un impresionante pitón, de una guadaña con fulgor de muerte, Joselito era un pelele. Un muñeco a merced de la furia homicida de un asta como un dalle.

■ ¿Qué se puede decir en el plano humano de un ex abogado laboralista y sedicente socialista que, desbordado por la crisis, incapaz de aportar soluciones coherentes con sus teóricas convicciones, se apresta a asestar el más drástico y cruel golpe de guadaña de la historia reciente a los derechos de los asalariados?

[...] el Madrid se agarró a Redondo, le echó valor a la tarde y se enganchó al último minuto para sostenerse en una Liga que se le niega cada semana. Con la grada empuñando la guadaña, pañuelo a mano y almohadilla a punto, Amavisca cazó un balón suelto en el segundo palo y propició una nueva moratoria para Jorge Valdano.

El quiere estar en la firma, tal y como hace el jueves por la tarde con el presidente canario, Miguel Hermoso, tras haber asomado la guadaña de Lorenzo Olarte.

■ Para lograr que la guadaña fiscal junte más que los 3.508 millones de dólares contados ahora, habría que llevar el precio final del gasoil de 40 a 65 centavos (62,5% más caro).

/ Doña Ysabel, la prudente, / la reyna de las Españas, / gran muger muy excellente, / seguéla con mis guadañas; / a hijos de sus entrañas / y a los grandes de su corte / yo les quité su deporte / con mis cautelas y mañas.

Lleva trompeta para despertar a los que duermen pesadamente, para ressuscitar los muertos; lleva vara y ceptro de justicia para regir a los reyes y reynos; lleva guadaña con que roçe las malas afectiones y falsas opiniones de las almas; [...].

En la derecha mano traía una guadaña muy grande y descompasada, y bien amolada.

Venía con un arco y una flecha en la una mano y con una arma que llaman guadaña en la otra.

Vimos luego aquí al sueño, primo hermano de Atropos, * aquella cruel dueña; y la muerte mesma se nos mostró luego allí con una guadaña en la mano, cobdiçiosa de segar.

/ No de la muerte la feroz guadaña, / ni los cursos de tiempos, tan ligeros, / harán que de Numancia yo no cante / el fuerte brazo y ánimo constante.

/ Apénas le quise bien / Cuando fortuna voltaria / Hizo que la muerte dura / Probase en él su guadaña.

/ Tu guadaña afilas / entre las pizarras / de nuestros descuidos / y de tus mudanzas, / y luego con ella / tan sin duelo talas / árboles humildes / como altivas palmas.

/ No será posible, / Tiempo, que me valgas; / duros son mis yerros * / más que tu guadaña.

Sarmiento seco, inútil, que estás de balde el, la viña, guárdate del golpe inevitable de la muerte, que llega ya con su guadaña ó podadera.

/ Estése allá en su sala, / hasta que llegue la ligera muerte / que a todos nos iguala, / haciendo en el rey suerte, / como en el pobre, su guadaña fuerte; / que sólo [en] la mortaja / ser de anjeo o ruán es la ventaja.

Parca ¿tan de improviso, airada y fuerte, / siegas la vega donde fui nacido / con la guadaña de tu fiero olvido, / que en seco polvo nuestra flor convierte? /

[...] De ver mi muerte temprana, / Yo mismo la buscaré, / Si quien la busca la halla; / Que cuando en escaramuzas / Al encuentro no me salga, / Estando cerca mi estoque / No he menester su guadaña; [...]. /

Murióse, mas no se me da nada, que donde quiera que estuviere, él sabrá defender su capa, que aunque la muerte esgrima con guadaña, él la hará con su montante tener a raya.

/ Tu guadaña afilas / entre las pizarras / de nuestros descuidos / y de tus mudanzas, / y luego con ella / tan sin duelo talas / árboles humildes / como altivas palmas.

[...] y, viéndose sin remedio y que la nave con el peso del agua que había se sumergía poco a poco, estaban esperando la vecina muerte, la cual en breve tiempo afiló su guadaña en las aguas, pues la desventurada nave dio dos vueltas remolinando en el agua, [...].

[...] mas ellos, armados de papel delgado, estarán seguros, no sólo de las armas de sus enemigos, mas de la guadaña de la muerte.

Sale la Muerte con guadaña y corona.

/ Remitió al onceno el mal / las cuerdas de su garrote, / porque el cielo permitió / que la apelación me otorgue / aquel alcalde de hueso, / que no hay año que no cobre / el tercio de todos santos / y de todos pecadores; / cuyas insignias reales / son una vara de Corte, / tan de corte que es guadaña, / sin topar a quien perdone.

/ Y puedes muy bien decir / que su guadaña y sus flechas, / si de madera son hechas, / son de varas de medir, / porque los dos de una guisa / ese respeto han guardado / a las canas del brocado / que a los vellos de la frisa.

En el camino la dixe: Yo no te veo señas de la muerte, porque allà nos la pintan vnos huesos descarnados, con su guadaña.

/ Volver como nací quiero a la tierra; / el camino sembrado está de abrojos; / enmudezca mi lira, cese el canto; / suenen sólo clarines de mi guerra, / y sepan todos que por bienes sigo / los que no han de poder morir conmigo; / pues mi mayor tesoro / es no envidiar la púrpura ni el oro, / que en mortajas convierte / la trágica guadaña de la muerte.

Al lado derecho suyo / estaba tanbién la fama, / y el siniestro la fortuna, / que rendida se mostraba, / y más abaxo la muerte, / arrepentida y turbada, / reclinando el flaco cuerpo / sobre su corba guadaña. /

[...] es un lazo que, si una vez le echáis al cuello, se vuelve en el nudo gordiano, que, si no le corta la guadaña de la muerte, no hay desatarle.

¡Guarda, canalla hormígena, el cuchillo / De tu vida, soberbia extraordinaria / De la turba letírica y araña, / Guarda, que va la muerte y su guadaña! /

INDIO 2: Lautaro invencible, advierte / que ya está afilando el filo / de su guadaña la Muerte; / no quieras cortar el hilo / de tu favorable suerte.

En el mayor de su fortuna halago, / la que en la rectitud de su guadaña / Astrea es de las vidas, en Buitrago / rompió crüel, rompió el valor de España / en una Cerda.

Quedar ¡oh muerte dura! / Inmortal pretendiste / Con apagar del mundo luz tan bella; / Mas tu guadaña escura / Sin Vitoria la embiste; / Que su esplendor los lutos atropella. /

Peregrinatio incerta. La muerte, que siega con su guadaña, con una espiga coronada, mas alta que un campo dello, con esta letra: Descendunt cuneta. Madrid llorando, con esta.

Flandes te diga, en campo, en muro, en villas, / cuál español tan alta fama alcanza. / Luchar con él es vana confianza, / que hará de tu guadaña lechuguillas /

Pintase un niño atando las manos a la muerte con vna faxa blanca, que fue simbolo de la vitoria, y de la potestad Real, y estaran esparcidas por el suelo las flechas y guadaña, etc. Con esta letra: Ius erat Regi per internuncium mortis imperandae .

Al otro, mira la muerte / afilando su guadaña, / que espera que la mies rubia / esté más madura y cana. /

Muerte Pues no ay nadie q[ue] se guarde / de mi sangrienta guadaña, / que neciamente se engaña / quien piensa que llego tarde; / que soy regla general, / que no padece excepción: / de todo fatal prisión, / de todo golpe fatal.

Pues para remedio y alivio de nuestro trabajo, no se olvidaban las nubes de cuando en cuando enviarnos su fresco rocío, y tan frio, que se aventajaba al mismo hielo, mezclándose con él un grueso y áspero granizo, de modo que si de alguna ola saliamos libres, no podiamos dejar de quedar remojados, y aun se podia todo esto llevar con sobrada paciencia, á no ver ya tan cercana á nuestros ojos la guadaña de la amarilla muerte.

Muerte . Yo pongo los triumfos todos / que esta guadaña a ganado.

Este asombro de Marte, bravo y fuerte, / que huella triunfos y atropella glorias, / y éste que a la guadaña de la muerte / dio lauros, vencimientos y victorias, / hoy rinde fuerzas con dichosa suerte, / en aumento de hazañas y memorias, / a la bella Cleopatra que, vencida, / dio espuelas al honor, y al amor vida.

¡Oh mar, oh tú, supremo / moderador piadoso de mis daños!, / tuyos serán mis años, / en tabla redimidos poco fuerte / de la bebida muerte, / que ser quiso, en aquel peligro extremo, / ella el forzado y su guadaña el remo. /

Las ancas eran de mona, muy sin cola; el pescuezo, de camello y más largo; tuerto de un ojo y ciego del otro; en cuanto a la edad, no le faltaba para cerrar sino los ojos; al fin, él más parecía caballete de tejado que caballo, pues, a tener una guadaña, pareciera la muerte de los rocines.

Llega, y quatro passos antes / pone mano a Durandayna, / que se quexó de la fuerça / con las vozes de la bayna: / quedóse quieta y vestida / más funeral que guadaña / que en fe de mostachos negros / dio muertes en esperança, [...]. /

No estimó Margarita la corona, no pudo temer la guadaña.

Consuelate, que la muerte / No podra hallar donde herirte; / Que aun en ti todo no ay para / Dos bocados de vna chinche. / Que fin podra dar de ti, / Aunque su guadaña afile; Pues eres tan antes nada, / Como tan despues nilnihil. /

[...] pues Blanca, viendo mi muerte, / es fuerza que sangre llore / hasta morir, distilando / dos almas, dos corazones, / y yo el apartarme de ella / he de sentir más que el golpe / de la guadaña fatal. /

Te privo de la lengua y de los ojos / mas la voz y la luz quiso bolverte / de nuevo el cielo justo; al fin la muerte / tenebrosa, por ultimos despojos, / de los ojos mortales / la lumbre eclipsa y con guadaña aleve / corto la estambre de la vida breve; [...]. /

[...] es imposible romperlas / hasta que llega la muerte / con la guadaña y las siega, / dividiendo el uno de otro; / y es tan inmensa la fuerza / del amor del matrimonio [...]. /

[...] y alimentarlas con vidas agenas, sólo el tirano Diomedes lo pudo imaginar, más cruel que la muerte que, a los que quita la vida con su guadaña, sin derramar sangre se la quita, que imitando a la Parca, sólo les corta el hilo de la vida.

Tocarále a mi cuerpo su guadaña, / sepulcro que portátil me acompaña; / tocará a mis hijuelos, / que engendré en pena y alimenté en duelos; / tocará a mi mujer, gloria prestada, / más veces padecida que gozada; [...]. /

¡Qué espantosa figura! ¡Ay, desdichado! / Si el verla en sueños causa tal quimera, / el que vivo la ve, ¿qué es lo que espera? / Tiróme el golpe con el brazo diestro, / no cortó la guadaña.

Ancha puerta quedó a la muerte, que entrando puso fin a la guerra, resistiendo flacamente a su guadaña, cuerpo y cola del villano monstruo.

Sale Bezón, de Muerte, con vara de alguacil y en ella una guadaña.

Si, lo que Dios no quiera, á nuestra España, / Éste faltara antídoto divino; / Si el amor que le tengo no me engaña, / Mi vida le fiara á un débil pino / Por quitarle á la muerte la guadaña / Y al vivir aumentarle otro camino.

. / Mil años gocéis, señor, / la ganancia de estas Indias, / que de ella sola la causa / es quien me aflige y lastima; / pues de la ribera umbrosa, / llena de aguas cristalinas, / el pasto con que el ganado / iba medrando y crecía, / destruyó con su guadaña / la segadora precisa. /

En el segundo entrepaño de la Piramide estaua pintada la muerte con su guadaña, y encima della dezia Succidi , y una coluna con un letrero, que dezia.

De metal fue el primero / que al mar hizo guadaña de la muerte: * / con tres cercos de acero / el corazón humano desmentía. /

Tal fue ésta del caballero Guarini, en que pondera que, llegando la muerte a ejecutar una prodigiosa belleza, se retiró, diciendo que su guadaña no tenía lugar, estaba desterrada del Paraíso: [...].

Contra sus enfermeros esgrime primero la guadaña, buéluese contra su remedio, y aumenta assí su desconsolado desamparo.

¿Cuándo, Señor, darás lugar a la airada muerte que execute en mí el golpe de su cruel guadaña, y hasta cuándo estos crueles y carniceros verdugos de mi inocencia les ha de durar el poder de tratarme así?

¡O miseria de los mortales! ¡O Atropos cruel! Que aun no perdona su guadaña la estambre más fina, el hilo más dichoso.

Mas ya en esto, tocaron a despejar, el Tiempo con su muleta, la Muerte con su guadaña, el Olvido con su pala, la Mudanza dando temerarios empellones, el Disfavor puntapiés, la Vengança mogicones.

El gigante Phitón alarbe Etheo, / a quien la Parca su guadaña debe, / se presenta en un cisne cananeo / sudando fuego por bañarse en nieve.

Vio a la muerte que, ociosa, en su heredero / (si ella muriera ya, si ella engendrara), / por guadaña de más precito acero / el corvo acero suyo jubilara: / con quien, por pertinaz y por severo, / nuevos mundos de vidas conquistara, / cuando, en los filos de tan cruda saña, / el filo está sacando a su guadaña.

Desengaño / Pues no es cosa asentada / que en su ciencia se juegue á la trocada, / líbresele quince años de guadaña, / llámese el Temerario, dando muerte / á diestro y á siniestro á cuantos vea, / no cure á su mujer, si eso desea.

El séptimo día escogió muy gustoso Leandro, varón anciano, de cuya discreta consorte segó la vida en agraz la cortadora guadaña de la insaciable Parca, quedando perfectamente dibujado su peregrino retrato en dos tiernos pimpollos [...].

Esperaba la guadaña, / todo temor, los sentidos, * / todo confusión, el alma, / todo inquietud, el juicio. /

Esperaba la guadaña, / todos temor los sentidos, / toda confusión el alma, / todo inquietud el juïcio. /

El Señor, divina luz, / Con una porra ó un mazo, / Le dió al demonio un porrazo / En el árbol de la cruz. / Dios nos libre y nos defienda / De la muerte y su guadaña, / Porque no hay arte ni maña / Que con la muerte se entienda. /

De suerte que el que, entrando en una botica, lee los rótulos de los vasos, viendo tantas medicinas, áureas, celestes, angélicas, cathólicas, regias, imperiales, divinas, se cree refugiado al templo de la immortalidad, cuyas aras, y aun cuyos umbrales, respeta la guadaña de la muerte.

Anda la muerte lista / con su guadaña, / aquí corta, allí trincha, / y acá rebana: / Que es tan ceñuda, / que ni cetros respeta / ni caperuzas.

Ennegrecióse el christal / que daba luzes á España, / y Atropos con su guadaña / le cortó el ilo vital; / lastimoso funeral / se nos representa agora; / oxos, no tengais demora / en sentir lance tan fuerte; / llorad buestro rey y suerte, / pues todo el orbe lo llora.

Veinte y siete días estuve mantenido solamente de los caldos, y al fin de dicho tiempo, salí de la cama como un esqueleto, tan descarnado, que sólo me faltaba la guadaña para parecer la muerte.

Ahora, Señor, ahora, / que la inexorable parca / quiere aplicar a mi vida / los filos de su guadaña. /

/ Murióse uno aqueste día, / y la muerte y su guadaña / le preguntó de esta suerte: / — ¿Qué estado has tenido? habla / — Casado una vez he sido.

Cual suele pintarse la muerte con una guadaña que despuebla el universo, tenía la Fortuna una vara con que volvía a todo el globo; tenía levantado el brazo contra mí.

Todo lo muda el tiempo, Filis mía, / todo cede al rigor de sus guadañas: / ya transforma los valles en montañas, / ya pone un campo donde un mar había.

¡Oh dura mano! ¡oh bárbara, implacable! / ¿A quién», clamo sin fin, «tu saña fiera / hirió con su guadaña abominable? / ¡A Filis! ¡a mi Filis...! ¡Y esto espera / a inocencia y amor, mientras riendo / eterno un siglo la maldad prospera! /

Ella misma se hace la primera esclava de tu triunfo, y su guadaña el primero de tus trofeos.

que sin duda las hubieran rendido á manos de aquellas inexorables guadañas de la muerte.

[...] Llamaba con colérica porfía / Una, dos y tres veces a la Muerte. / Armada de guadaña, en esqueleto, / La Parca se le ofrece en aquel punto; / Pero el Viejo, temiendo ser difunto, / Lleno más de terror que de respeto, / Trémulo la decía y balbuciente: [...]. /

¿Quién de nosotros?... ¿Y será posible / que destinado a contemplar me vea / de unos y otros el fin, llorar a todos, / y verme en todos acabar? ¡Oh, muerte! / Ven a mí de una vez: tu horrenda saña / descargue al punto la fatal guadaña, / y no me guarde a tan acerba suerte.

Huye, ¡oh muerte cruel! De aquí destierra / tu faz odiosa y tu inclemente saña; / hiera al perverso tu fatal guadaña, / vengando de él a la ultrajada tierra, / y perdona a su encanto...

[...] porque la muerte corta el hilo de la vida, y la vida cede á la guadaña de la muerte: el granizo es superior, y la viña inferior; porque el granizo amenaza á la viña, y la saquea, y la viña no tiene fuerza para resistir al granizo [...].

[...] una pierna torcida, como una güadaña de la muerte; un cuerpo sin barriga, como un asador sin asado.

Su guadaña / Siega la flor lozana, y deja ileso / El tallo seco y las marchitas hojas.

La muerte de los demás que no tuvieron tiempo de purificarse como los presos y que repentinamente fueron asaltados de su guadaña en las calles y en las plazas, fué la muerte de otros tantos inocentes que murieron sin saber por qué, y esto sólo me consuela.

[...] no era bastante detestar el hado, maldecir la fortuna, improperar las parcas y armarse de invectivas contra la guadaña de la muerte.

[...] Entre fieras borrascas, / Aun viendo á todas horas / De la muerte la bárbara guadaña, / Conducirte pudiera / A una tierra ignorada / Donde en dulces delicias [...]. /

[...] Que tomaras mi consejo; / Bien sabes que á la tirana, / Azote de los mortales, / Somos, porque Dios los manda, / Sujetos, y puede ser / Que al golpe de su guadaña / El dia mas descuidado / Rindas tu vida á la parca [...]. /

Dime, Parca cruel, ¿cuando cebaste / La torva vista en la region de España, / Y sedienta de sangre rodeaste / La seca mano á la fatal guadaña, / Un soberbio siquiera no encontraste, / Un vil adulador que el mundo engaña, / Un ingrato, un avaro, un homicida, / Y no robarnos tan amable vida? /

No era una verdad tierna inclinada sobre el lecho de gentil y lastimado caballero, a fin de catarle y vendar suavemente sus heridas..., desvanecíase esta idea para hacer lugar a la de un espíritu bienhechor que desviaba con angelical influjo la guadaña de la muerte.

Si aquel día de placer / (que uno solo he disfrutado), / Fortuna hubiese fijado, / ¡cuán pronto muerte precoz / con su guadaña feroz / mi cuello hubiera segado! /

■

En una noche de luna el aspecto de la trapera es imponente; alargar el gancho, hacerlo guadaña, y al verla entrar y salir en los portales alternativamente, parece que viene a llamar a todas las puertas, precursora de la parca.

¡Con cuánto ardor entonces me afanara / Por adquirir el oro, y si viniera / A terminar mis días la Parca fiera, / Cuán ufano mi vida rescatara! / Pero ¡ah! no se libertan de su saña / El hombre sabio, el rico ni el valiente: / En todos ejercita su guadaña. /

/ A cada instante a la insaciable muerte / En su furor apela, / Y la insaciable muerte a cada instante / Al horrendo llamado horrenda vuela: / A do su negro carro la arrebata / Allí se ceba su feroz guadaña, / Y en afanosa saña, / A do ciega voló, mas ciega mata.

Y al ver las limpias huellas, / Ana, del claro día / que intenso destruía / sus ilusiones bellas, / la lumbre maldiciendo / del sol que iba creciendo, / traspuso la distancia / de su vecina estancia, / hallando de esta suerte / el sueño más tranquilo / allí donde há tan poco / que con intento loco / sentó con mano fuerte / de su guadaña el filo / la inexorable muerte. /

[...] Hijo mío, no permitan los dioses que vuelva a verte jamás; antes la guadaña de la parca corte el hilo de tu vida ahora que apenas comienzas a existir, a la manera que el segador corta con su hoz la tierna flor que empieza a crecer [...].

Su mano no está armada de la sangrienta guadaña, en ella conduce una tea divina, más brillante que el sol que ya no verán mis ojos.

La muerte / En torno vuela; esgrime su guadaña / Sobre el semblante pálido... Sus ojos / Se niegan a mirar la luz cansados / Y, al quererlos abrir, gime, y se juntan / Lentamente sus párpados pesados... /

La vida el tiempo a cuanto existe tasa, / mas, siempre inútil su guadaña fiera / sobre el grande Platón, era tras era, / con excusado afán pasa y repasa. /

Las lágrimas le han hecho surcos, está más delgada que la guadaña de la muerte y no goza salud.

Dijo y le dió la carta, que decía: / «Vuelve tu esposo vencedor, Sultana, / »Y la guadaña de la muerte impía / »Su mano trae; no aguardes á mañana: [...]. /

Tres veces en los cuatro postrimeros / Metió la impía muerte su guadaña / En mi paterno hogar, y en él su saña / Tras veces encendiendo sus flameros / Alumbró tres cadáveres.

Los Emperadores tenian por corona las sombras del error; por cetro la guadaña de la muerte: su trono estaba formado de montones de cadáveres; [...].

[...] ; faltos de esperanzas, desposeídos de todo recuerdo; viendo sucederse como horribles maldiciones sobre su frente dias, de dolor, y fiando solo su descanso á la guadaña de la muerte [...].

Esta tierra amasada con las lágrimas de todas las generaciones; perdida en el vacío, va rodando de abismo en abismo hasta que la guadaña del tiempo la sepulta en la nada.

— ¿De buen humor, y pendiente está sobre tu cabeza, y sobre la mía, que es lo peor, la ensangrentada guadaña de la negra parca?

Cuatro dias duró la lid, y la muerte segó con su guadaña la flor de nuestra juventud.

[...] el golpe que ahora vamos á dar será tan seguro como el de la guadaña de la muerte.

Los pintores, amigo, han caracterizado al tiempo bajo la forma de un anciano provisto a la vez de una guadaña destructora y de dos raudas alas.

En estos días, la muerte podría venir hasta mí, segarme impunemente la garganta con su guadaña.

[...] los ojos querían salírsele de las cuencas, siempre que veían dineros; la nariz tenía la forma de la guadaña de la muerte; la boca, desierta de dientes y de verdades [...].

Un gálico cristalino / Vale mas, aun la guadaña, / Que un militar en campaña / Mojarse y no tener vino. /

[...] aunque la muerte todavía no levantaba sobre ellos su guadaña, pero una campana, la campana de los muertos, sonaba en esos momentos más en el corazón que en los oidos de aquellos enfermos.

[...] los otros embistieron con él á palabras, llamándose de nombres, y muy propios, matasanos, cómplices de sepoltureros, cofrades de ánimas, asesinos con título, guadañas de la muerte, parcas masculinas y huertanos de cementerios [...].

Más de veinte eran las andas que componían la procesión, y en la primera de ellas iba una perfecta imagen de la Muerte con su guadaña y demás menesteres, obra soberbia del artista Baltasar Gavilán.

— Estas perdonado... —respondió la Muerte, ocultando su guadaña.

[...] y la extinción de los astros, el libertador armado con siniestro cometa por cetro parecido a guadaña y caballero con cabalgadura cuyas crines destilen gotas de humana sangre.

Entonces un clamor lúgubre surgía de las masas de las alas, compuestas de inquietos escuadrones, como si la guadaña de la muerte hubiese girado vertiginosa sobre todas las cabezas: [...].

[...] ocultándose a sí propia el abismo, hasta que la muerte descarga de súbito la guadaña, y despierta de improviso aherrojada ya en lo profundo del infierno.

Nuestro peregrino advirtió con pena que estaba hecho una sopa, y temió que la muerte, que anhelaba y repugnaba al mismo tiempo, pudiera sobrevenirle por la humedad, esgrimiendo en lugar de guadaña reúmas y pulmonías.

Algunos de los afamados capitanes que con Nuño de Guzmán emprendido habían la conquista del nuevo reino de Galicia en la Nueva España, hoy conocido como Estado de Jalisco, comenzaban á caer ya bajo la guadaña de la muerte, como las secas hojas de los árboles á los primeros soplos del invierno.

Riéronse todos, excepto Mauricio, que no quitaba ojo al característico reloj de bronce y mármol, donde el Tiempo, inflexible, alzaba su guadaña y empuñaba su clepsidra.

¡La Muerte! Yo la he visto. No es demacrada y mustia / ni ase corva guadaña, ni tiene faz de angustia. / Es semejante a Diana, casta y virgen como ella; / en su rostro hay la gracia de la núbil doncella / y lleva una guirnalda de rosas siderales. /

Mató su cuerpo; su gran obra y sus grandes trabajos son haces de luz, y no hay guadaña que lo siegue; que por donde la guadaña pasa, creyendo estúpidamente que ha cortado algo, los manojos luminosos vuelven á unirse.

Aquella elegante sociedad de caballeros, dada á los amores, á los juegos á las fiestas, recuerda un fresco famoso del Camposanto de Pisa; aquella alegre compañía que, solazándose en el deleitoso vergel, no siente que se aproxima con su guadaña inexorable la Muerte.

— ¡No entrarás vivo! —gritó la muerte blandiendo su guadaña.

Pero la amargura de este infausto día, / non la merecía; / si a mí me castiga, sobre mí debía / descargar su guadaña la muerte: / ¡la he llamado a gritos, no quiere ser mía! /

[...] ; los que hemos visto a la muerte, inflexible e implacable, romper una a una en el árbol del corazón las ramas cubiertas de flores y de hojas, en que los pájaros anidaban, y los rayos del sol reían, y las ondas del aire modulaban dulces canciones de paz y de ventura; los que sentimos aún el frío, frío de acero, de su guadaña agudísima al dividir nuestra alma [...].

No tardará en venir a sorprendernos la catástrofe porque, entretanto que dormís y holgáis, se oye más claro cada vez el aleteo de la muerte que esgrime su guadaña sobre la mísera ciudad de alegre cielo y triste suelo.

Cerca de la aurora partiré llorando; / y mientras mis años se vayan curvando, / curvará guadañas mi ruta veloz. / Y ante fríos óleos de luna muriente, / con timbres de aceros en tierra indolente, / cavarán los perros, aullando, un adiós!

Ya que tu voz, como un muelle vapor, me baña / y mis ojos, tributos a la eterna guadaña, / por ti osan mirar de frente el ataúd; / ya que tu abrigo rojo me otorga una delicia / que es mitad friolenta, mitad cardenalicia, / antes que en la veleta llore el póstumo alud; / ya que por ti ha lanzado a la Muerte su reto / la cerviz animosa del ardido esqueleto [...]. /

Preocupado con este afán se retira a su cueva, pero no logra orar, pues le vence el sueño, durante el cual se le figura que la muerte le tira golpes certeros con guadaña y flecha, y que su alma ve al fin a Dios; pero ¡cuánto más le valiera no verle! Le ve como un juez airado que le condena a los eternos espantos.

Ya el capitán le miraba enloquecido y alucinado, viendo en esa figurita pulcra, frágil y sarcástica a la misma Muerte implacable, la Muerte con bastoncito, que hacía son de cascado, en vez de guadaña.

La Muerte afilaba su guadaña en la piedra angular del hogar de Rosa y Ramiro, y mientras la vida de la joven madre se iba en rosario de gotas, destilando, había que andar a la busca de una nueva ama de cría para el pequeñito, que iba rindiéndose también de hambre.

La muerte hubo de renunciar a la guadaña, y compróse una escopeta en el almacén de un turco viejo, para darle caza a Clemenceau.

Los niños no ven calaveras, ni guadañas de corte agudo segando hierba de cabezas.

No niego que tú matas / y que de nuestros cuerpos tú desatas / las almas más unidas; / pero es natural muerte aunque es extraña / al hombre, la que trae tu guadaña, / Mira, pues, cuántas vidas / en cautiverio dejas. /

Se marchó / con la guadaña entre piernas, / sin poder llevar la vida / que quería para ella.

Murió como moriría Lucifer si la muerte pudiera herirlo con su guadaña.

■ Nada de eso... De un torero que todos los días se colocaba a pocos centímetros de los pitones y al que constantemente le está rozando por el cuerpo la guadaña que puede segar su vida, era lógico esperar siempre aquel trágico resultado.

[...] respondió que, viendo ante sí la verdadera imagen de la Parca en la figura de una hermosísima virgen que lo estaba llamando ahora y parecía convidarle al sueño de las adormideras que rodeaban su frente, se reía él al recordar el esqueleto, la guadaña y otros cachivaches funestos [...].

La muerte, vivo esqueleto, / quiere afilar su guadaña. / Cuerpo sin Alma le ayuda / bailando una mediacaña. / El mozo más medianero / llega al pueblo por trabajo, / lo mandan contenga el hambre / de mil animales flacos. /

En una de ellas, la esquelética Muerte, con su guadaña, pisotea, despreciativa, todos los atributos, vanos ante ella, del poder y de la ciencia humana.

Con su guadaña al hombro / la Muerte va entre las espigas. / ¿De quién será la cosecha: / de la muerte o de la vida? /

La imaginación popular simboliza a la muerte como el esqueleto con la guadaña.

La sangre, así baqueteada a balazos, enciende rabias, pero también..., ¿qué le diré?, agranda ante la mirada la guadaña de la muerte.

Joven intelectual, mezcla de poesía y de meditación, realizado con un difícil esquematismo y una armoniosa combinación de colores. El personaje y su sombra, según Pogolotti, forman una antítesis cuya síntesis es la guadaña. Para el autor, los ojos resultan superfluos, pues le restarían vigor plástico a la cara, pero además esa característica sugiere la potencia de ideación proyectada más hacia el interior que a lo circundante, en tanto que la aguda sombra —la realidad externa— acecha y apunta directamente al cerebro del intelectual.

Ni sabemos en qué tierra ni en qué oscuro calendario nos segará la guadaña de la mujer blanca y pálida.

Era como empezar otra vez, como si el mundo entero se dispusiera a derrumbarme nuevamente, como si, en adelante, todos los días de mi vida alzaran su guadaña para segarme lentamente hora tras hora.

La muerte enorme, la muerte tuya avanzando vestida de fiesta, medieval de pronto con la guadaña y la risa desdentada, la muerte de perro de los tebeos infantiles: «Y el Guerrero del Antifaz, en un gesto desesperado, dio una patada a la cuba que se interponía entre él y el jeque, y el petróleo cubrió la cubierta. Cuando el moro se dio cuenta de lo que sucedía se abalanzó sobre el prisionero, pero éste, liberado ya de sus ataduras, cogió el arpón que estaba apoyado contra las maromas y lo lanzó contra él como si fuera una jabalina: Muere, perro traidor».

La pálida muerte de pisadas iguales, la flecha que todo lo pasa, la danza sin término, con papas, reyes y siervos, que da vueltas hacia la fosa guiada por un esqueleto de guadaña y lámpara, hasta aquel "placer de morir" que podía volver a dar la vida.

¡Ay, destino sediento de sacrificios, destino traidor!, ¿no habrá de aplacar tu vesania la trágica inmolación de Julieta (Crimen de mujer, 1927, Francisco Camba), la que se suicidó por despecho hacia Leandro, el violinista —otro enemigo del matrimonio, como el personaje de Insúa—, incapaz de soportar cómo el hombre a quien había consagrado su honra al irse a vivir con él como si fueran cerdos se liaba con la coquetísima María Dora? ¡Ay amor, amor, cuántos crímenes se cometen en tu nombre! Cesa ya de mortificarnos con tu guadaña implacable, no nos embeleses con tus dulcísimos ardides, repara en lo que haces, por ejemplo, con el obseso Alfonso Yáñez (Tobilleras, Joaquín Belda), fetichista del cabello femenino cortejador de la ninfa Lolín, de trece añitos, en palcos del cine Iberia y variopintos cafés, hasta que enterada la familia de la niña deshace el idilio ingresando a la precoz en un internado de señoritas para mayor desgracia de Alfonso, que se dirigirá a un especialista de los nervios por si su morbosa avidez tiene remedio, que lo tendrá en parte y no completa, porque no cejando la madre de Lolín en el empeño de casarle con su hija, cuando al fin accede a desposarla Alfonso, infausto sino el del fetichista, que ya la avispada Lolín ha decidido recogerse el pelo.

Y la muerte, cabalgando sobre las olas, saca su guadaña y empieza a bailar con grandes piruetas.

(Recordando vagamente el tenebrismo de Valdés Leal surge la muerte con guadaña, balanza y un ataúd. El volumen de los atributos es, a todas luces, excesivo para el actor, que por otra parte no ofrece la figura estilizada tradicional del personaje que interpreta. Lleva el cuerpo cubierto de vendas no muy bien puestas, no se sabe si por estética o falta de habilidad).

¡Viva Parménides! ¡Fuera Heráclito, fuera Galileo, fuera Sace, fuera Marylin! Todos quietos hasta que llegue la gran señora sobre el pájaro negro, con la guadaña brillante deslizándose entre sus manos mecánicas y frías.

Se le vió caminar solo con Ella, / sin miedo a su guadaña. / — Ya el sol en torre y torre; los martillos / en yunque-yunque y yunque de las fraguas. / Hablaba Federico, / requebrando a la muerte. Ella escuchaba.

Por otra parte no hay que caer en vulgar superstición de guadañas y sábanas. / Todo consiste en que recibí la visita de alguien que, sin palabras, me hizo comprender lo inevitable

La segunda carta debía señalar los obstáculos inmediatos que se hallaban en su camino: y surgió del mazo de cartas la huesuda figura de La Muerte: desnudo esqueleto portador de una larga guadaña.

Su obra quedó detenida por el golpe de aquel señor de la guadaña.

[...] en las postrimerías de 1984, Jaime Capmany decía en ABCque «la cabeza más buscada de Occidente era la de Emilio Romero», y pensaba que alguna vez la metía dentro de la olla, y otra por encima de la guadaña.

Era la Dama Cazadora, la esquelética portadora de guadaña, la Diana cazadora de ultratumba.