Diccionario histórico de la lengua española

Se documenta por primera vez, con la acepción 'que cabe o puede tenerse en un puño', en el Fuero de Brihuega (c1242), con la variante gráfico-fonética punnal y, en su variante puñal, en el Libro de Alexandre (1240-1250); poco después, se atestigua punnales en una Carta Real de 1261 perteneciente a los Documentos de Alfonso X dirigidos al Reino de León . D esde entonces, se documenta con regularidad hasta el siglo XV, con restos testimoniales en el siglo XVI, cuando parece caer en desuso. Asimismo, en la Gran Crónica de España, III (1376-a1391) de J. Fernández de Heredia, encontramos la variante navarro-aragonesa punyal . Este valor adjetivo, que aparece frecuentemente modificando los sustantivos piedra y cuchillo , no se consigna en los repertorios lexicográficos hasta el DRAE de 1803, a partir del cual se viene recogiendo regularmente hasta nuestros días sin ningún cambio en la definición. De la combinación con cuchillo , que se registra tanto en la  Carta Real  mencionada (1261) , como en la Crónica de 1344 ( cuchillos puñales ), surge, por elipsis, la acepción 'arma blanca corta de hasta 30 centímetros de largo, que generalmente tiene dos filos y hiere con la punta'. Con este valor y como sustantivo, se documenta por primera vez, como punyales, en 1362, en el Inventario de bienes muebles que correspondían a "Bertolomica", hija de maestre Martín ; asimismo, en los repertorios lexicográficos, se consigna desde los Glosarios latino-romances del siglo XIV  (en concreto, los de El Escorial y Toledo). Presenta una notable frecuencia a lo largo de la historia del español, si bien a partir del siglo XIX parece incrementarse su peso en obras de ficción y de recreación histórica. Las autoridades aportan información relevante para la definición del término: se trata de un arma que puede ir ceñida al cuerpo y envainada, como la espada, que hiere con la punta y que, aunque ha sido un rasgo preterido en la tradición lexicográfica desde el Diccionario de autoridades, frecuentemente presenta uno, dos o, incluso, tres filos; al menos hasta la época clásica, forma parte de las armas que podía utilizar un caballero: estoque, espada o puñal, como se señala en El Quijote . De acuerdo a lo que señala el Diccionario de autoridades ("hacense de diversas hechúras"), se mencionan puñales de varios tipos con los complementos de misericordia, de orejas o los modificadores damasquino, buido, moro o malayo , de los cuales varios cuentan con un sinónimo: misericordia de puñal de misericordia , gumía de puñal moruno , kris de puñal malayo y almarada de puñal buido (si bien, sobre este último, algunos testimonios pueden hacer referencia sencillamente a un puñal muy agudo). La definición del Diccionario de a utoridades se va repitiendo en los diccionarios académicos hasta el DRAE de 1822, que la simplifica; la edición de 1899 cambia la unidad de medida y pasa de "á lo mas largo es de una tercia" a "de dos á tres decímetros"; la última modificación hasta la fecha es del DRAE de 1992, que elimina "ofensiva". Por otro lado, entre la documentación hallada, cabe señalar las reiteradas alusiones al puñal de Bruto en B. Gracián (El criticón, 1653) J. Mármol (Amalia, 1851-1855) o en J. Montalvo (Siete tratados, 1882), así como al puñal de Melpómene en J. B. Arriaza (Poesías líricas, c1790-1823), en J. M. Heredia (Teatro 9. Moliere y Ossian, 1826) o en M. J. Quintana (Para el álbum de la Sra. doña Gertrudis Gómez de Avellaneda, 1844), símbolos estos de la traición, la violencia o de la tragedia. Además, resulta significativa la variante puñaleta , de género femenino y circunscrita a Colombia, de donde también es propio el aumentativo puñalón . La acepción 'instrumento que sirve para cortar y limpiar la caña de azúcar' se atestigua por primera vez en las Ordenanzas del Concejo de Gran Canaria (1531), si bien no hay testimonios que evidencien que su uso se extendió más allá del siglo XVII, y se encuentra geográficamente restringida al área canaria, como también lo está la acepción metafórica 'espolón del gallo de pelea', registrado en varios artículos de Falange (Las Palmas de Gran Canaria) desde 1944 (el Diccionario de voces coloquiales de Puerto Rico de Maura, en 1984, consigna puñalón como aumentativo de este valor). Por metáfora, en un proceso paulatino atestiguado desde finales del siglo XVI, el sustantivo se emplea con el significado de 'sentimiento intenso de pena y congoja', según se muestra en El pastor de Fílida  (1582) de L. Gálvez de Montalvo; es Terreros Pando, en 1788, el primero en recoger este valor en un diccionario. La sinécdoque justifica asimismo la acepción 'extremo inferior de algunas armas blancas que sirve de agarre', ciertamente rara, de la cual se encuentra un primer testimonio, en 1647, en el Inventario de los bienes de Hernando de Ybarra , y un testimonio oral de un romance recogido en 1920 por R. Menéndez Pidal en un artículo aparecido en la  Revista de Filología Española (Madrid) . Como 'violencia ejercida por el pueblo o por quien pretende derrocar una autoridad para obtener poder, justicia o venganza', se registra en el Elogio histórico del conde de Floridablanca de A. Lista y Aragón de 1808, y surge por la actuación de la metáfora.  La acepción 'persona que destaca por su instrucción en una asignatura', restringida a la jerga escolar de Venezuela, se registra en Lenguaje coloquial venezolano (1969) de Gómez de Ivashevsky.  Circunscritas a México y con intención despectiva se atestiguan los valores '[hombre] que siente atracción sexual por personas de su mismo sexo', documentado en Bellísima Bahía  (1968) de R. Garibay, y, como sustantivo ('hombre que siente atracción sexual por personas de su mismo sexo'), en Morir en el Golfo  (1986) de H. Aguilar Camín; este último es también propio de Nicaragua y surge tras la actuación de un mecanismo de conversión del valor adjetival anterior.

En diversos repertorios lexicográficos se consignan diferentes acepciones, como 'perteneciente o relativo al puño' (atestiguada en la segunda edición del Diccionario Nacional de Domínguez, de 1847); 'arma blanca de acero de aguda punta y un solo filo que suele llevar una cruz o guardia entre la empuñadura y la hoja (facón)' (propia del área rioplatense y atestiguada en 1894, en el Vocabulario de provincialismos de argentinos y bolivianos de Bayo); 'pieza de vestir que ha pasado de moda' (circunscrita a Perú, según el Vocabulario Espirituano de Martínez Moles, donde se documenta en 1928); 'cuchillo para matar el cerdo' (documentado en 1963 por Alvar en el ALEA II, propia tanto de la subárea andaluza como del área oriental española); 'memorización o aprendizaje total de una asignatura, un tema o una lección' (jergal y circunscrita a Venezuela; se atestigua en el Diccionario de venezolanismos de 1993 de Tejera, donde se incluye un testimonio léxico que no se ha podido cotejar); 'muchacho' (propia de México y consignada en 1997 en el Diccionario de hispanoamericanismos no recogidos por la Real Academia, de Renaud); 'hombre afeminado' (restringida a El Salvador y Nicaragua, y atestiguada en 2003 por Romero en su Diccionario de salvadoreñismos); 'cuchillo cuya hoja puede plegarse para guardar el filo dentro del mango' (registrada en Variación léxica del español en el mundo, de Ueda, en 2005); 'referido a alguien, que es cobarde, pusilánime' (propia de México y atestiguada en 2010 en el Diccionario de mexicanismos de la Academia Mexicana de la Lengua). Asimismo, son de uso coloquial y están circunscritas a la República Dominicana las acepciones 'asunto escondido o secreto' y 'mal olor provocado por la sudoración de las axilas', documentadas ambas por vez primera en el Diccionario de dominicanismos (2006) de Llibre Tello. 

Por último, algunas locuciones incluyen también el sustantivo puñal: la verbal clavar [a alguien] un (el) puñal por (en) la espalda, atestiguada en 1841 en un artículo de El Castellano (Madrid), con el valor de 'cometer una falta [contra una persona] al no cumplir la palabra dada o no guardar la lealtad debida' (sinónima de cierto valor de apuñalar y de apuñalear); la locución adjetiva de (con) puñal en (la) liga, que se origina en España en el siglo XIX (se atestigua por primera vez en Historia que parece novela,  de F. Corradi Gómez, en 1840) y se formaliza como argentinismo en el siglo XX con el valor '[mujer] que actúa con decisión, valor y descaro'; la locución verbal meterse (o echarse) un puñal , que tiene el valor 'estudiar [una asignatura o un tema] en poco tiempo y de forma intensiva' (sinónimo de cierto valor pronominal de  puñalear y apuñalear ) y se atestigua, en 1993, en el Diccionario de venezolanismos  de Tejera; la locución verbal poner [a alguien] un puñal en el (al) pecho (en la garganta) , con el valor 'ejercer presión psíquica [sobre alguien] para obligarlo a decir o hacer algo contra su voluntad' y un primer testimonio en Gritos del infierno para despertar al mundo (a1714) de J. Boneta; la locución sustantiva puñal por (en) la espalda , que se recoge en un artículo del Diario de Burgos (Burgos),  de 1988, y tiene el valor de 'acto o hecho que implica un engaño o un daño a una persona a la que debe lealtad' (sinónimo de   puñalazo por (en) la espalda );  el compuesto nominal siete puñales, atestiguado en El copo de Nieve (1876), de Á. Grassi, con el valor 'serie de hechos o sucesos que causan un sentimiento intenso de pena y congoja'; y, por último, poner puñales, locución verbal adscrita a Argentina y recogida en el Diccionario de argentinismos, neologismos y barbarismos (1911) de Segovia, con el valor 'ejercer coacción moral sobre él, constreñirle á ejecutar una cosa'.