ESPAÑOL AL DÍA

¿La letra «y» se escribe con tilde en algún caso?

El acento prosódico no afecta por igual a todos los elementos de la sílaba acentuada: son la vocal o las vocales que constituyen su núcleo las que se ven más alteradas en sus valores acústicos; de ahí que la tilde, el signo gráfico que representa el acento prosódico, se coloque precisamente sobre las vocales: a (árbol), e (café), i (típico), o (balón), u (único). Pero estas cinco letras no son las únicas con valor vocálico en español: la letra y puede también representar el fonema vocal /i/, como sucede en la conjunción copulativa y (tierra y aire) o, a final de palabra, en voces como ay, rey, estoy, cuy, buey, Uruguay... En ninguno de estos casos el acento prosódico recae sobre la letra y, de modo que no se necesita tildarla.

Sin embargo, existen algunas palabras en las que esta letra, teniendo valor vocálico, aparece en otras posiciones, en palabras cuya grafía no se acomoda a las pautas ortográficas del español actual. La mayoría son nombres propios —topónimos y apellidos principalmente— que han conservado su forma antigua, propia de épocas en las que era habitual el uso de la y en posición interior o inicial de palabra; es el caso de Ayllón, Goytisolo, Guaymas, Ynduráin o Yrigoyen, por ejemplo.

Cuando en uno de estos casos excepcionales recae sobre la y el acento prosódico y la palabra debe tildarse según las reglas de acentuación, la tilde se escribirá necesariamente sobre esa letra; así sucede, por ejemplo, en el topónimo Aýna (municipio de la provincia de Albacete) o en los apellidos Laýna o Laýnez, ya que los hiatos de vocal cerrada tónica en contacto con vocal abierta deben tildarse obligatoriamente.

Esta necesidad se plantea también en las ediciones modernas de textos antiguos acentuadas según las reglas ortográficas actuales. En ellas es posible encontrar muchas palabras con grafías antiguas en las que las reglas de acentuación obligan a escribir con tilde la letra griega: no solo nombre propios, como Ýscar, Ýñigo, Ýñiguez, sino palabras de uso frecuente entonces como otrosý, ansý, aýna o el antiguo adverbio ý (hoy ahí), donde la tilde tiene valor diacrítico, pues lo distingue de la conjunción átona y: «Y la reina ý gran gloria tuvo» (Feliciano de Silva Florisel de Niquea (3.ª parte) [España c. 1534]).

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