El director de la RAE en los premios Mariano de Cavia (foto: El Mundo)

Discurso íntegro del director de la RAE y presidente del jurado de los premios Mariano de Cavia, Luca de Tena y Mingote de 2022

8 de Julio de 2022

«Majestad, presidente de Vocento, director del ABC, miembros del jurado de los premios Cavia, Luca de Tena y Mingote, señoras y señores.

Ahora que he cumplido un trienio de desempeño de la honrosa función de presidir el jurado de estos premios, me atrevo a hacer público, sin faltar al secreto de las deliberaciones, que siempre me ha resultado admirable la facilidad con la que seis directores de periódico y el director de la RAE se ponen de acuerdo para elegir. Digo “se ponen de acuerdo” porque, aunque todos los años se produce una intensa deliberación, la verdad es que la resolución final suele alcanzarse por consenso antes que por votación y las decisiones son, desde que yo he participado en ellas, unánimes. No he encontrado la manera de identificar las divisiones ideológicas que se atribuyen a los diferentes medios, ni me he topado con manías o desencuentros enconados, ni tampoco con un atisbo de ligereza tertuliana que tanto suele invocarse como un mal de nuestro tiempo.

Nada de eso, los miembros del jurado saben que aquí se premia a los periodistas profesionales y a quienes escriben en periódicos porque son escritores que necesitan del medio para comunicarse. No se busca al deliberar otra cosa que los valores de los candidatos. Valores, claro, concernientes al buen periodismo, que son tan consabidos como el juramento de Hipócrates para los médicos o las reglas de Vitrubio para los arquitectos: se han de tener en cuenta sin necesidad de enunciarlos porque están fijados en la médula de ese trabajo y en el corazón de las empresas que lo hacen posible.

El jurado se inclina siempre por muestras excelentes de desempeño del arte periodístico y, seleccionadas las más incontestables, añade un punto de arbitrio o cede a las inclinaciones personales solo para elegir sin perder de vista la actualidad.

Añadiré, y espero que mis compañeros del jurado no vean mal este conjunto de confidencias, que las elecciones del año están cruzadas por un cierto soplo de melancolía. Es fácil identificar la presencia de ese sentimiento en los miembros de un jurado que han presenciado en primera línea el desconcierto de la epidemia, se enfrentan a la información sobre la brutal guerra de Ucrania, avizoran una crisis energética y alimentaria graves y presienten los malos tiempos que se avecinan.

Todos los años, de un modo u otro, además de los valores periodísticos, un sentimiento común puede explicar las inclinaciones del jurado. Me parece claro que este año ha sido la melancolía.

Sebastián de Cobarrubias escribió en 1611 en su Tesoro de la lengua castellana que “dezimos estar uno melancólico quando está triste y pensando de alguna cosa que le da pesadumbre”. No es, necesariamente, una situación negativa para la creación literaria, sino más bien lo contrario. El Renacimiento rehabilitó la melancolía frente a la consideración negativa de la Edad Media. Marsilio Ficino recordó que Platón situaba la parte más alta del espíritu bajo la tutela de Saturno, el más elevado de los planetas, cuyos hijos son melancólicos, y se sitúan entre la exaltación y la desesperanza, entre la locura y la genialidad, pero, en cualquier caso, fuera de la suerte común de los mortales. De las pestes, las hambrunas y la decadencia política de finales del siglo xvi nacieron maravillas como el Guzmán de Alfarache o el Quijote, obras maestras trazadas, de principio a fin, por la melancolía.

Ese soplo de melancolía está presente en las elecciones de este año para los premios que nos reúnen, aunque el jurado no se ha puesto de acuerdo sobre ello.

Designamos a Inés Artajo como premio Luca de Tena al concluir su carrera. Ha sido la suya una admirable y completa trayectoria periodística, comenzada en los puestos más humildes de la redacción y concluida en la responsabilidad de la dirección de un periódico, en el que ha permanecido 43 años, enfrentando todas las amenazas, las crisis, los nuevos retos tecnológicos. Se premia también, con Artajo, la fortaleza de la mejor prensa de provincias.

Premiamos con el Cavia un artículo de Andrés Trapiello, que es un compendio de melancolía, escrito con esa prosa certera y desenvuelta que caracteriza su admirable literatura: concurren en la pieza su padre fallecido, a cuya memoria rinde homenaje; las miserias de las trincheras del terrible frente de Teruel; la solidaridad de quienes compartieron la tragedia, y el deseo de que no vuelva a ocurrir y que se extienda por toda la tierra una tregua sagrada, una paz perpetua.

Elegimos, en fin, para el premio Mingote una fotografía impresionante de Emilio Morenatti que expresa de forma cabal la desolación que está en el fondo de las formas más creativas de la melancolía. La desaparición del hogar familiar bajo el volcán. Una sepultura imprevista, lenta e irresistible.

En todo caso: han sido premios para la admirable carrera completa de Inés Artajo, para la pluma siempre inteligente y múltiple de Trapiello y para la capacidad editorial de la máquina fotográfica de Morenatti, que cuenta historias profundas y conmovedoras con una sola imagen.

Enhorabuena muy sentida a los tres de parte de todo el jurado.

Muchas gracias».

Santiago Muñoz Machado

7 de julio de 2022

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