Ballena / Pixabay

DICCIONARIO HISTÓRICO DE LA LENGUA ESPAÑOLA

La vida de las palabras: «ballena»

19 de Julio de 2021

¿Cuál es el origen de las palabras? ¿Cómo ha evolucionado su uso? ¿Cómo se llegó a su significado actual? En una nueva entrega de «La vida de las palabras», una serie de artículos dedicados a bucear en los orígenes de algunos vocablos, hablamos de ballena. Recuerde que el Diccionario histórico de la lengua española (DHLE) ofrece esta información pormenorizada gracias a exhaustivos métodos en los que confluyen la lingüística, la filología y la informática. 

Esta palabra se documenta por primera vez, con la acepción ‘cetáceo de gran tamaño y, en particular, el de la superfamilia de los misticetos, de hasta 30 metros de longitud, con el cuerpo fusiforme y un espiráculo doble en la parte superior de la cabeza; vive en los principales mares y océanos’, a mediados del siglo xiii, en La Historia de la Donzella Teodor (c. 1250) con la variante vallena y, unos años después, como ballena, en El Evangelio de San Mateo (a. 1260); en ambos casos, se incluye en un pasaje que narra el episodio bíblico del profeta Jonás en el vientre de la ballena. Se consigna, en 1726, en el Diccionario de autoridades, con la definición ‘pescado de monstruoso tamaño, el mayor que produce la mar’, a la que sigue una extensa descripción tomada de Plinio. Con distintos modificadores o complementos se usa para designar diversos tipos de cetáceos como, desde el siglo xix, ballena franca o ballena de los vascos o de Vizcaya; ballena enana o pigmea; ballena azul; ballena gris, etc.

En 1615, en la segunda parte del Quijote de Miguel de Cervantes, se puede comprobar que la palabra se emplea para referirse a un material resistente y elástico, compuesto de queratina, que se extrae de la mandíbula superior de la ballena (también denominado barba de ballena); a partir de este significado se explica una nueva acepción, atestiguada en El Guardainfante de L. Quiñones de Benavente, de 1634: ‘tiras o varillas que se extraen de la mandíbula superior de la ballena o se elaboran de un material similar, y que se emplean para armar prendas de corsetería, paraguas y otros objetos’. Terreros y Pando, en su Diccionario castellano (1786), indica, precisamente, que «se llaman» ballenas «aquellas piezas largas, negras, y fuertes con que se componen las cotillas, quitasoles y otros utensilios». Y por ese motivo la palabra ballena se utilizará también, esporádicamente, para referirse a una ‘prenda interior, emballenada, que se ajusta al cuerpo de la mujer de los hombros a la cintura’ (o, como se define en el Diccionario de autoridades, a un ‘ajustador que trahen las mugeres, que por otro nombre se llama Cotilla').

Aunque la amplia y rica historia de la palabra ballena (y sus derivados) puede consultarse en el DHLE, conviene recordar ahora que, con el modificador blanca y el significado ‘cetáceo de gran tamaño caracterizado por la ausencia congénita de pigmentación en la piel’, se atestigua desde 1977, en el Palinuro de México, de Fernando del Paso. Esta acepción que tiene su origen en una criatura ficticia, el cachalote (o ballena de esperma) singularmente albino, que da título a la novela Moby Dick, de Herman Melville, obra que, si bien se publicó por primera vez en Estados Unidos en 1851, no alcanzó popularidad internacional hasta las primeras décadas del siglo xx, y particularmente a partir de las diversas adaptaciones cinematográficas del libro, que lo convierten en una referencia cultural citada de manera frecuente en la narrativa y en la prensa de la segunda mitad del siglo xx, y cuyo valor simbólico es el origen de la acepción ‘objetivo imposible o difícil de conseguir, que provoca una obsesión enfermiza en quien lo pretende alcanzar’, como se puede apreciar en este fragmento de La tejedora de sombras (2012) de J. Volpi: «Mientras ella y los albañiles se concentran en los trabajos de la torre, Henry prepara la obra de su vida: el mayor estudio sobre la personalidad que jamás se haya realizado. Su ballena blanca».

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