Huella dactilar (foto: Pixabay)

DICCIONARIO HISTÓRICO DE LA LENGUA ESPAÑOLA

La vida de las palabras: «dactiloscopia»

21 de Septiembre de 2021

¿Cuál es el origen de las palabras? ¿Cómo ha evolucionado su uso? ¿Cómo se llegó a su significado actual? En una nueva entrega de «La vida de las palabras», una serie de artículos dedicados a bucear en los orígenes de algunos vocablos, hablamos de dactiloscopia. Recuerde que el Diccionario histórico de la lengua española (DHLE) ofrece esta información pormenorizada gracias a exhaustivos métodos en los que confluyen la lingüística, la filología y la informática. 

A principios del mes de septiembre se celebró el Día Mundial de la Dactiloscopia, una palabra cuya historia permite asistir a las dificultades lingüísticas que conlleva, en ocasiones, el nacimiento de una nueva técnica. Dactiloscopia se documenta por primera vez, con la acepción «exploración clínica que se realiza aplicando los dedos sobre las cavidades accesibles del cuerpo», en 1884, en un artículo de F. Polo Giraldó publicado en la revista médica El Dictamen (Madrid), una acepción que apenas muestra testimonios hasta finales del siglo xix. Sin embargo, la palabra se utiliza hasta la actualidad para referirse a la «técnica de identificación de personas mediante la impresión y comparación de las líneas epidérmicas de las yemas de los dedos de las manos»; el primer testimonio se localiza en 1894, en un artículo escrito por el matemático Francisco Latzina, quien se muestra en desacuerdo con el nombre icnofalangometría, creado por el antropometrista Juan Vucetich, para denominar la técnica de identificación mediante huellas dactilares que él mismo perfeccionó, y propone el uso de dactiloscopia, argumentando que los formantes o temas de origen griego que componen la palabra se ajustan más a la realidad que pretenden designar: «Desde luego en la icnofalangometría no se mide nada, por consiguiente está demás [sic] lo de la metría; se observa, se examina, se mira la impresión del dedo, la figura que sus estrías palmares forman. Pues entonces, si es absolutamente necesario que se emplee una palabra griega para denominar el procedimiento, y para que el nombre ese haga juego con antropometría, dígase, por ejemplo dactiloscopia, compuesto de daktylos, dedo, y skopein, examinar, vocablo que va más propio, más corto (13 letras contra 17) y hasta más eufónico que el icnofalangometría» («Reminiscencias platenses con ribetes antropométricos», La Nación, 08/01/1894).

La propuesta de Latzina triunfó inmediatamente, hasta el punto de que Juan Vucetich aceptó la innovación y la empleó en sus obras; así, en 1904, escribe: «Por ello sale á la luz este trabajo. Abarca las tres fases necesarias á la identificación moderna, libre ya de los cabeceos pasados en que nos envolvía fatalmente la antropometría [...]. Dichas tres fases de nuestro trabajo son: Estudio comparativo de los dos sistemas universales de identificación: antropometría y dactiloscopía. Comparación de los sistemas dactiloscópicos entre sí» (Dactiloscopía comparada. El nuevo sistema argentino, La Plata, establecimiento tipográfico Jacobo Peuser). Como es bien sabido, Vucetich pasará a la historia como la primera persona que crea, el 1 de septiembre de 1891, un registro de fichas dactilares con las huellas de varios procesados.

Esta técnica se conocerá también como dactilografía y a la operación de imprimir las líneas epidérmicas de las yemas de los dedos con el fin de identificar a una persona, dactiloscopiar, dactilografiar o, coloquialmente, tocar el piano (o tocar el pianito o el pianín).

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