Nieve y hielo que se acumula en los tejados (foto: Pixabay)

Diccionario histórico de la lengua española

La vida de las palabras: «gotera»

14 de Enero de 2021

Cuando la nieve comience a derretirse de los tejados, quizá dejará tras de sí la inesperada herencia de algunas goteras. Esta es la palabra que abordamos en una nueva entrega de «La vida de las palabras», una serie de artículos que pretende aproximar al lector al origen de algunos términos de nuestra lengua de la mano del Diccionario histórico de la lengua española, una obra que ofrece esta información pormenorizada gracias a exhaustivos métodos en los que confluyen la lingüística, la filología y la informática. 

Gotera es originariamente, en el siglo xii, un conducto que recibe y vierte el agua de los tejados. Ya en el siglo xiii se registra como ‘caída de gotas de agua’ en el Vidal Mayor (c. 1250), obra en la que se indica que es necesario dejar un «loguar comunal […] entre las paredes pora recebir las goteras de la mi casa et de la tuya»; a partir de esta acepción se crea la de ‘zona que rodea un lugar’ y así goteras se usa en la actualidad, especialmente en algunos países de América, para referirse a los alrededores o afueras de una población, de tal modo que se puede hablar de «las goteras de Bogotá». Con el significado de ‘filtración’, ya se emplea en la Edad Media (y también como una especie de dosel de las camas), pero quizá lo más curioso es que a partir de ese valor se usa desde el siglo xix para referirse a los achaques propios de la vejez, y así podemos asistir a una obra de teatro de Eladia González en la que una de sus protagonistas, Alejandra, afirma que «las goteras en serio empiezan a los setenta», pero que «luego te estabilizas».

La palabra madre de esta familia, gota, se registra por primera vez, con la acepción ‘porción pequeña y redondeada [de un líquido o de una sustancia fundible]’, hacia 1223, en la Semejanza del mundo (BNM 3369), y se atestigua con frecuencia en todas las épocas. Poco después, en la Vida de santo Domingo de Silos (fechada hacia 1236) de Gonzalo de Berceo, se registra como sinónimo de epilepsia y con ese valor, cuyo uso decae en el siglo xviii, se acompaña frecuentemente de los modificadores caduca o coral. En el campo de las enfermedades la palabra gota se asocia hoy con la dolencia caracterizada por la hinchazón, rigidez y dolor agudo en las articulaciones de las extremidades y, en particular, la causada por el aumento de ácido úrico en la sangre; con este valor se conoce también en nuestra lengua desde 1236 (cuando la emplea Berceo en la obra anteriormente citada). Pero la biografía de gota, que se cuenta con más detalle en el NDHE, se prolonga más allá del mundo de las dolencias, de tal modo que la voz se utiliza ya en el siglo xiv como indefinido, con el significado de ‘ninguna cosa’; ya Juan Ruiz, en el Libro de Buen Amor, afirma no poder «dezir gota» tras la muerte de Trotaconventos. Y a partir del significado de ‘cantidad pequeña [de algo]’ se puede deducir perfectamente el de expresiones como cuatro gotas (‘lluvia muy débil y de corta duración’). Y estos días en España, retirando la nieve y el hielo, muchas personas han sudado la gota gorda (es decir, se han esforzado mucho).

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