Funeral por Cervantes y los académicos fallecidos (foto: RAE)

Solemne funeral en memoria de Cervantes en la iglesia de las Trinitarias

22 de Abril de 2022

En la semana del 23 de abril, coincidiendo con las conmemoraciones del Día del Libro y la Semana Cervantina, la iglesia de las Religiosas Trinitarias de Madrid, situada en el número 18 de la calle Lope de Vega, alberga el tradicional funeral en memoria de Miguel de Cervantes Saavedra, cuyos restos reposan en el citado convento, según consta en dos placas colocadas en el edificio, una en la fachada y otra junto al altar. Tras la pandemia del coronavirus, que ha impedido la celebración presencial durante dos años, este 2022 ha podido oficiarse en el templo.

El funeral es ofrecido por la dirección de la corporación en recuerdo del autor del Quijote, según una costumbre que se remonta al siglo xix. «La dedicación se hace extensiva a los académicos muertos durante el año y por cuantas personas han cultivado las letras», explica Alonso Zamora Vicente en su Historia de la Real Academia Española. En esta ocasión, la ceremonia, que ha tenido lugar el jueves, 21 de abril, a las siete y media de la tarde, ha recordado a los académicos fallecidos Margarita Salas, Gregorio Salvador, Federico Corriente, Francisco Rodríguez Adrados, Francisco Brines y Manuel Seco.

«Vemos con claridad que el funeral se convirtió en un gran acto académico-cultural, con amplio gesto hacia el público. El primero (23 de abril de 1861) fue verdaderamente un acontecimiento», asegura Zamora Vicente, en el título de 1999 y reeditado en 2015 sobre la historia de la RAE. «Sobre el túmulo se colocó el hábito de la franciscana Orden Tercera, a la que Cervantes perteneció; una espada como las usuales en tiempo de Lepanto, unos grilletes que recordaran los duros años del cautiverio argelino, una corona de laurel y el ejemplar del Quijote de Ibarra (1780), joya de la biblioteca académica, por ser el único que quedaba en manos de la Academia».

La ceremonia servía y sirve para volcar «al exterior la vida académica» y «para leer el resumen de las actas y otras actividades», añade Zamora Vicente. «Habitual en el siglo xix, se había perdido la costumbre en el xx. Ahora parece que, nuevamente, se intenta restablecer. Es una discreta medida para que los medios de comunicación y el público en general sigan con atención la marcha de los trabajos académicos. Ha vuelto a hacerse en 1992-1993», escribía el lexicógrafo.

El director de la RAE y presidente de la ASALE, Santiago Muñoz Machado, explica, sobre esta tradición, que «el pleno ordinario se acorta y los académicos se trasladan a la iglesia del convento de las Trinitarias, donde consta que fue enterrado ese día, hace cuatrocientos cuatro años, el autor del Quijote. Dice la misa el arzobispo de Madrid o un eclesiástico de rango parecido y los académicos, cualesquiera que sean sus creencias, respetan el protocolo y, al término, van a tomarse una copita de vino dulce con pastas junto a las monjas de clausura, convenientemente separadas de nosotros por una tupida reja de hierro forjado».

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