Aurora Egido y Estrella Cartín, presidenta de la Academia Costarricense.

Conferencias cervantinas de Aurora Egido en Costa Rica

4 de Noviembre de 2016

La académica Aurora Egido, catedrática emérita de Literatura Española de la Universidad de Zaragoza, visitó este semana la Academia Costarricense de la Lengua y la Universidad de Costa Rica. Acompañada de la presidenta de la corporación costarricense, Estrella Cartín de Guier, impartió sendas conferencias relacionadas con el Quijote, coincidiendo con la conmemoración del 400.º aniversario de la muerte de Miguel de Cervantes.

Dentro de los actos incluidos en el programa de esta visita institucional, la profesora Egido asistió a una sesión plenaria de la Academia Costarricense y se reunió con el embajador de España en Costa Rica, Jesús María Rodríguez-Andía y Parada, y con la escritora Lara Ríos (Marilyn Echeverría Zürcher). 

PLURALIDAD LINGÜÍSTICA

La primera de las conferencias, titulada «Las lenguas en la Segunda Parte del Quijote», tuvo lugar en la sede de la corporación costarricense el jueves, 3 de noviembre.

Aurora Egido mostró el avance que la pluralidad lingüística ofrece en la segunda parte de la obra cervantina. Su autor, amigo de Damasio de Frías, que escribió un libro titulado El diálogo de las lenguas, recogió de este la ligazón que ofrece el arte de la discreción a la hora de mostrar la problemática, o mejor diríamos, la riqueza de las lenguas en contacto. En su disertación, Egido destacó que, para Cervantes «la discreción es la gramática del buen lenguaje que se acompaña con el uso». Además, explicó que Horacio ya habló de cómo en los fenómenos del lenguaje, aparte de la norma, rige la consuetudo. «Vale decir, el uso que de dicha lengua hacen los hablantes en el diálogo con los otros».

ORGANISMO VIVO

Según la catedrática de Literatura, «ello fue reconocido por los humanistas del Renacimiento, quienes, como el Brocense en su Minerva, vieron que la lengua era un organismo vivo, sujeto a constantes cambios en la comunicación. Teorías que sin duda han florecido en nuestros días con multitud de variantes sobre la importancia del uso lingüístico». En esas raíces se asentó el riquísimo árbol lingüístico propiciado por las obras de Miguel de Cervantes. Este nos mostró a lo vivo, desde La Galatea al Persiles, la pluralidad de las lenguas, así como la necesidad de traducirlas para el buen entendimiento entre las personas.

El Quijote, como ya viera Leo Spitzer, ofrece un amplio panorama sobre la diversidad del español según las clases sociales, los oficios y la procedencia de sus hablantes. Pero también hay que tener en cuenta los cambios que cada uno de ellos ofrece a tenor de las circunstancias en las que habla, según su edad, sexo y condición. Estos hablan además de distinto modo, dependiendo de a quien se dirigen y sobre todo cuando se enfrentan a hablantes de distinto idioma, dando testimonio del uso de los gestos y de la necesidad de la traducción. 

LA LECTURA COMO PLACER

En la Universidad de Costa Rica pronunció hoy, 4 de noviembre, la conferencia «Por el gusto de leer el Quijote».

Aurora Egido planteó, a la luz de los preceptistas del Renacimiento italiano y español, el viejo debate horaciano del delectare et prodesse, tratando de mostrar la irresistible ascensión que el deleite mostró en las poéticas a finales del siglo xvi y principios del xvii, dejando en un segundo plano el imperativo de la utilidad.

Asimismo, dibujó la singularidad que el Quijote ofrece en un panorama literario en el que «el placer va ganando terreno a la utilidad, hasta hacerse el verdadero dueño como auténtico y casi único fin de la literatura». Según la académica, «Cervantes presumió de haber dado en el Quijote "pasatiempo"». En su caso, como en el de Góngora y otros autores, se mostró la síncopa de un nuevo modelo, cifrado en la utilidad del deleite.

«Por otro lado, Cervantes muestra, desde las primeras páginas del Quijote, el placer del protagonista al inventarse a sí mismo. Percepción que transmite el gozo del propio Cervantes al escribir su obra y que supo transmitir a los propios lectores a través de los siglos», explicó Aurora Egido.

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