José Manuel Sánchez Ron (foto: RAE)

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La ciencia y sus libros. Recomendaciones de José Manuel Sánchez Ron (II)

27 de Abril de 2020

Dentro de los libros de ciencia (o de cualquier otra disciplina) existe un género que siempre ha contado con mis preferencias: las autobiografías. Sé, por supuesto, que todos tendemos a vernos con ojos (los del intelecto) que a veces superan la realidad, pero, aun así, acceder a cómo se vieron a sí mismos algunos de los grandes protagonistas de la historia de la ciencia es apasionante. En las últimas décadas las autografías de científicos importantes han sido —están siendo— más frecuentes, de la mano de una mayor presencia de la ciencia en la sociedad, y del deseo de los propios científicos de formar parte de esa presencia. Pero, en el pasado, las autobiografías de científicos no fueron frecuentes. ¡Cuánto no habríamos dado porque Isaac Newton se hubiera sentado para escribir su visión del mundo y sus propias experiencias! Pero no lo hizo, ni, estoy seguro, se le pasó semejante idea por la cabeza. Y eso que fue un gran grafómano, aunque la mayor parte de los textos manuscritos que dejó trata de cuestiones teológicas y cronología de los reinos antiguos.

De los grandes científicos de los tiempos, dos nos legaron unas autobiografías memorables: Charles Darwin y Santiago Ramón y Cajal. La del creador de la teoría de evolución de las especies es breve pero apasionante. Y no la escribió pensando en el público, sino en su propia familia. Recuerdo sus primeras líneas (Autobiografía): «Un editor alemán me escribió pidiéndome un informe sobre la evolución de mi mente y mi carácter, junto con un esbozo autobiográfico, y pensé que el intento podría entretenerme y resultar, quizá, interesante para mis hijos o para mis nietos. Sé que me habría interesado considerablemente haber leído algún bosquejo de la mente de mi abuelo compuesto por él mismo, por más breve y mortecino que fuera; de lo que pensó y de lo que hizo y de cómo trabajaba». La de Ramón y Cajal (Recuerdos de mi vida) es mucho más extensa, y contiene muchos más detalles de la vida «no científica» del histólogo de Petilla de Aragón, a quien se puede aplicar perfectamente la sentencia de que «nada de lo humano le fue ajeno».

De los grandes científicos de los tiempos, dos nos legaron unas autobiografías memorables: Charles Darwin y Santiago Ramón y Cajal.

Más cercana en el tiempo es la autobiografía de la distinguida neurocientífica italiana —gran admiradora de Cajal— Rita Levi-Montalcini, Premio Nobel de Medicina en 1986. Solo por el título de su libro, Elogio de la imperfección, merecería prestarle atención. Como también merece la mirada introspectiva del entomólogo (renombrado especialista en hormigas; esto es, mirmecólogo), además de buen y frecuente ensayista —afortunadamente todavía vivo— Edward O. WilsonEl naturalista.

¿Y Einstein? ¿Se aventuró en este género literario tan íntimo el científico más famoso de la historia? Pues sí. Escribió unas breves Notas autobiográficas, cuyas primeras líneas atraen vivamente la atención: «Heme aquí, a mis sesenta y siete años, dispuesto a escribir algo así como mi propia necrología». Leyendo esto, el lector puede esperar que el creador de las teorías especial y general de la relatividad se sumerja en apetecibles recuerdos de vivencias personales. Éstas aparecen, sí, pero únicamente en cuanto tienen que ver con su ciencia, porque, como él mismo confesaba, «lo fundamental en la existencia de un hombre de mi especie estriba en qué piensa y cómo piensa, y no en lo que haga o sufra». Tenía razón, por supuesto, aunque nosotros habríamos deseado saber más.

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