Falso retrato de Cervantes atribuido erróneamente a Juan de Jáuregui, donado a la RAE en 1911.
José del Castillo y Fernando Selma. «Sale segunda vez don Quixote á buscar aventuras, y lleva por escudero á Sancho Panza». Madrid, BNE.

«Quijote» de Ibarra

En 1773 la Academia acordó publicar una edición del Quijote con el propósito de que fuera la mejor de las conocidas hasta la fecha.

Con ese planteamiento, se escribió al rey proponiéndole la impresión de una magna edición de la obra de Cervantes, y el 12 de marzo de 1773 Carlos III, por mano de su secretario de Estado Grimaldi, respondía que «ha merecido la mayor aceptación y aplauso del rey el pensamiento de imprimir la Historia de don Quijote, tan correcta y magníficamente como V.S. me expresa en su papel».

El taller elegido fue el de Joaquín Ibarra; se fabricó papel especial para la edición y se tomó como referencia el Quijote publicado por el mismo Ibarra en 1771. La obra, una joya bibliográfica editada en cuatro volúmenes, con ilustraciones de los mejores grabadores de la época, apareció en 1780.

La edición del Quijote de Ibarra incluye, además del cervantino, los siguientes textos: un prólogo académico, que explica cómo se preparó la edición; el retrato de Cervantes y su biografía, escrita por el académico Vicente de los Ríos; un análisis de la novela, escrito por el mismo académico, y un plan cronológico que acotaba la duración de las aventuras del caballero manchego. Cuenta, además, con un importante apartado de fuentes y documentos que sustentan la biografía y el análisis de Vicente de los Ríos.

Para las ilustraciones se formó una comisión que estudió y seleccionó aquellos pasajes que por su contenido eran más susceptibles de ilustrarse. En total se encargaron 33 láminas, incluidas las portadas, el retrato de Cervantes, viñetas y cabeceras, así como un mapa trazado por Tomás López, geógrafo del rey, con los lugares recorridos por don Quijote. La mayor parte de las estampas se encargaron a Antonio Carnicero y José del Castillo, pero colaboraron también otros pintores y dibujantes de la misma generación, como Bernardo Barranco, José Brunete, Gregorio Ferro y Jerónimo Antonio Gil.

Los dibujantes elegidos se sirvieron, para mantener la imagen de los personajes, de unos pequeños modelos de barro cocido que todavía se conservan en la Academia. Entre los grabadores figuran José Joaquín Fabregat, Francisco Montaner, Fernando Selma, Joaquín Ballester, Manuel Salvador Carmona, Juan Barcelón y Pascual Mole.

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