colingo

Diccionario histórico del español de Canarias

colingo, ga

 

colingo, ga. adj. De Cuevas Caídas [= localidad del municipio de Tejeda (Gran Canaria)]. U.t.c.s.

                1955-56 (1977) Guerra Memorias (p.79): Con el sol más manso, ya tumbado, atracó al desmantelado ventorrillo un grupo de «colingos», la gente morena y rara de Cuas Quías, los más tempraneros animadores siempre del camino de Santiago. Ibídem (p.272): La pita la puso una boda «colinga» y la embrujina la metió entre ella la mano izquierda un vivo rabo de lagartija de Pancho Cabrera. Ibídem (p.275): No eran corrientes, al menos por entonces, las bodas entre colingos, sin que ello mermara el censo vecinal de Cúas Quías. Ibídem (p.284): El mozo se le plantó delante a la salerosa colinga. Ibídem (pp.296-297): Juan Manuel Quintana tenía metimiento y vara alta entre la gente colinga, de la que era buen valedor con su cuenta y razón, más algo de simpatía en las ocasiones en que la justicia, los deberes o alguna crujía de las que la vida reparte a fuleque sobre la pobredad, hacía mal tercio a los modos o a la salud de la humana conejera.

¨Aunque sea larga la cita, conviene leerse lo que Guerra Navarro escribe sobre colingo: «Nombre con que son conocidos los naturales de un pago troglodita llamado Cuevas Caídas popularmente «Cuás Quías» y «Cuás Cáidas», enclavado en la fuga de un risco por los altos del pueblo de Tejeda, del centro de Gran Canaria. (Se presume que sus elementales viviendas fueron morada de los primitivos canarios: unas cavernas abiertas en la roca, alguna de hasta tres cuerpos, frescas en verano, cariñosas en el regular invierno. A ellas pudieran haberse acogido, en algún viejo y desconocido momento de la historia de la isla, algunas parejas gitanas tiradas sobre aquellas riberas por las mareas de la vida, mareas que ayudarían sus errabundas tendencias como ayudan las de la langosta cuando se arrima en busca y espera de la pleamar, dejándose llevar luego a salga lo que saliere, con tal que verdee. Las características raciales y éticas del colingo parecen abonar esta presunción. Ellos son espigados, magros y moreno-cetrinos, de ojos y pelos negros, de expresiones muy marcadas y vivaces. Las hembras, en general bellas, andan con la misma voluptuosa pereza de sus presuntas ascendientes. El colingo se muestra espontánea y sencillamente altivo, no gusta de atarse a leyes ni a trabajos de larga duración, burlando las servidumbres habituales con recursos y malicias de pura esencia picaresca. Carecen de remilgos e intolerancias en cuestiones de moral social, cruzándose entre ellos sin aparato y sin entrecejos, al modo simple de sus vecinas de riscos, las palomas silvestres. En sus escasas bodas y en otras diversiones son animosos, jaraneros, bebedores largos y por parejo: lo mismo el hombre que la mujer beben en las convidadas de sus "taifas", sin que ellas hagan ascos al ron, por ejemplo. No son, sin embargo, tipos broncos ni suspicaces y de prontas navajas, como los de su supuesta casta, tal vez ahormados por la dulce temperie insular. Más bien caen en anchas y francas complacencias, con un sentido elementalmente sabio de las necesidades, las del hambre y las otras, también mandadas y del mismo apremio. Con los colingos poco tiene que ver la guardia civil, como no sea para cosa de mozos que están en quintas y no aparecen... Se ganan la vida trabajando a salto de mata, o con el mismo brinco, pero sin sudar para un amo: cogiendo resina y tea en los pinares, cuando tienen gana, ayudando en ciertas recolecciones, como la de la almendra, y pidiendo esto exclusivamente los hombres por esos caminos, a los que se tiran con ropas exprofesamente desastradas "el terno de piír", como ellos llaman, dirigido maliciosamente a provocar la conmiseración. Si en este errar mendicante se viene a mano una gallina más o menos centrifugada, o un cabritillo sacado por sus retozos al terreno de la ocasión y el goloso instinto gitano que parece bullirles en la sangre, es casi seguro que el colingo salta, cobra pieza y sale luego ligerito, vereda adelante».

 

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ISBN 978-84-88366-95-5 (o.c.)978-84-88366-93-1 (v.1) 978-84-88366-94-8 (v.2)

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