CAPÍTULO V. La representación gráfica de las unidades léxicas

1. Palabra y unidad léxica

El término palabra designa la unidad lingüística que probablemente se nombra con más frecuencia en la lengua general, en ámbitos no especializados. Cualquier hablante de español lo emplea constantemente y sin titubeos. Pero ¿qué es una palabra?, ¿qué es lo que la diferencia de otros conceptos o unidades inferiores, como el morfema, o superiores, como el sintagma o grupo sintáctico?

La característica más evidente o inmediatamente apreciable de esta unidad es que su representación gráfica aparece, en la escritura moderna, flanqueada por espacios en blanco (o por signos de puntuación o auxiliares, como en ¿Llueve?, donde la palabra llueve está flanqueada por signos de interrogación, o en director-presentador, donde cada una de las palabras que forman esta expresión compleja está flanqueada en uno de sus extremos por un signo auxiliar como el guion). Pero este rasgo gráfico no es sino el reflejo de otras propiedades. Parece fácil reconocer en la mayoría de las palabras, además de la cohesión gráfica mencionada, una independencia prosódica, manifestada en su capacidad de constituir una unidad acentual autónoma, susceptible de recibir un acento léxico o primario (v. cap. II, § 2.1.4), así como en la posibilidad de ir precedida y seguida de pausa en la enunciación. Asimismo, desde el punto de vista semántico, cabe señalar que las palabras presentan significados unitarios y estables, de los que dan cuenta los diccionarios.

De estas propiedades se siguen otras de índole morfosintáctica, tal vez menos inmediatas, pero igualmente relevantes. Por una parte, en general, entre dos palabras contiguas en una secuencia siempre puede insertarse otra (Llegó ayer > Llegó tarde ayer > Llegó tarde a casa ayer > Llegó tarde a su casa ayer, etc.). Por otra, destacan la inseparabilidad de sus elementos y su fijeza formal (excepción hecha de la variación que experimentan muchas palabras por la adición de morfemas flexivos, los que expresan los rasgos de género, número, tiempo o persona). Su estabilidad formal explica que sean imposibles en el ámbito interno de la palabra determinados procesos morfosintácticos, como la concordancia (el plural de blanquiazul es blanquiazules, y no *blanquisazules), o que no puedan desgajarse sus morfemas constituyentes para emplearlos, por ejemplo, en estructuras coordinadas (no puede decirse *estaré y rás en lugar de estaré y estarás). Además, las palabras, constituidas en sintagmas o grupos sintácticos, pueden desempeñar funciones sintácticas (sujeto, complemento directo, etc.), a diferencia de otras unidades inferiores, como los morfemas, incapacitadas para ello.

Sin embargo, algunos elementos, como los artículos (el, la, un…), la mayoría de las preposiciones (de, con, para…) y conjunciones (y, pero, aunque…) o los pronombres personales átonos (me, lo, se…), no cumplen las propiedades citadas de manera perfecta: no se trata de formas autónomas desde el punto de vista prosódico, sino de elementos átonos, sin acento propio, que necesariamente forman grupo acentual con el núcleo del grupo sintáctico al que pertenecen (el niño [elníño], a Granada [agranáda], aunque llueva [aunkelluéba, aunkeyuéba], me lo dijo [melodíjo]), y carecen de significado propiamente léxico. Pese a ello, cumplen el requisito básico de su independencia gráfica (salvo en el caso de los pronombres átonos pospuestos al verbo, que se escriben hoy unidos a este: dímelo; v. § 2.1.4) y, por ello, se consideran tradicionalmente palabras. Existen, además, otros componentes, como los prefijos o ciertos elementos compositivos, que, sin ser palabras, pueden plantear dudas a los hablantes sobre si deben considerarse siempre afijos o formas ligadas y escribirse, por tanto, unidos a la palabra base sobre la que inciden, o pueden escribirse desligados de esta en determinadas circunstancias (antiarrugas, anti pena de muerte; v. § 2.2.2).

Por otra parte, hay expresiones integradas por varias palabras desde el punto de vista gráfico (como, por ejemplo, arco iris, ojo de buey, de prisa o tal vez) que, sin embargo, constituyen unidades desde el punto de vista léxico, es decir, han alcanzado un alto grado de cohesión, fijeza y estabilidad formales, y su significado es también unitario, pues no deriva de la suma de significados de sus componentes. De ahí la necesidad de emplear la denominación de unidad léxica para hacer referencia tanto a las palabras gráficamente simples (que serían unidades léxicas univerbales) como a las expresiones complejas formadas por varias palabras que, sin embargo, funcionan de forma unitaria a efectos léxicos (que serían unidades léxicas pluriverbales). Algunas de estas unidades léxicas pluriverbales, también llamadas, en sentido amplio, locuciones, pueden ir adquiriendo, de modo paulatino, las propiedades prosódicas y morfológicas que caracterizan a las palabras, y que se han explicado someramente más arriba. Cuando eso sucede, las locuciones son también susceptibles de asumir una grafía simple, en una sola palabra gráfica, que puede convivir con la grafía compleja originaria o desbancarla (campo santo > camposanto; tela de araña > telaraña; a Dios > adiós; de prisa > deprisa; tal vez > talvez, etc.). Dado que se trata de un proceso lento, que puede no llegar a completarse, es frecuente que este tipo de unidades léxicas planteen problemas a los hablantes cuando estos se enfrentan a su escritura (v. § 2.4.1). Otras secuencias que pueden suscitar dudas son aquellas que poseen distinto valor si se escriben en una o en varias palabras, como adondequiera /adonde quiera, sino/si no, sobretodo/sobre todo, etc. (v. § 2.4.2).

A lo largo de este capítulo se abordarán, pues, diferentes cuestiones relativas a la representación gráfica de las unidades léxicas. El apartado 2 está dedicado a los problemas de unión y separación de elementos en la escritura. El apartado 3 se detiene a analizar los procedimientos de abreviación gráfica existentes: las abreviaturas (§ 3.2) y las siglas (§ 3.3). Finalmente, el apartado 4 se ocupa de la ortografía de los símbolos, cuyo tratamiento se incluye en este capítulo por su semejanza con las abreviaturas, con las que, sin embargo, no deben confundirse.

     

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