Sintaxis

16. El pronombre personal. La correferencia. Las formas de tratamiento

16.16 Las formas de tratamiento (II). Sustantivos y grupos nominales

16.16a Es un rasgo común de las lenguas romances el usar grupos nominales construidos con posesivos en lugar de pronombres de segunda persona. Se trata de expresiones como tu persona (o asimilables a ellas) en lugar del pronombre (recuérdese el § 16.1d). El latín medieval conoció un gran número de fórmulas nominales construidas con «posesivo + nombre común» que se usaron como formas de tratamiento. Estaban entre ellas vestra dominatio, dilectio vestra, vestra indulgentia, auctoritas vestra y otras similares. El español medieval y el clásico usaron numerosos sustantivos que expresan virtudes y otras cualidades de las personas en esos mismos contextos: alteza, beatitud, bondad, caridad, gracia, grandeza, merced, nobleza, prudencia, reverencia, serenidad y otros análogos. Cuando estos sustantivos se emplean con trato de vos, se construyen con el posesivo vuestra (vuestra excelencia); cuando se utilizan con trato de usted, el posesivo suele ser su (su excelencia). En España emplean todavía la designación mi autoridad, para hablar de sí mismos en documentos oficiales, el Director General de la Guardia Civil, algunos delegados regionales del gobierno central y otras jerarquías: La propuesta será remitida por mi Autoridad al Consejo Superior de la Guardia Civil (BOC 27/4/2000).

16.16b La fórmula vuestra merced se conoció en España en el siglo xiv (se usa ya en El conde Lucanor), y se desarrolló a lo largo de los tres siglos siguientes, en los que se impuso como forma general para el trato de respeto. La rápida extensión que ganó vuestra merced en el español clásico hizo que adquiriera pronto numerosas variantes gráficas y léxicas: vuesa merced, vuesarced, vuasted, vuaçed, vuçed, vusted y otras similares. El uso de su merced (también su mercé o sumercé) en América a lo largo del siglo xix y principios del xx abarca casi todas las áreas lingüísticas. En Caldas y otras partes de Colombia se empleaba hasta hace poco la forma suarcé. Aún perviven en ese país sumercé o su mercé. Se usó su merced profusamente en la España meridional a lo largo del siglo xix. Hasta hace no mucho tiempo se utilizaba también, como fórmula de trato cortés, en el este de Guatemala, así como en algunas partes de Venezuela. Todavía se registran en ámbitos rurales de la República Dominicana su merced, su mercedita y su meicé, incluso en el trato de familiaridad. He aquí algunos ejemplos de estas expresiones en textos americanos:

Si algún campesino se nos cruzaba por el camino, se quitaba el sombrero de paja y, con la vista en el suelo, saludaba a los patrones, “su mercé”, nos decía (Allende, Retrato); Y ¿qué le diré a su mercé de cuidar las cosas de la casa, y del campo de los animales […]? (Fernández Lizardi, Quijotita); Sí, las mujeres (y los hombres) de los pueblos aislados de las montañas mexicanas hablan un purísimo español del siglo xvi, como si la lengua allí hubiese sido puesta a congelar y Herme —decidí abreviarla— abundaba en “su merced” y “mercar” y lo mesmo y mandinga y mandado —para limitarme a sus emes— (Fuentes, Compañía); Cuando su merced dicta circularmente, orden del Perpetuo Dictador, yo escribo sus palabras en la Circular Perpetua. Cuando su merced piensa en voz alta, voz de Hombre Supremo, anoto sus palabras en la Libreta de Apuntes (Roa Bastos, Supremo).

La forma mercé se ha usado durante largo tiempo en la lengua popular de la República Dominicana como título de respeto, análogo al general don/doña: mercé Santiago, mercé María. Permanece hoy en España su merced en expresiones irónicas o sarcásticas propias de la lengua familiar, como cuando una madre le dice a su hijo: A ver si quiere su merced levantarse ya de la cama.

16.16c Si bien vuestra merced era la forma genérica usada para el trato general de respeto en el siglo xvi, se desarrollaron otras más específicas para diversas dignidades, muchas de las cuales aún perviven. Vuestra señoría se dirigía a obispos, condes y marqueses, y vuestra excelencia se aplicaba a duques, virreyes y otros altos dignatarios. Como sucede en la lengua actual —aunque hoy se usa más su que vuestra— el tratamiento de vuestra majestad se dirigía solo a los reyes, vuestra alteza solo a los príncipes, vuestra reverencia solo a los prelados y vuestra santidad solo al papa. Su señoría se usa actualmente de manera general en el trato oficial entre parlamentarios en España. Para dirigirse a los militares con grado de coronel o capitán de navío se utiliza la forma reducida usía, que en Chile se aplica asimismo a los jueces. Existen otras muchas divergencias similares entre los países hispanohablantes en lo relativo a los destinatarios de estas fórmulas. El tratamiento de vuestra (o su) ilustrísima, raro en la lengua antigua, se otorga hoy a los obispos en España, el Ecuador, el Perú o El Salvador, entre otros países. La forma vuecencia, reducción de vuestra excelencia, se otorga actualmente en España a los militares con grado de general o almirante. Se usa en muchos países su eminencia para dirigirse a los cardenales. Como se comprueba, a estos nombres de títulos y dignidades se anteponen los posesivos vuestro/vuestra o su. Es habitual en cambio anteponer el posesivo mi al sustantivo que expresa el cargo de los militares a los que uno se dirige, sobre todo —pero no solo— si el que habla es también militar: mi general, mi comandante, mi sargento. Sobre la concordancia de género de los grupos nominales que constituyen fórmulas de tratamiento, como en Su alteza estará {preocupado ~ preocupada}, véase el § 2.6i.

16.16d Existen otros muchos títulos que ponen de manifiesto el oficio o la dignidad de la persona a la que se otorgan. Se anteponen padre/madre, fray (apócope de fraile), hermano/hermana y sor (‘hermana’) al nombre de pila (también al apellido) o al que designa el cargo de los religiosos en todas las áreas lingüísticas, con variación en las preferencias según los países o según las órdenes religiosas:

Yo sé cómo hay que tratar a fray Priscilo (Díez, Fuente); Fue a despedirse de sor Severina en la pequeña capilla de la clínica (Dou, Luna); Alicia quiso que la bautizara el padre Celestino (Salisachs, Gangrena); La madre superiora hizo servir dulces y refrescos sobre una mesa campesina (Olivas, Cocina); El hermano Gerardo decía siempre que los pecadores son capaces de hacer cualquier cosa para que todo el mundo se vuelva pecador (Mendicutti, Palomo); Ahora el sacristán o la hermana tornera sacan agua y el obispo la bendice (Umbral, Leyenda).

16.16e En el español general contemporáneo se antepone don/doña al nombre de pila como forma de designación respetuosa o cortés (don Francisco, doña María). Estas construcciones suelen analizarse como fórmulas apositivas (§ 12.13j), puesto que don y doña se derivan, respectivamente, de las voces latinas domĭnus y domĭna, por tanto de términos nominales. No es infrecuente el uso de don/doña con diminutivos e hipocorísticos (doña Manolita, don Paco), a pesar de la contradicción aparente que sugiere el contraste, cuando se dan las circunstancias apropiadas de afecto, familiaridad e informalidad que esa peculiar combinación requiere:

¿No cabía en lo posible que la Regenta, aquella santa, y el don Alvarito, se entendieran y quisieran coger en una trampa al pobre Fermo? (Clarín, Regenta); ¿Y doña Anita qué? ¿No veía el señor oficial la cabeza blanca, el porte, la distinción, la dignidad, la decencia? (Vallejo, F., Fuego); ¿Usted la vio, don Pepe? (Rossi, María); ¿Hago frijoles, doña Lucita? (Parrado, Bembeta); Nosotros también brindamos por doña Tatá (Vergés, Cenizas); Acude con su esposa, doña Toyita, a alfabetizar a sus trabajadores (Hora 3/5/1997); Doña Antoñita se le acercó al oído, y le habló algunas palabras (Ayala, Usurpadores).

16.16f La lengua clásica usó como recurso cómico o irónico la anteposición de don/doña a nombres comunes de cosa, como revela el famoso don Dinero quevediano. El idioma ha lexicalizado este recurso en expresiones como ser alguien un don nadie. El lenguaje publicitario contemporáneo ha hecho abundante uso de él, hasta el punto de convertirlo en fórmula frecuente para crear marcas comerciales (Don Balón, Don Auto, Don Algodón). En el español de buena parte de los países americanos es relativamente frecuente el uso de doña como apelativo autónomo en contextos informales: ¿Cómo le va, doña? He aquí algunos ejemplos de este uso:

Oiga, ¿otra vez aquí? Deje paso, ¿quiere? Oiga, doña, hay otras personas que necesitan boletos, ¿no le parece? Deje libre la ventana, ¿quiere? (Lynch, Dedos); evelio: Mire, doña, no me haga hablar. chich: Hable, hable. No le sabía esa gracia de levantar falsos (Cabada, Agua); —¿Cómo está, doña? —dijo Quintín Ledesma, con una sonrisa de oreja a oreja (Alberto, Eternidad).

En el Paraguay es frecuente la aféresis ña. Con escasas excepciones, como el español del Uruguay, no posee el mismo uso el equivalente masculino don.

16.16g El apelativo señor/señora se diferencia de don/doña en que puede usarse en plural, y también en que puede preceder al nombre completo de la persona a la que se aplica o anteponerse al apellido. El sustantivo señor es un nombre común y, por tanto, requiere artículo, frente a don/doña (Ha llamado el señor Francisco García), salvo cuando se usa en las expresiones vocativas, en los encabezamientos y en las direcciones postales. En estos casos, el término señor precede a menudo a don, más frecuentemente en el español europeo: señor don Francisco García12.3j y ss.). Las expresiones el señor X o la señora Y son formas comunes de dirigirse a alguien en la mayor parte de las áreas caribeña y andina, además de en Chile y en otros países: ¿Cómo está la señora Amelia, que hace tiempo que no viene por acá? Se usan en el registro formal de la lengua oral de muchos países los grupos nominales formados con la pauta «posesivo + señor o señora + nombre de parentesco»: mi señor padre, su señora abuela, su señora madre o mamá, etc., como en Naturalmente que no molestaremos a su señora mamá, no se preocupe, capitán (Vargas Llosa, Pantaleón), si bien estas fórmulas no constituyen necesariamente expresiones de tratamiento. Se observa en muchos países que decrece el tratamiento de señor/señora en boca de los jóvenes. En el habla coloquial o rural de algunos países centroamericanos (entre ellos El Salvador, Guatemala y Costa Rica) suele emplearse niña en vez de señora para dirigirse a las mujeres, sea cual sea su edad, como en ¿Cómo está la niña Luisa?

16.16h La oposición señorita/señora constituyó tradicionalmente una manera de distinguir el estado civil de la mujer. Se usaba señorita para referirse a las mujeres solteras, y se empleaba señora para dirigirse a las casadas. Esta distinción es considerada hoy discriminatoria por muchas personas, no solo porque el estado civil de la mujer no ha de convertirse en expresión apelativa o designativa, sino también porque no existe una distinción paralela entre señor y señorito. Aun así, y con diferencias notables entre los países, el término señorita se sigue usando para referirse a la mujer soltera. También está vigente en muchas zonas hispanohablantes el uso de señorita para hacer referencia a mujeres que ejercen determinadas profesiones, con independencia de su estado civil, como maestras o profesoras, enfermeras, empleadas de la Administración, secretarias, camareras, azafatas o dependientas. Así, por ejemplo, es frecuente en muchos países dirigirse a las telefonistas con el vocativo señorita, a pesar de que el que habla carece, como es obvio, de cualquier información sobre la persona con la que está hablando. Además de con estas profesiones y otras similares, la oposición señorita/señora se asocia hoy en no pocas áreas lingüísticas con la edad de las mujeres, en lugar de con su estado civil, de forma que el tratamiento de señorita se dirige comúnmente a las adolescentes o a las muchachas jóvenes, y se reserva el de señora para las mujeres de más edad.

16.16i Los sustantivos que designan relaciones de parentesco se usan como términos apelativos (madre o mamá, hijo, primo, abuela, tío, compadre, etc.), aunque no todos son igualmente comunes en esos usos (hermano, yerno). En casi todos los países americanos se emplean los términos papá y mamá para hacer referencia a los progenitores de alguien, sea cual sea su edad:

Yo tengo paciencia para cuidarla a ella y a mi esposo. Yo le pido paciencia a Dios. Mi mamá tiene 80 años (Grupo Investigaciones Agrarias, Vida); —Yo estaba seguro que tú tenías treinta y seis. —Claro tía, tú eres cuatro años menor que mi mamá, y mi mamá cuarenta —dijo Francisco (Bayly, Días).

16.16j Es frecuente utilizar en el habla familiar otras designaciones coloquiales y populares para nombrar a los padres. Cabe señalar, entre otras, pai/mai; taita; (mi) viejo/(mi) vieja; papi/mami; papito/mamita. Para referirse a los amigos y a las personas cercanas con las que se tiene confianza se usan un gran número de términos: compañero (a veces abreviado en compa o compi), compai (en las Antillas y también en el Paraguay), mano (de hermano) o manito, cuate (los tres en México y Guatemala), paisa, compadre, gurí (en el Uruguay), pelado (en el Ecuador), mitaí (en el Paraguay). En muchos países se utilizan, además, términos de parentesco que no corresponden a la relación familiar que expresan literalmente, como mijo o mijito, cuñado, primo, hermanazo (en parte del Caribe continental, además de en El Salvador, entre otros países). Se ejemplifican a continuación algunos de estos usos:

Cuando yo jugaba a la pelota en la calle mi viejo ya hacía paros pidiendo mejoras (Daneri, Matar); Esas son puras cantinfladas, manito (Fuentes, Cristóbal); Este es país libre, compadre (Facundo, Estampas); Mi taita empezó a echarse los bultos al hombro, y con el tiempo le dio por hablar solo por los caminos (Maldonado Pérez, Latifundios); ¿Qué le hicieron a tu corazón, mijito? (Flores, Siguamonta).

Algunas designaciones pueden incorporar connotaciones políticas: camarada, compañero. Para dirigirse a los niños se usan mocoso, chaval (ambos en España), chavo (en México, así como en Guatemala, Honduras, Nicaragua y otros países centroamericanos), pibe (en Bolivia y en el área rioplatense), chino, guambito (en Colombia), churre, corito (ambos en el Perú), patojo (en Guatemala), cipote (en El Salvador, Nicaragua y otros países centroamericanos), entre otros.

16.16k Los sustantivos que designan títulos, cargos y oficios se pueden emplear en español como apelativos en el trato personal, además de como títulos oficiales: alcalde, director, doctor, ingeniero, licenciado, maestro, ministro, presidente, profesor, rector. El uso de estos apelativos es compatible en la conversación con las formas de confianza cuando se utilizan sin las expresiones don o señor (¿Estás de acuerdo, presidente?), pero se requieren las formas verbales correspondientes al trato de respeto cuando se construyen con señor/señora (¿Está usted de acuerdo, señor presidente?). En general, es raro tutear a la persona a la que se dirige el que habla con las designaciones nominales de respeto mencionadas, pero se encuentran esporádicamente estas combinaciones usadas con propósitos cómicos, irónicos o incisivos. Entre los títulos que no designan profesiones asociadas con dignidades destaca sobre todo el de maestro, usado antes del apellido, que en la Argentina y en México, entre otros países, revela una altísima consideración hacia el que lo recibe.

16.16l Existen otras muchas expresiones de valor apelativo (§ 16.1f y ss.). Algunas de ellas están determinadas por códigos diplomáticos, más que por criterios gramaticales; otras, en cambio, están en función de usos idiomáticos cultos o populares sumamente variables que se han analizado en los estudios dialectológicos y sociolingüísticos. Así, resulta natural oír en muchas partes del mundo hispánico las expresiones mi amor, cariñito, mi reina, preciosa, joven, corazón, doñita, madrecita, mamacita, abuela y otras similares, dirigidas incluso a personas desconocidas, como suele suceder en los mercados, lo que puede dar lugar a equívocos con hablantes de otras procedencias. Más restringidas están otras como jefa, marchante, güera o güerita, seño, patrona y otras similares. Las formas apelativas presentan mayor variación aún, y a menudo cambian con mayor celeridad cuando se usan entre los jóvenes para dirigirse a sus compañeros. Se emplean de esta forma buey (o güey) en México; tronco, colega y tío en España (la última también en El Salvador); loco en el área rioplatense y en parte de la centroamericana y la andina; chango y cuate en Bolivia; huevón en el Perú (sin connotación despectiva); maje en Costa Rica, y bolú, contracción de boludo, en el Paraguay. Existen otros muchos usos similares.

 

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