Blas Cabrera y Felipe

Imagen Blas Cabrera y Felipe

letra I

Toma de Posesión

26 de Enero de 1936

Fallecimiento

1 de Agosto de 1945

Blas Cabrera y Felipe

Académico de número

Lanzarote, 1878-México, 1945

Tras la muerte de Santiago Ramón y Cajal, el eminente físico canario Blas Cabrera fue llamado a ocupar su silla (la I) en la Academia. Tomó posesión de su plaza el 26 de enero de 1936 con el discurso titulado Evolución de los conceptos físicos y lenguaje, al que le respondió, en nombre de la corporación, Ignacio Bolívar.

En su discurso, además de pronunciar, como es costumbre, unas palabras de veneración a su antecesor, Blas Cabrera habló de la escasa documentación científica que existía en español y de las pésimas traducciones que obligaban a los estudiantes de esas disciplinas a recurrir a textos extranjeros para adquirir los conocimientos necesarios. Reivindicaba, como hizo antes Ramón y Cajal, el papel de los científicos españoles y del español en el mundo de la ciencia.

La carrera científica de Blas Cabrera —nacido el 20 de mayo de 1878— es extensa y abrumadora. Inclinado en un primer momento hacia las leyes, el encuentro diario con Ramón y Cajal en las tertulias del céntrico Café Suizo de Madrid —donde animaba a los jóvenes a tomar el camino de la ciencia— llevó a Cabrera a interesarse por la física y a ocupar, años más tarde, la silla que en su día perteneció al hombre que había despertado su vocación.

El físico, que conoció y adaptó a la física española cuanto de nuevo había en Europa sobre la materia, ocupó distintos cargos en España. Fue vicerrector de la Universidad Central en 1929 y rector de 1930 a 1931, año en que fue nombrado vocal de la Junta Constructora de la Ciudad Universitaria. En 1932, con la colaboración de Julio Palacios y Miguel Catalán, creó el Instituto Nacional de Física y Química, con la ayuda de la Fundación Rockefeller. En 1934 fue nombrado rector de la Universidad Internacional de Verano de Santander por el Gobierno de la república, donde le sorprendió la Guerra Civil. Presidió la Sociedad Española de Física y Química en 1916 y en 1923, y de 1934 a 1938 la Real Academia de Ciencias (de la que era miembro desde 1910 tras la lectura de su discurso de ingreso, titulado El éter y sus relaciones con la materia en reposo, en el que analizó la situación de la electrodinámica, la teoría del electrón de Hendrik Lorentz y la relatividad especial, recientemente desarrollada por Albert Einstein).

Durante la guerra civil española Blas Cabrera abandonó España y se refugió en el Colegio de España de la Cité Universitaire de Paris. Fue expulsado de su cátedra de la Universidad Central de Madrid en 1939 y, en 1941, abandonó Francia y marchó a Cuba. Finalmente, debilitado por el párkinson que padecía, se instaló en Ciudad de México como profesor de Física Atómica e Historia de la Física, donde publicó, junto a otros artículos de carácter general, El magnetismo de la materia (1944), una monografía en la que resumía sus trabajos.

A Blas Cabrera —que había dedicado su vida a la investigación y había creado una escuela de importantes discípulos y continuadores— le sorprendió la muerte en México el 1 de agosto de 1945. En su lugar, esta vez la Academia no incluyó a otro científico, sino que fue el poeta Gerardo Diego, miembro de la generación de 27, quien ocupó la silla I y quien dedicó a su antecesor estas palabras en su discurso de ingreso: «Así alcancé a gustar la miel de su palabra, matizando el acento con dulces entonaciones de su isla natal, y siempre rezumando saberes y sabores de ciencia amplísima y generosa sencillamente cordializada».

La mayoría de los trabajos de Blas Cabrera —sesenta y ocho artículos— aparecieron publicados entre 1903 y 1937 en los Anales de la Sociedad Española de Física y Química, publicación de la Sociedad Española de Física y Química, que el académico presidió. Sin embargo, como también señaló en su discurso Gerardo Diego, «la obra publicada de Blas Cabrera no recoge la totalidad de sus enseñanzas de cátedra ni de sus meditaciones y apenas deja adivinar la trascendencia de una vida consagrada al estudio de los más hondos problemas del nuevo humanismo de nuestro siglo» (Una estrofa de Lope, p. 10).

Tanto Blas Carrera como su antecesor, Ramón y Cajal, destacados científicos, fueron elegidos por la Academia como fruto de su preocupación por la evolución y los cambios del lenguaje traídos por las nuevas técnicas. Sin embargo, Ramón y Cajal no llegó ni siquiera a leer su discurso de ingreso y Blas Cabrera apenas tuvo presencia en la RAE; murió nueve años después de su ingreso. Pese a todo, la Academia persistió en su empeño y son hoy muchos los científicos que han ocupado u ocupan un sillón en ella.

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