Elena Quiroga de Abarca

Elena Quiroga (1921-1995). © Real Academia Española.

letra a

Elección

13 de Enero de 1983

Toma de Posesión

8 de Abril de 1984

Fallecimiento

3 de Octubre de 1995

Cargo

Primer vocal adjunto

Elena Quiroga de Abarca

Académico de número

Santander, 26 de octubre de 1921-La Coruña, 3 de octubre de 1995

Tomó posesión el 8 de abril de 1984 con el discurso titulado Presencia y ausencia de Álvaro Cunqueiro. Le respondió, en nombre de la corporación, Rafael Lapesa.

Hija del conde gallego de San Martín de Quiroga, la escritora vivió entre Galicia, donde pasó gran parte de su infancia, y Santander, junto a su familia materna. Estudió en ciudades como Bilbao, Barcelona y Roma, hasta que en 1942 se estableció en La Coruña junto a su padre.

INFLUENCIA GALLEGA

«La honda influencia que ejerció en Elena Quiroga su vivencia del mundo rural gallego marcó de forma indeleble la temática de su quehacer novelístico —explica Rosa Isabel Galdona Pérez en el Diccionario biográfico español (DBE)—. Galicia y su idiosincrasia están presentas siempre en sus narraciones, de una manera tal que consigue plasmar aquella realidad tan familiar para ella con una agudeza y una maestría inusuales en su generación».

En 1949 apareció su primera novela, La soledad sonora, dos años más tarde publicó Viento del norte, obra por la que recibió el Premio Nadal y que Antonio Momplet llevó al cine. Más tarde le siguieron numerosas publicaciones, como La sangre, 1952; Trayecto uno, 1953; Algo pasa en la calle, 1954; La careta, 1955; La enferma, 1955; Plácida, la joven, 1956; La última corrida, 1958; Tristura, 1960 —por la que recibió el Premio Nacional de la Crítica—; Carta a Cadaqués, 1961; Envío a Faramello, 1963; Escribo tu nombre, 1965; Presente profundo, 1973, y Grandes soledades, 1983.

ESCRITORA INNOVADORA

«Su valía como escritora fue reconocida de forma unánime por la crítica literaria nacional e internacional, por representar en la década de 1950 una insólita apertura a las técnicas innovadoras europeas y norteamericanas que no se generalizaría en la novelística española hasta una década después», señala Galdona Pérez.

Elena Quiroga «es una escritora que destaca por sus preocupaciones técnicas, y más concretamente por su tratamiento novelístico del tiempo, inspirado en fuentes filosóficas explicitadas con gran claridad», ha escrito Darío Villanueva. A juicio del entonces director de la RAE, era «extraordinariamente original en el panorama de las letras españolas y, sobre todo, dotada de una independencia que, realmente, me deslumbró, porque todos recordamos que, en nuestras letras, en los años 50, en los años 60, en los años 70, había agrupaciones de estilo, de tendencia […], y las novelas se parecían unas a otras como una gota de agua. Cuando surgía una voz independiente, que fluía de manantiales absolutamente propios y genuinos, el resultado era deslumbrante para los lectores».

Domingo Ynduráin, sucesor de Elena Quiroga en la RAE, en su discurso de ingreso a la Academia destacó «los rasgos dominantes que caracterizan el arte novelístico de Elena Quiroga: la continuidad de las esencias o cualidades naturales por encima de los esfuerzos por alternarlos; la melancolía por lo que habría podido ser y no fue, que se hace más intensa cuando los personajes llegan al convencimiento de que tales ilusiones en ningún caso se hubieran realizado».

SILLA a

La escritora fue la segunda mujer que entró a la Real Academia Española, a propuesta de Rafael Lapesa, Carmen Conde y Gonzalo Torrente Ballester. Rafael Lapesa, en su ingreso, señaló sobre Elena Quiroga: «Entra en esta casa, no por ser mujer, ni porque es hermosa, linajuda y distinguida, sino solo por el valor de su obra literaria; y en ella se manifiesta el don de sabiduría como conocimiento del alma humana, sagaz observación de lo significativo, rechazo de la desmesura y dominio del arte de novelar».

«Elena Quiroga llega a la Academia —continuó Rafael Lapesa— con el precioso bagaje de una producción novelesca extensa y de muy subido valor. Con un arte muy consciente de sí mismo. Con una generosidad humana vertida con preferencia sobre los humildes. Con un dominio del idioma que garantiza su eficacia como colaboradora en los trabajos de la Academia».

Murió en La Coruña el 3 de octubre de 1995.

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