Sintaxis

14. El artículo (I). Clases de artículos. Usos del artículo determinado

14.5 Anáfora directa y anáfora asociativa

14.5a En la sección precedente se analizaron ciertos grupos nominales definidos en primera mención. Los usos más frecuentes del artículo determinado son, sin embargo, los anafóricos, en los que la denotación del grupo nominal definido que encabezan se identifica por su vinculación con un elemento previo del discurso. Este puede designar la misma persona o cosa (anáfora directa), pero también algún elemento vinculado que permita establecer una relación asociativa de carácter léxico o pragmático entre ambos. De este modo, el elemento que funciona como asociado determina un dominio en el que el grupo nominal definido cumple el requisito de unicidad. En efecto, el que ha informado a su interlocutor con la expresión Hoy he recibido una carta podrá hacer en el discurso subsiguiente sucesivas menciones del objeto recibido. Esas menciones podrán realizarse a través de grupos nominales definidos que contengan el mismo sustantivo (la carta), quizás con algún modificador (la carta a la que me refiero, la carta de marras, la susodicha carta, la carta esa), pero también mediante otros sustantivos que sean sinónimos, hipónimos o hiperónimos de carta: el mensaje, la misiva, el documento, etc. (§ 14.6e, f). En los ejemplos que aparecen a continuación, se marcan con subrayado discontinuo los grupos nominales que constituyen la primera mención del grupo definido, y con subrayado continuo las siguientes. Todos ellos ilustran, pues, lo que se ha llamado anáfora directa:

Quiere comprarse un escritorio para guardar sus memorias, una casa para guardar el escritorio y un jardín para guardar la casa (Paso, F., Palinuro); En cierto villorio rodeado de tupidos bosques vive un niño, el más hermoso que la mente humana pueda imaginar: no precisan las agencias qué edad tiene, pero sí dicen que el niño de marras peina cabellos rubios que darían envidia al mismísimo sol (Goytisolo, J., Reivindicación); La verdad es que dicho facsímil se guardaba en un cofre especial, tan pesado que en los viajes se requerían dos personas vigorosas para su transporte, y que el mencionado cofre permanecía debajo del bufete en el que despachaba el secretario de la Cámara (Mujica Lainez, Escarabajo); Comienza el tema así con un arranque muy a lo flamenco con guitarra española y que, al irse evaporando la susodicha arrancada, se oye una vocecilla que grita “jelé ahí” (Rojo, Hotel); Yo empecé a soñar con un tipo que atravesaba un campo de huesos y el tipo en cuestión no tenía rostro (Bolaño, Detectives); —Había un milagro que no acabé de entender. Hablaba de dos peregrinos pecadores, de su castigo […] ¿Usted recuerda el milagro que le digo? (Merino, Orilla).

Entre el grupo nominal definido y su asociado se da en todos estos casos una relación de correferencia, ya que ambos designan el mismo ser.

14.5b Por oposición a la anáfora directa, con la llamada asociativa es posible referirse a una determinada entidad a partir del vínculo que mantiene con la que se ha introducido a través de un marco de referencia que hablante y oyente comparten. En el ejemplo del apartado anterior Hoy he recibido una carta, la referencia a la carta recibida permite aludir a otras entidades relacionadas con ella que cumplan la condición de unicidad en el correspondiente dominio discursivo, lo que hace posible que formen grupos nominales definidos en su primera aparición: el remitente, el contenido, el sello, el sobre, la caligrafía con que está redactada o el cartero que la entregó, como en En el buzón había una carta perfumada. El remite se leía con claridad: Florence Clément. Pauline rasgó el sobre y leyó las líneas que llenaban la tarjeta (Puértolas, Burdeos). Algunos autores extienden a estos casos el concepto de correferencia, concretamente a las situaciones en las que cabe suplir una relación partitiva: el remite (de la carta), el sobre (de la carta), etc. Aun así, nótese que el elemento que constituye la parte a la que se hace referencia (sobre, remite, etc.) aparece como definido sin que haya sido presentado en el discurso previo. Esta interpretación está relacionada con el llamado uso endofórico del artículo, que se estudiará en los § 14.6b y ss.

14.5c Muchos gramáticos actuales usan el término punto de anclado o de anclaje, o simplemente ancla, de un grupo nominal definido, para referirse al elemento asociado no correferente con el que se legitima la aparición de ese grupo en su primera mención discursiva. Así pues, el ancla que permite interpretar el grupo nominal definido el remite, en el ejemplo destacado en el apartado anterior, es una carta perfumada. Repárese en que no podría decirse que una carta perfumada sea el antecedente de el remite, puesto que estos elementos no poseen la misma referencia. Así pues, la anáfora asociativa es solo indirectamente una relación de tipo referencial. Como se ha visto, se obtiene muy a menudo de ámbitos en los que el artículo determinado se antepone al nombre de una parte, un fragmento o un componente, de la entidad que constituye el ancla. Es, pues, posible usar el artículo definido en expresiones como el tejado, si se ha hablado antes de una casa. Se muestran a continuación algunos ejemplos de esta pauta. Se subrayan con trazo continuo los grupos nominales definidos que se interpretan por su relación de anáfora asociativa. La expresión nominal que ejerce la función de ancla se marca con trazo discontinuo:

Encontré una casa de marineros / la puerta abierta, la mesa puesta después de la contraseña y los abrazos (Díaz, Neruda); Más allá de los tiestos, extendido en el suelo a lo largo de la pared del patio, había un cuerpo humano. Me acerqué a él sin titubeos, en la inercia de mi estupor. El pantalón de pana gruesa, la guerrera de corte lejanamente militar, me recordaron ropas ya conocidas (Merino, Orilla).

En los textos mencionados el grupo nominal que constituye el ancla es indefinido. Puede ser también definido, si su referencia se identifica a partir del discurso precedente, como en este texto:

El perro gruñía, y con el hocico hurgaba la tierra (Rey, Sebastián); El drama del árbol con las ramas que se rompen, con los frutos que caen […] (Gamboa, Páginas); Salió a buscarla por la casa. […] Recorrió los salones, deslizándose pegada a los muros, asustada y helada. Los muebles pesados, las gruesas cortinas drapeadas, los cuadros de las paredes, el papel tapiz con sus flores pintadas sobre tela oscura, las lámparas apagadas oscilando en los techos y las matas de helecho sobre sus columnas de loza, le parecieron amenazantes (Allende, Casa).

Repárese en que no solo se interpreta la referencia de los salones y los muros por relación a la casa, sino que en todos estos ejemplos la relación de anclado con este grupo nominal definido es equivalente a la que expresa un complemento del nombre. Así pues, podría decirse los salones de la casa, y también las ramas del árbol, etc. A esta relación «parte–todo» se le da habitualmente el nombre de meronimia.

14.5d Como se ha señalado, la relación de meronimia, característica de la anáfora asociativa, se ha de interpretar en sentido amplio para que dé cabida a los diversos componentes que intervienen en un proceso, a las fases que lo constituyen, así como a los elementos que participan en una acción o que están presentes en algo:

Para mí, el momento más excitante de una película no es cuando escribo el guion, ni el rodaje, ni la sala de montaje, sino cuando recibo las casetes de lo que será la banda sonora (Vanguardia [Esp.] 30/8/1985); En uno de sus viajes a Madrid, se encontró uno de sus libros en el Rastro con la dedicatoria puesta (Sánchez-Ostiz, Infierno).

Las asociaciones meronímicas se pueden cruzar. En el texto siguiente, la quilla y la popa hacen referencia a cierta embarcación, introducida al comienzo; a la vez, la arena y el agua aluden a cierta playa, igualmente introducida: La embarcación estaba allí, descansando en la playa, con la quilla enterrada en la arena y la popa en el agua, balanceándose como un culo de rumbera en el vaivén de las olas (Álvarez Gil, Naufragios).

14.5e Aun siendo de gran importancia, las relaciones meronímicas, o de «todo–parte», no son las únicas que intervienen en la interpretación del artículo determinado en las construcciones de anáfora asociativa. Otras veces, la conexión es más bien «entidad–propiedad». Es posible, en efecto, usar la expresión el olor si se ha hecho antes referencia a un guiso. También puede ser «acción–consecuencia», ya que es posible hablar de el castigo después de haber una acción punible. Como se ve, el vínculo que permite establecer la anáfora asociativa es de naturaleza pragmática, ya que las informaciones que deben tenerse en cuenta no se obtienen del análisis semántico del léxico. Como en los apartados precedentes, la anáfora asociativa se puede manifestar sintácticamente a través de un complemento determinativo tácito (el olor=‘el olor del guiso’), pero esta relación sintáctica no es sistemática.

14.5f En los estudios sobre la anáfora asociativa se ha señalado repetidamente que las variantes que puede presentar el vínculo semántico que le da sentido son tan amplias como las relaciones semánticas que expresa la construcción «sustantivo + de + sustantivo» (§ 12.10), característica de los complementos determinativos o adnominales. El concepto de pertenencia da cabida, en efecto, a muchas de sus variedades. Así, la expresión el autor que aparece en el texto siguiente:

Una vez acostado abrí un libro que don Pepe me había recomendado: El jardín medicinal de don Eustaquio Pantoja. El autor era un médico cuevanense de principios de siglo (Ibargüengoitia, Crímenes)

debe interpretarse como ‘el autor del libro que don Pepe me había recomendado’. Se obtiene la misma interpretación en Un aprendiz, a su lado, le hincó el codo en las costillas y le preguntó, lleno de admiración hacia Overton, qué le había parecido el discurso (Otero, L., Temporada), es decir, ‘el discurso de Overton’.

14.5g El proceso de identificación se produce igualmente si el segmento que permite esta relación de anclado es oracional:

De 1830 a 1850, las ciudades se percatan de que el ejército va entrando al servicio de rivalidades partidistas y no al de la nación. La consecuencia es que, poco a poco, la población misma comienza a ejercer presiones sobre el ejército, para hacérselo suyo en sus reivindicaciones (Giner, Teoría); Según los Viajeros Perdidos, recorrer el mundo es la única forma de alcanzar la cultura y aun la sabiduría. La afirmación no parece muy consistente (Dolina, Ángel); Tu abuelo le puso una casa y durante tres años comió en ella varios días de la semana […]. El resultado, con el tiempo, fue un embarazo (Aguilar Camín, Error).

Así, en el primer ejemplo se entiende ‘la consecuencia de que las ciudades se percaten…’; en el segundo se interpreta ‘la afirmación de que recorrer el mundo…’; y, en el tercero, ‘el resultado de ponerle una casa y…’.

14.5h Aunque los casos analizados en los apartados precedentes pudieran sugerir lo contrario, la reconstrucción del elemento asociado con el grupo nominal definido no se logra copiando o reproduciendo de modo automático la referencia de algún grupo nominal presentado en el discurso previo. Así, si se dice Se produjo un tremendo ruido. El susto fue monumental, no se habla exactamente de ‘el susto del ruido’, sino más bien de ‘el susto ocasionado por el ruido’, ya que la relación de «causa–efecto» es una de las que permite la anáfora asociativa. Es frecuente que el proceso de reconstrucción exija retomar la descripción de un evento que puede haberse presentado a través de informaciones que no constituyen necesariamente segmentos sintácticos. Así, en La presencia de su nieta en la casa dulcificó el carácter de Esteban Trueba. El cambio fue imperceptible, pero Clara lo notó (Allende, Casa), no se habla de ‘el cambio de la presencia de alguien’, sino más bien de ‘el cambio en el carácter de Esteban Trueba, dulcificado por la presencia de su nieta en la casa’. En este y en otros muchos casos, la conexión entre el grupo nominal definido y la expresión que permite anclarlo exige cierto grado de acomodación gramatical que la sintaxis puede proporcionar unas veces de forma directa, y otras, como se acaba de comprobar, solo indirecta. Repárese, de forma análoga, en que la expresión el choque en Me cogió de la cintura, me atrajo hacia él, bruscamente, y me hizo caer del sillón. El choque fue breve (Grandes, Edades) significa aproximadamente ‘el choque que se produjo al caer del sillón’, aunque en el texto no aparece el verbo producirse ni ninguna expresión equivalente.

14.5i Como se ha explicado, son numerosos los casos en los que el oyente o el lector se ven obligados a agregar informaciones ausentes para vincular de manera adecuada la expresión definida con la que permite precisar su referencia. Esas informaciones se obtienen a través de mecanismos pragmáticos que no pueden reducirse a los recursos sintácticos presentados. Muchas veces no se trata únicamente de hacer explícitas conexiones discursivas como parte–todo, causa–consecuencia, etc., sino de suponer un número mayor de vínculos que permitan conectar los segmentos que el texto presenta. Así, para interpretar el artículo la en la expresión la negativa familiar que aparece en el texto siguiente, y por tanto el carácter definido de todo el grupo sintáctico que encabeza, es preciso hacer explícito un trasfondo que no se manifiesta en ese texto, en concreto, la negativa a aceptar el cortejo del que se habla o a estar de acuerdo con él:

Paulina les hizo saber que la cortejaba Piro Estrella, mulato, militar y político, tres cosas que a los Sadhalá […] les daban escalofríos. La negativa familiar hizo que Piro Estrella se robara a mamá Paulina (Vargas Llosa, Fiesta).

Igualmente, para entender la expresión la separación en el siguiente texto:

—¡Los elijo a ellos y no quiero volver a ver más tu fea cara! —exclamó con rabia. La separación, a partir de entonces, fue total y la enemistad entre nosotros evidente (Hernández, R., Secreter),

es preciso suponer que el rechazo vehemente que muestra la exclamación citada en el texto conduce, de forma lógica o esperable, a una separación de la que no se ha hablado. Existen otros muchos casos similares.

14.5j La anáfora asociativa es solo uno de los procedimientos mediante los que es posible dar sentido a una expresión nominal definida que no se refiera a una persona o cosa presentada en el discurso previo. Se explicó en el § 14.4f que la interpretación de un dominio de definitud apropiado puede establecerse sin este recurso, como cuando se usa la expresión la pared en la oración Está enfermo; se pasa el día golpeándose contra la pared. Se vuelve sobre estos contextos en el § 15.8. Es importante tener presente que la anáfora, sea o no asociativa, es un proceso gramatical mediante el que los grupos nominales definidos adquieren cierto grado de cohesión discursiva, ya que la red de vínculos que los grupos definidos establecen con sus elementos asociados facilita la comprensión y la coherencia del mensaje. Las conexiones se logran unas veces a través de complementos determinativos tácitos —lo que permite que esas conexiones se establezcan como casos particulares de las relaciones de correferencia, como se ha explicado—, pero otras muchas se manifiestan a través de vínculos semánticos o discursivos más generales que los que la correferencia permite estrictamente.

14.5k Los mecanismos de anáfora asociativa facilitan el progreso argumentativo sin que sea necesario reiterar la mención de una entidad cada vez que se introduce un nuevo elemento que mantiene alguna relación léxica o pragmática con ella. Como se ha explicado, el caso prototípico de anáfora asociativa es el que se establece entre un elemento y las partes de que se compone. Si estamos hablando de un automóvil, podemos referirnos a sus componentes con grupos nominales definidos, siempre que se cumpla el requisito de unicidad respecto del dominio que aquel delimita: el volante, los frenos, las puertas, el motor, las ruedas, etc. se interpretan así como partes de una misma cosa. Aunque la unicidad en un determinado dominio es condición necesaria para convertir en identificable un grupo nominal, se han señalado algunas excepciones a este principio general. En oraciones como Levantó la mano para pedir la palabra; Se dio un golpe en el brazo; Lo operaron del riñón o El furgón lleva abollado el parachoques, el grupo nominal definido que aparece subrayado no cumple tal requisito, puesto que no designa un objeto único en el dominio correspondiente. En todos los casos anteriores es posible añadir complementos especificativos de modo que se recupere la unicidad del grupo nominal: la mano derecha, el brazo que llevaba en cabestrillo, el riñón enfermo, el parachoques delantero. Aun así, pueden aparecer con el artículo determinado en su primera mención discursiva sin designar entes únicos:

De repente, un automóvil se aproxima mucho a la acera, mete la rueda en un charco y salpica la silla, la mantita y hasta lanza unas sucias gotas sobre la mejilla del niño, que rompe a llorar (Sampedro, Sonrisa); El neumático del taxi chirrió contra el asfalto donde terminaban diez años de alegrías (Izaguirre, 1965); El mozo que le trajo el caballo enjaezado y le ofreció el estribo era desconocido para José Hilario (Britton, Siglo).

14.5l En algunos de los casos que se mencionaron en el apartado anterior, la variante indefinida del grupo nominal resulta poco natural o incluso disonante. No se suele decir Levantó una mano para pedir la palabra (salvo que se use una mano en un contexto contrastivo, por ejemplo por oposición a las dos manos, si así se ha establecido mediante alguna convención). Una característica común de todos estos ejemplos es el hecho de que aluden a elementos que mantienen con los seres de los que forman parte una relación de posesión inalienable (véanse más adelante los § 14.7f y 18.7), es decir, no enajenable, que en español se expresa habitualmente por medio del artículo determinado:

El viejo miró al niño, le guiñó el ojo y le dijo: —Aprende, chamaco (Fuentes, Cristóbal); Subir de nuevo, verla una vez más sentada en la cama, moviendo el cochecito de la niña con el pie (Ortiz, L., Luz); Un helicóptero sobrevuela la selva tropical, zumba como un cigarrón, se desplaza a ras de las copas, zigzaguea peligrosamente, verde pájaro con plomo en el ala (Quintero, E., Danza); Lo más importante para andar eficazmente en bicicleta es pisar el pedal correctamente (Lesur, Bicicletas); ¡Anda para arriba, y como bajes otra vez, te ato a la pata de la cama! (Alonso Santos, Estanquera); De la manga de su saco pendía un brazalete de duelo como una bandera arriada (Ribeyro, Geniecillos).

14.5m Aun así, la manifestación del fenómeno señalado depende de la clase de predicado y del tipo de parte, órgano o componente al que se haga referencia. Si no se ha hablado de una muela particular, en el español general se prefiere Me duele una muela a Me duele la muela, pero esta segunda forma resulta natural en algunos países (entre ellos el Perú). Tampoco se informaría a alguien de la avería de un automóvil mediante el enunciado Le falla la bujía, sino diciendo Le falla una bujía. En los textos siguientes se elige el artículo indeterminado, puesto que el determinado forzaría indebidamente la unicidad de los referentes:

Eunice se mordía una uña viendo fascinada el espectáculo (Obando, Paraíso); Cuando se disponía a iniciar los ensayos, descubrió que su monoplaza, el bueno, tenía un muelle de válvula roto y se vio obligado a coger el de reserva (País [Esp.] 1/10/1989); Me arrancó usted un botón de la camisa y eso sí que no se lo permito (González, E., Dios); En algún punto del camino, se había quebrado un eje, se había aflojado una tuerca y el engranaje que hacía marchar su alma chirriaba desde entonces (Canto, Ronda).

En general, los grupos nominales que resultan naturales construidos con artículo indeterminado singular en estas construcciones (una muela) son aquellos cuyo plural con artículo determinado (las muelas) admite la interpretación de un solo componente de alguna entidad mayor. Cabe, por tanto, usar expresiones como Me duelen las muelas o Le fallan las bujías aun cuando no sean todas las muelas del que habla las que duelen ni todas las bujías las que fallan. Por el contrario, si se dice Levantó las manos o Lo operaron de los riñones, la interpretación más natural, aunque no la única, es aquella en la que la acción afecta a las dos manos y a los dos riñones.

14.5n El grupo nominal definido forma parte a veces de un modismo en estas construcciones, más exactamente de una locución verbal que se interpreta como predicado complejo. En estos sustantivos el artículo determinado o el indeterminado se eligen forzosamente sin alternancia entre sí: echar una mano a alguien (darle una mano en algunos países) ‘ayudarlo’; dar a alguien la mano ‘saludarlo de esa forma’; abrir la mano o aflojar la mano ‘moderar el rigor’; con escasas excepciones, como levantarle a alguien {una ~ la} mano ‘golpearlo o amenazar con hacerlo’. Ha de tenerse en cuenta, además, que los sustantivos que se usan en estas expresiones tienen casi siempre valor figurado.

14.5ñ Otros grupos verbales no constituyen locuciones, pero sí designan acciones estereotipadas que se realizan con frecuencia, por lo que se asimilan indirectamente a los predicados complejos: tomar el autobús o el ómnibus, pasear por la playa, ir al médico, leer el periódico o el diario, meterse en la cama, salir a la calle, mirar por la ventana. Aunque en casi todos estos casos se admitiría el artículo indeterminado, con algún cambio de interpretación (tomar un autobús, mirar por una ventana), el grupo nominal definido se integra en el predicado para expresar cierta actividad agrupable con otras en un mismo paradigma discursivo: meterse en la cama se asocia, pues, con levantarse, vestirse, etc. Nótese, además, que el uso del artículo indeterminado en estas construcciones se vincula con un valor particular: la elección de un en leer un diario sugiere, en efecto, un diario distinto del que se lee habitualmente.

14.5o El grupo nominal definido que apareció en las expresiones del apartado anterior (pasear por la playa, etc.) deja de identificar un ejemplar concreto de la especie designada: el tren o el autobús se refieren a medios de transporte; el cine o el periódico, a medios de comunicación social; la calle, a cualquier situación al aire libre, por oposición a la casa, etc. Nótese, además, que varios de estos grupos nominales denotan entidades que se caracterizan por ser comunes, públicas o compartidas. Ello favorece la elección del artículo el/la, que las presenta como consabidas. Aun así, la presencia de los verbos que se mencionan parece esencial en la mayor parte de estos casos: leer, en leer el periódico, alterna (en la interpretación a la que se hace referencia) con comprar o con hojear, pero no con resumir o con doblar, lo que da a entender que no es solo la presencia de grupos nominales genéricos (o asociados a ellos) la que explica este uso del artículo definido, sino también la de grupos verbales que designan ciertas acciones habituales que se identifican mediante asociaciones de naturaleza pragmática.

14.5p La elección del artículo constituye un poderoso recurso de articulación textual que tiene notables consecuencias para la lengua literaria. En efecto, el lenguaje literario hace uso de la anáfora asociativa en mayor medida que la lengua común, ya que es tarea del escritor graduar la información que suministra, invitar al lector a realizar las inferencias que desee inducir o sugerir, y obtener de todo ello el mejor rendimiento artístico posible. El texto siguiente da comienzo a un relato. No existe, pues, un discurso previo en el que se haya presentado cierta torre o determinada iglesia: Ha comenzado a llover. Unas palomas buscan refugio en la torre de la iglesia; huele a establo y a leña (ABC Cultural 13/12/1991). Cabría pensar que existe una relación de anáfora asociativa entre unas palomas y la torre de la iglesia, pero —en caso de existir— esta relación no sería meronímica, y tampoco expresaría causalidad ni ninguna de las relaciones que se mencionaron en los apartados precedentes. Repárese en que la variante, igualmente posible, … en una torre de una iglesia no exige al lector el proceso de identificación que este texto le demanda. Tampoco le exige que imagine cierto dominio discursivo (un pueblo con sus elementos constitutivos) en el que inscribir tales grupos nominales definidos. En cambio, esta hipotética variante —que requiere menos esfuerzo por parte del lector— reduce considerablemente el valor literario del texto. Existen otros muchos casos similares.

14.5q La proliferación de grupos nominales indefinidos en los textos puede ser síntoma de que se desea evitar la trabazón que induce el artículo determinado. En las obras literarias suelen utilizarse las enumeraciones formadas por los grupos nominales indefinidos para señalar elementos que no inciden en el desarrollo de la trama, o bien para describir escenas carentes de dinamismo, como sucede en el texto siguiente, que describe la composición de una fotografía:

Segunda fotografía grande de la derecha: entre un naranjo y una palmera aclimatada hay un aljibe con reja de línea simple, sentado en el aljibe un niño de tres años descalzo y vestido con solo un pantalón blanco toma leche de un frasco con chupete agitando las piernas, a su lado una mujer con ropa blanca larga sostiene en brazos a una niña de meses desnuda que juega con las numerosas vueltas del collar de la mujer (Puig, Boquitas).

14.5r A esos mismos rasgos obedece el que los grupos nominales indefinidos sean característicos de las acotaciones de las obras teatrales, ya que aportan información presentativa. Se forman así oraciones unimembres o bimembres construidas sin verbo en forma personal en las que se describen los elementos que componen algún escenario:

Mobiliario estoico. Una cama, un pequeño armario, un baúl, mesa camilla, una estantería con libros y papeles. Despertador. Ventilador. Transistor. Teléfono. En algún lugar, un infernillo. Una mesa de trabajo con un flexo. Un par de sillones y unas sillas de pino. Al fondo, una ventana que da a la calle. En la pared un calendario, un Cristo románico que supongo será de imitación, una especie de icono africano y dos colmillos de elefante de los que penden perchas con camisas puestas a secar (Cabal, Vade).

14.5s En algunos de estos grupos nominales se admitiría con naturalidad como modificador pospuesto el indefinido cualquiera, de cuyas propiedades específicas se habla en el § 20.4. En otros, se percibe cierta proximidad entre artículos y numerales. Sobre esta relación, véase el § 15.3. En las narraciones son menos frecuentes tales series, que suelen quedar limitadas a la descripción de escenas y personajes:

Una estancia abovedada, altos muros cubiertos con tapices de la vida de la Virgen. Un lecho en el que lo severo se matiza de opulencia gracias a las telas orientales, y en el que yace —oscuro, grueso, hediondo— un enfermo (Pedraza, P., Pasión); Un poblado más: Arenillas de Villadiego. Un río, huertas, corrales de ganado, una carretera a Burgos, unas lomas a los lados de la carretera… Pasaron sin detenerse (Salvador, T., Cuerda).

14.5t Frente a los ejemplos anteriores, la siguiente descripción opta por el uso de grupos nominales definidos para transmitir la idea de que el escenario resulta familiar para el narrador:

La casa estaba tibia aún de una presencia muy reciente que demoraba en el desorden de la cama rodeada de colillas de papel de maíz. “Espera”, dijo ella, yéndose a cambiar la sábana y manotear las almohadas. (Los canarios, dormidos en la jaula: olor a plumas, alpiste y migajones. El perro, que asoma el hocico, soñoliento, acostumbrado a no ladrar. La mancha de humedad en la pared, que tenía algo de mapa borroso. Las vigas en rojo oscuro, arriba, remedando las imitaciones de caoba de los salones pueblerinos. El cubo de agua dejado en el patio, cuando llovía, para lavarse el pelo mañana. Y la presencia del jabón rosado, el ácido fénico) (Carpentier, Acoso).

Información adicional

En relación con este capítulo, la siguiente entrada del Glosario de términos gramaticales podría ser de su interés:
anáfora

 

Nueva gramática de la lengua española
Real Academia Española © Todos los derechos reservados

cerrar

Buscador general de la RAE