Sintaxis

42 La modalidad. Los actos de habla. Construcciones imperativas, interrogativas y exclamativas

42.1 Introducción. Interpretaciones de la modalidad

42.1a Suele llamarse modalidad a la manifestación lingüística de la actitud del hablante en relación con el contenido de los mensajes. El concepto de ‘modalidad’ entronca con el tradicional animus loquendi; uno y otro concepto expresan la idea de que las informaciones lingüísticas se interpretan en múltiples casos como acciones verbales que se atribuyen al que las emite, y también como expresiones de sus puntos de vista o de sus reacciones afectivas hacia los contenidos del mensaje.

42.1b Se distingue tradicionalmente entre el dictum de un enunciado, en el sentido del contenido proposicional que le corresponde, y el modus, es decir, la información que representa el punto de vista del hablante en relación con ese contenido. En la oración ¿Está lloviendo? corresponde al dictum la descripción de un estado de cosas (‘está lloviendo’) y al modus el hecho de que el hablante presente esta información como una pregunta, es decir, como un enunciado que se dirige a otros con el propósito de obtener una respuesta. Más moderna, pero solo equivalente en parte, es la distinción que se establece entre el enunciado y la enunciación, oposición que los gramáticos han interpretado de diversas formas. Así, el término enunciación suele designar el acto verbal que el hablante lleva a cabo con sus palabras y que representa, en consecuencia, la acción verbal que corresponde a la emisión. El enunciado constituye la estructura lingüística con la que se realiza ese acto verbal. Algunos autores usan el término enunciado de forma más específica, concretamente para designar el contenido proposicional que corresponde a esa estructura gramatical (por tanto, en el sentido del dictum clásico).

42.1c Tal como se explicó en el § 1.3g, el término enunciado se usa aquí como unidad comunicativa mínima. Hace referencia, por tanto, a una expresión proferida que puede o no necesitar del discurso previo para ser interpretada adecuadamente. Así, las interjecciones (capítulo 32) no constituyen propiamente oraciones, ya que no se reconoce en ellas un sujeto y un predicado, pero sí constituyen enunciados, en el sentido que se acaba de exponer. Los enunciados Es tarde, ¿Es tarde? y ¡Es tarde! comparten el mismo dictum o contenido proposicional, pero se diferencian en su modalidad (enunciativa o aseverativa, interrogativa y exclamativa, respectivamente). No existe, sin embargo, en la actualidad una teoría de la modalidad aceptada de manera unánime por todos los autores. Los términos y los conceptos que se han aplicado a esta parte de la gramática en los estudios clásicos y en los modernos han recibido definiciones variables, cuyos límites no siempre se deslindan con precisión en la bibliografía. Aun así, existe acuerdo general sobre la importancia de los fenómenos que este ámbito de la gramática abarca, así como sobre su relación estrecha con otros aspectos de la sintaxis más profundamente estudiados.

42.1d Se consideran habitualmente modalidades enunciativas o modalidades de la enunciación las que corresponden a las estructuras interrogativas, exclamativas e imperativas. A ellas se añade, como modalidad por defecto o no marcada, la enunciativa o aseverativa. Todas estas estructuras admiten variantes afirmativas y negativas, por lo que la negación no constituye, en sentido estricto, un tipo de modalidad. Las construcciones exhortativas y desiderativas presentan en español algunos rasgos sintácticos distintivos, analizados en los § 42.4e y ss., que parecen suficientes para garantizarles un lugar entre las modalidades. No obstante, los límites entre esas construcciones y las que corresponden a las oraciones imperativas son imprecisos, como se verá en el § 42.4. Las estructuras mencionadas se diferencian entre sí a través de la entonación, el orden de las palabras, el modo verbal y otros recursos codificados en el sistema gramatical que se estudiarán a lo largo del capítulo. Frente a lo que sugieren los términos interrogativo, aseverativo, imperativo, etc., ninguna de las modalidades oracionales se usa con un único propósito (es decir, preguntar, aseverar, ordenar, etc.). Por el contrario, cada una de ellas permite realizar muy diversos actos verbales, en el sentido de ‘acciones que se llevan a cabo usando las palabras’, como se explicará en este mismo capítulo.

42.1e La modalidad aseverativa suele ser considerada la modalidad por defecto. La expresión Está lloviendo representa el contenido que corresponde a una afirmación hecha por el hablante, por lo que puede decirse que esas palabras expresan el punto de vista (veraz o no) de alguien sobre alguna situación. La modalidad aseverativa no es incompatible con la negación, como se explica en el § 42.2d. En general, toda aserción representa el punto de vista del que la emite y, por consiguiente, las estructuras enunciativas o aseverativas —afirmativas o negativas— pueden considerarse paralelas a las interrogativas, a las exclamativas o a las imperativas, en el sentido de que también en estas se obtiene información acerca de la actitud del hablante con respecto al enunciado que profiere. Se ha señalado a menudo que este factor es esencial en la interpretación de un buen número de adverbios y de oraciones subordinadas. Así, como se hace notar en el § 30.11, los adverbios lamentablemente, felizmente o desgraciadamente, usados en posición incidental (preoracional o no) y separados por una pausa, no expresan exactamente la idea de que los hechos que se describen son lamentables, felices o desgraciados para alguien, sino más bien que el que habla los tiene por tales. De forma análoga, el que usa una oración exclamativa o una interjección que exprese sorpresa no querrá significar que el estado de cosas al que alude es sorprendente para alguna persona, ya que, por el hecho mismo de emplear esas expresiones, el hablante asume tales valoraciones como propias.

42.1f La vinculación del mensaje con el hablante es un rasgo esencial de las modalidades que se pone de manifiesto de otras muchas formas. Repárese en que la expresión ¡Tenga usted un buen día! no constituye solo la manifestación de un deseo, sino la manifestación de un deseo del emisor, aun cuando ninguna marca gramatical muestre en ella la presencia del que la emite. Se ha observado en repetidas ocasiones que resultaría anómalo añadir a una oración simple como La abuela está sentada en la cama una apostilla del tipo pero yo no lo creo. La contradicción que supondría ese añadido es resultado de que la oración propuesta corresponde a la modalidad aseverativa. Como consecuencia de ello, su contenido será asumido como parte del sistema de creencias que el hablante da por bueno en un momento determinado, de modo que la apostilla que se agrega contradiría tal suposición. El mismo razonamiento se extiende a otras muchas construcciones que ponen de manifiesto de forma muy diversa que las expresiones lingüísticas no formulan informaciones independientes de las actitudes que los hablantes adoptan hacia ellas.

42.1g La modalidad enunciativa o aseverativa permite establecer en la actualidad distinciones sintácticas en varios tipos de subordinadas adverbiales. Así, algunas de estas oraciones pueden aportar informaciones que completan el contenido de las principales, pero la información que proporcionan otras afecta únicamente a un predicado tácito que atribuye la aseveración al que habla. Así, el que dice El jefe ha venido, porque esta es su cartera no establece una vinculación causal entre la oración principal y la subordinada (ciertamente, la presencia del jefe en el lugar del que se habla no es la consecuencia de que la cartera que se menciona le pertenezca). El vínculo causal sigue existiendo, pero se establece entre lo que la subordinada manifiesta y el hecho de que el hablante afirme, deduzca o entienda que el contenido de la oración principal (El jefe ha venido) es cierto. Se dedican a estas oraciones los § 46.5a y ss. Como allí se explica, algunos autores interpretan tales construcciones como casos de elipsis (aproximadamente [Yo digo que…] porque…). También las oraciones finales, las condicionales y las concesivas admiten una división similar, como se explica en los § 46.5g y ss. y 47.4. El criterio que da lugar a esta división tiene particular interés desde el punto de vista de la modalidad, ya que permite explicar ciertas relaciones de incidencia sintáctica en función de los actos verbales que realiza el que emite esas expresiones.

42.1h Las modalidades de la enunciación, introducidas en los apartados precedentes, están vinculadas con los actos verbales que los hablantes realizan. Existe otro tipo de modalidades, llamadas a veces modalidades proposicionales o modalidades del enunciado, que subordinan el contenido de la oración a informaciones predicativas que se refieren al grado de seguridad con el que se presentan dichos contenidos. Repárese en que los elementos que se subrayan en Posiblemente, ha llovido; Es posible que haya llovido, y Puede haber llovido se analizan tradicionalmente en partes diferentes de las gramáticas: el primero, en el capítulo del adverbio; el segundo, en el del adjetivo y en el de las subordinadas sustantivas; el tercero, en el de las perífrasis verbales. El concepto de modalidad permite relacionar esos tres elementos como manifestaciones sintácticas diferentes de una misma noción semántica, ya que en las tres oraciones propuestas se predica de un estado de cosas o de un evento la propiedad de ser plausible a juicio del que habla. En la semántica y en la lógica modal se reconocen diversas modalidades proposicionales, como la epistémica o del conocimiento; la deóntica o de la obligación; la alética o de la necesidad y la probabilidad de los sucesos; la bulomaica o volitiva, etc., que se establecen en función de la naturaleza de estos contenidos. El estudio de dichas modalidades queda fuera de los objetivos de esta obra. No obstante, en la descripción que se hizo de las perífrasis verbales (capítulo 28) se explicó que los verbos auxiliares encierran estas mismas nociones, a menudo de modo intrincado.

42.1i Se suele distinguir (unas veces de manera expresa y otras solo de forma implícita) entre un sentido amplio o laxo de modalidad y un sentido restrictivo o estricto. En el sentido amplio, que no se adoptará aquí, forma parte de la modalidad cualquier manifestación lingüística, directa o indirecta, que revele la presencia del hablante en el mensaje que se transmite. Son muchas, en efecto, las estructuras que contienen señales —expresas o encubiertas— de la presencia del que habla. El sentido amplio de modalidad cubre todos esos indicios. Considérese, por ejemplo, la deixis. Como se explica en el § 17.2m, los demostrativos se dividen en tres clases en función del grado de proximidad que la noción designada mantenga con el hablante. Ciertamente, el que dice El cartero ha traído hoy esta carta no está representado en la oración que ha proferido, pero, si se recuerda que este expresa la cercanía de alguna persona o cosa con el que habla, el significado del demostrativo pondrá de manifiesto su presencia indirecta en ese enunciado. La deixis constituye una de las manifestaciones indirectas de la modalidad, tomada en sentido amplio.

42.1j Algunos de los adverbios que no se consideran modales en sentido estricto son abarcados, sin embargo, por el sentido amplio del concepto de modalidad. Considérese la oración El niño no ha llegado todavía. Como en los casos anteriores, tampoco existe aparentemente una marca que ponga de manifiesto en ella la presencia del que la emite. La oración no es interrogativa, exclamativa ni imperativa, y no se dirige a nadie en particular, sino que describe un estado de cosas presente que parece objetivo. Sin embargo, la contribución semántica que a ella hace el adverbio todavía se relaciona con el concepto de ‘expectación’. Este adverbio (§ 30.8f y ss.) añade al significado de la oración El niño no ha llegado una inferencia de expectación, contraria en principio al estado descrito (aproximadamente, ‘Sería de esperar que el niño hubiera llegado ya’). La expectación de la que se habla no es una noción impersonal, sino que se atribuye, de nuevo, al hablante, no al sujeto de la oración (el niño) ni al posible destinatario de esas palabras. El que habla está, desde este punto de vista, representado de manera tácita en la oración que ha emitido, puesto que existe un contenido proposicional que se le atribuye necesariamente. Esta es la razón de que el sentido amplio de modalidad (elegido por algunos autores) dé cabida a algunos de los llamados adverbios aspectuales, como todavía.

42.1k El sentido amplio de modalidad tiene también consecuencias para la interpretación de ciertos verbos que se asocian con informaciones presupuestas. Si alguien dice El jefe sabe que estos datos están alterados, estará suponiendo que él mismo considera alterados esos datos. Así pues, el hablante da por cierta esa alteración, lo que no ocurriría si el verbo elegido fuera creer en lugar de saber. El verbo saber se considera por ello un verbo factivo, es decir, un verbo que atribuye al que habla la presuposición de que la información contenida en la oración subordinada es verdadera (recuérdese el § 25.3r). Esta información no se ve afectada por la negación, ya que la variante negativa de la oración propuesta (El jefe no sabe que estos datos están alterados) conduce a la misma presuposición (‘Los datos están alterados’). Tal deducción no se obtiene, por el contrario, con los verbos no factivos: El jefe no cree que estos datos estén alterados25.7a y ss.). Así pues, la inferencia que se deduce de la oración El jefe no sabe que estos datos están alterados (es decir, ‘Los datos están alterados’) corresponde al hablante, no al sujeto de la oración. El sentido amplio de modalidad se pone de manifiesto en otras muchas expresiones. Las implicaciones a las que dan lugar no son, en rigor, deducciones que se siguen lógicamente del significado de las palabras, sino, como antes, inferencias que lleva a cabo el que habla y que no puede desligar de su propio discurso. Nótese que, si alguien construye la expresión Beatriz solo trabaja cuarenta horas semanales, estará dando a entender que —en su opinión, no en la de otros— esa cantidad es escasa o insuficiente. Tal deducción se debe a la presencia del adverbio solo y se extiende a otros adverbios escalares que se analizan en los § 40.8b y ss.

42.1l La interpretación amplia de la noción de modalidad se aplica también al contenido de algunos morfemas flexivos. El modo verbal constituye una de las manifestaciones de la modalidad. Aun así, en un buen número de casos está determinado por propiedades sintácticas de las piezas léxicas, sobre todo cuando se elige o se selecciona forzosamente como la única opción, según se explicó en el capítulo 25. El rasgo de incertidumbre o de probabilidad que diferencia la expresión lo que Ana te diga de lo que Ana te dice no ha de atribuirse a Ana, ni tampoco al individuo designado por el pronombre te, sino, como antes, al que habla. También son modales (en el sentido amplio de modalidad, no en el estricto) las marcas gramaticales del énfasis. Si se resalta con prominencia acentual o tonal el segmento subrayado en Aquí hay que poner la alfombra, se estará contraponiendo ese segmento a otra expresión nominal que designará alguna otra cosa —seguramente algún objeto físico—, pero dicha contraposición no será una operación abstracta o impersonal, sino que la establecerá el hablante, en lugar de algún otro participante en el acto comunicativo. El concepto de ‘foco contrastivo’ se explica en los § 40.4b y ss.

42.1m Aunque las consideraciones que se esbozaron en los apartados anteriores se tienen por correctas en lo fundamental, se ha señalado en repetidas ocasiones que esta interpretación laxa del concepto de modalidad permite que una oración contenga varias manifestaciones modales o modalizadoras de valor diferente, siempre y cuando las inferencias que invitan a hacer acerca de la actitud del hablante no sean contradictorias. En efecto, es posible que las oraciones contengan adverbios escalares, marcas de énfasis, morfemas de subjuntivo, verbos modales o verbos factivos de forma simultánea, sin que la lengua considere necesariamente incompatibles esas informaciones en todos los casos. En la interpretación estricta de la modalidad, en cambio, no es esperable esa compatibilidad en la misma medida.

42.1n Se habla a veces de choques de modalidad para designar los casos en los que varios elementos modalizadores resultan incompatibles porque compiten como marcas gramaticales de la modalidad. Así, los adverbios de duda son incompatibles con los imperativos: *Siéntese tal vez (con las escasas excepciones que se mencionan en los § 30.11i y ss.); el adverbio ojalá es incompatible con la interrogación: *¿Ojalá se haya muerto?, salvo en la interpretación metalingüística en la que se repiten palabras recién pronunciadas; el adverbio probablemente se rechaza en las oraciones interrogativas y en las exclamativas, exceptuando, de nuevo, los usos en que se repiten o se citan palabras proferidas en el discurso previo (“¿Probablemente me darán plaza en otro vuelo?” ¡No me haga reír!). Como la llamada interrogación de eco42.11j y ss.) tiene naturaleza metalingüística, puede usarse para dar entonación interrogativa a un acto verbal en el que no se solicita información (“¿Póngase en aquella fila?” ¿Qué me quiere usted decir?). En general, mediante el discurso directo43.9) se pueden reproducir enunciados imperativos, exclamativos o de cualquier otro tipo. Este recurso los inmoviliza sintácticamente, lo que anula o deja en suspenso la modalidad que les corresponde:

“—¡Qué gentes trataba mi hermano!” —decía poniendo los ojos en blanco (Clarín, Regenta); —¡Qué fascinante! ¡Qué maravilla! —repetía (Donoso, Casa); —¿Qué?, ¿no oyen niños? —dice mi abuela levantándose despacio de su silla—. Apúrense, que los van a dejar (Urroz, Plegarias).

Información adicional

En relación con este capítulo, las siguientes entradas del Glosario de términos gramaticales podrían ser de su interés:
modalidad, oración (de modalidad) declarativa, oración (de modalidad) exclamativa

 

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