antipalúdico

Se documenta por primera vez, con la acepción 'que combate o previene el paludismo', en 1867, en la Traducción de Las neuralgias, sus formas y su tratamiento, por C. Van Lair, efectuada por F. Borrel, en un pasaje que corresponde al original francés "propriétés antipaludeuses"; poco después, en 1868, se atestigua en el Tratado completo teórico-práctico del vómito o fiebre amarilla de A. Pons Codinach. En 1917 se consigna en el Diccionario de Alemany Bolufer y, en el ecuador de esta centuria, se incluye por vez primera en un repertorio lexicográfico académico; en concreto, en el Suplemento al DRAE de 1947. Este adjetivo se registra con frecuencia en todos los países hispanohablantes, tanto en textos especializados en materia médica como en artículos de divulgación y notas de prensa que relatan el contagio de malaria o paludismo, así como los avances llevados a cabo para hallar una cura contra esta enfermedad. 

Se documenta por primera vez, con la acepción 'medicamento que combate el paludismo', en 1875, en el Manual de terapéutica general de A. Arruti, en el que se especifica que la quina (o quinina) es uno de los principales antipalúdicos. En efecto, un buen número de los primeros fármacos elaborados, desde finales del siglo XIX, para tratar el paludismo se componen de este alcaloide. Así, varios de los testimonios atestiguados son anuncios de distintas marcas de tratamientos antipalúdicos (a saber, Esanofele, Lariam, Pirexol, Kirnasol, etc.)  publicados en la prensa española decimonónica. El uso de esta voz, con la variante antipalúdico (y, ocasionalmente, con guion, anti-palúdico) es generalizado en todo el ámbito hispanohablante y prolifera entre las publicaciones periódicas.