sarda

Diccionario histórico del español de Canarias

sarda

 

sarda. (Cfr. el port. sarda, nombre de dos peces acantopterigios). f. Nombre genérico con que se designa a diversas especies de tiburones como el «boquidulce» (Heptranchias cinereus), la «cañabota» (Hexanchus griseus), el «jaquetón» (Carcharodon carcharias), el «marrajo» (Isurus oxyrhynchus), el «pez toro» (Eugomphodus taurus) y la «tintorera» (Prionace glauca).

                1799-1812 (1982) Viera y Clavijo Diccionario (pp.397-398): Sarda (Squalus carcharias, Lin.). Especie de tiburón, o marrajo, que los franceses llaman «requin», y los ingleses «shark», de donde puede venir el nombre de sarda que le damos en nuestras islas, pues en castellano sólo se da a una especie de caballa pequeña. Nuestra sarda, pues, es el más terrible pescado de cuero, del género de los perros marinos, o escualos, y de la clase de los cartilaginosos. [...] La sarda es una de las bestias más temibles del mar, por su insaciable voracidad, osadía y apetito a la carne humana, habiendo algunas tan voluminosas que se tragan un hombre entero, por lo que hay autores que la han reputado por el pez que se tragó al profeta Jonás.

                c1887 (1991) Castañeyra Memoria (p.65): Pesca. [...] sarda [...].

                1907 (1988) Guerra Al «jallo» (p.148): ¡Las sardas! ¿Muchas? preguntó Pino. Sí; ¡cuántas! Míralas... Riñen. Acercóse Pino. Abajo, entre la negrura de las aguas que sombreaba el cantil, las sardas, aquellos peces monstruosos, embestíanse a dentelladas. Abrían las fauces enormes persiguiéndose a ras de las ondas. Cuando en las acometidas se revolvían, brillaban repulsivamente blancos sus vientres y negreaban los lomos con erizadas espinas. 1907 Guerra Mar afuera (p.32): Él, fuerte con la mano en el remo, bravo muchacho en la mar a brazo partido con las sardas delante de Cata temblaba encogido y con miedo. 1908 (1989) Guerra El justicia del llano (pp.147-148): Su cuerpo, impelido por las aguas pluviales, habría ido a internarse en el mar para festín de las sardas, enormes, hambrientas y numerosas en aquel rincón de la playa. 1908 (1978) Guerra La Lapa (p.119): A más comenzaba el festín de las sardas. Se las veía revolverse bajo el agua y asomar a ras de onda sus negros lomos o sus blancos vientres de una blancura escalofriante. Ibídem (p.129): Los desgarros en los ojos del náufrago bien podían ser de los dientes de una sarda o del corvo pico de un cuervo. Sí, hay daño. Laváronle con agua, extraída del barrillo con la cañuela. Inútil todo. 23-viii-1956 Jable (Diario de Las Palmas, p.5): Un tiburón joven, de la especie llamada sarda. Parecía medir unos tres metros de morro a cola. 25-viii-1957 Jable (Falange, p.13): El domingo 18 del corriente mes y a la una de la tarde fué localizado un pez cuya longitud era aproximadamente de dos metros, y cuyo nombre fue un enigma, hasta que en la mañana del martes, al regresar la flotilla pesquera de su labor cotidiana, pudieron avistarlo y comprobaron que se trataba de una «sarda», variedad de escualo notable por su ferocidad y cuyo peso en el ejemplar que nos ocupa, no es inferior a los doscientos kilos. 1957 (2001) Navarro Correa Habla Valle Gran Rey (p.111): sarda.- Tiburón muy voraz y de carne poco estimada.

¨El drae-01 remite a «caballa», que nada tiene que ver con la sarda canaria. En Andalucía, según el dmem (p.228), también el jaquetón recibe el nombre de sarda. En cualquier caso, siempre es un pez de los escualos el que en las islas se designa como sarda (vid. lmp 4, 644 «Boquidulce», 645 «Cañabota», 650 «Tintorera» y 652 «Marrajo», y Acosta Tejera, pp.395-397).

2. listo, -a como una ~ o más listo, -a que una ~. loc. para ponderar la agudeza intelectual de una persona.

                13-iv-1943 Álamo Máscara (p.3): Listas como sardas que darán, por desparpajo, doncellonas. 1949 Álamo Alegres Reyes (p.335): No fué el propio día, sino al siguiente, cuando se presentó Don Antonio al Tribunal. El Inquisidor Decano, Alarilla, más listo que una sarda como acá decimos, había visto implícita la negativa en la vaga respuesta dada al Secretario. Pero aun le quedaba más que tragar en su degüello; la cosa, al hablar el Contador en su segunda visita, se hizo casi intolerable.

¨No hay más ejemplos que estos dos, del mismo autor, y el tlec muestra que no se ha recogido la locución en los diccionarios tradicionales canarios.

 

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ISBN 978-84-88366-95-5 (o.c.)978-84-88366-93-1 (v.1) 978-84-88366-94-8 (v.2)

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