ballestería

Se documenta por primera vez como ‘oficio de ballestero (| soldado armado con una ballesta)', en las Cortes celebradas en Palencia (1312) y se registra con cierta frecuencia hasta finales del siglo XVI, puesto que los ejemplos posteriores se localizan esencialmente en narraciones de ambientación histórica. Con la acepción de 'conjunto de ballesteros’ se registra por vez primera en el Poema de Alfonso XI (a1348) y, posteriormente, en la Crónica del rey don Pedro (c1400) de P. López de Ayala. No obstante, la ambigüedad de ciertos testimonios no permite determinar si deben encuadrarse en esta acepción o en la de 'conjunto de ballestas'; por este motivo, la asignación se ha realizado en función del contexto: así, si el vocablo se coordina con otros que se refieren a armas o pertrechos, el ejemplo se asocia a la acepción ‘conjunto de ballestas', atestiguada en la Crónica del rey don Pedro y del rey don Enrique de P. López de Ayala (c1400). Los testimonios de estas dos acepciones desaparecen casi por completo en el siglo XVII, y a partir de entonces solo se registran ejemplos esporádicos en obras de tema histórico. Como ‘arte de la caza mayor’ se documenta ya en el Comento del libro de las crónicas o de los tiempos de Eusebio de El Tostado (1401), aunque vive su época de mayor vigor en el siglo XVII, en el Arte de Ballestería y Montería (1644) de A. Martínez de Espinar. Con la acepción de ‘oficio de ballestero (| persona que fabrica ballestas)', muy rara, se atestigua en 1570, en el Recibimiento que hizo la muy noble y muy leal ciudad de Sevilla al rey don Felipe de J. Mal Lara. Finalmente, esta voz se emplea a partir del siglo XVIII para referirse a una ‘división de la casa real creada por Carlos III encargada de fabricar, almacenar y cuidad el armamento de caza de la familia real’, como muestra ya en 1791 la Traducción del Arte del bayle de G. Sanz.

Vid. también ballestería (DH 1933-1936).