Diccionario histórico de la lengua española

Et que descenda sobresta piedra la uertud de la figura de un omne leuantado en pie & uestido de loriga. & un yelmo en la cabeça. & tenieniendo en la mano siniestra una ballesta & en la diestra una saeta.

[...] et yo iré siguiendo al caçador tanto que sea çerca dél, ca fío por Dios que, si te él viere, que dexará la ballesta et la red et el galápago, et irá a ti por te tomar.

[...] e sabed que en el comienço del mundo, ante que los omnes trabajasen de caualgar, andauan con ballestas e con arcos matando las bestias brauas del monte [...].

E desy * fue saliendo Paris con muy grand caualleria, ca el guiaua todos los de Persia, e los de Torquia * por el se guiauan otrosy; estos leuauan sus arcos e sus ballestas, segund que han costunbre, e trayan cada vnos * dellos sendas porras colgadas de los arzones de las sillas e dos espadas çintas.

Salgan los fuertes de Ethiopia. & los de Libia con escudos. & los de Libia tomen ballestas & echen saetas.

[...] & diz que fallaron esta maestria de los cabellos los Romanos por o se acorrieron de auer cumplimjento de ballestas & de arcos de que se ayudassen contra sos enemigos.

Librado esto en aquella cibdad. leuantosse luego dalli alexandre con su hueste. & uino dende a una ysla que yazie en la mar. non aluen de la ribera de la tierra. & fallo y una buena cibdad. & el rey della auie nombre abira. & non quiso recebir a Alexandre. & alexandre cercol la cibdad & començol a guerrear. & los de dentro; tenien buenas ballestas & muchas saetas a marauilla & todas enpoçonadas.

El cauallero que en la hueste non leuare lança & espada non tome mas de media rraçion; & el peon que non leuare lança & dardo * que non tome nada; el ballestero peon que leuare arco o ballesta con dos cuerdas & çient saetas, tome media rraçion por ella & por otra non tome nada; el vallestero de cauallo que sopiere aquella arte, que leuare arco o uallesta con dos cuerdas & dozientas saetas, tome por ella rraçion entrega & por otra non tome nada [...].

El saetero cauallero por esta manera qui arco o balesta leuare con dos cuerdas et dozientas saetas, prenda por ella media raçion [...].

E los moros tenian tantos vallesteros que tirauan tantas saetas que ome del lugar non podia descubrir la mano ni otra cosa qualquiera que luego non fuese ferido; e los del lugar tenian muy pocas vallestas e muy pocas saetas ca lo avian todo gastado el dia de antes.

Otrosy, si acaesçiere que las anades, desque sson golpadas e aguadas e se encierran asy en el agua, que con el gran miedo del falcon non quieren salir, e ha falcones asy raviosos caninos que quando las veen asy vençidas e rendidas en el agua, que se posan en la ribera cerca dellas, e quando las veen, lançanse en el agua por andarlas tomar, e llaman los caçadores a esto pescar; e esto escusalo con el remedio que sse pudiere poner, e non ha otro cobro sinon lo mas ayna que pudieres, o con vara o arixaca o ballesta, que cobres el anade, pues anda muerta, e cavalga e corre la ribera por que tu falcon se alçe.

E algunos omes de armas de pie de los del real fueron a ver el castillo de Montecorto, e començaron a escaramuçar con ellos, en tanto vino la noche e despartió el escaramuça; e fueron feridos bien diez omes de los cristianos en la escaramuça, de ballestas.

E por ende les tiravan de los navíos que los moros tenían en la mar; e así fueron feridos de vallestas e truenos.

Ensienplo en la vira de la vallesta, que la cuerda la mouio e fasta la nuez la lleuo despues; ¿quien la lleuo sesenta o mas passos sy el ayre non fuesse?

Inposibile es que en tan grande sympleza Saul e Jonathan e toda la otra gente de Israel fuesen, que syn armas fuesen a ninguna batalla; mas es la entençion vna de dos: o que tanta fiuza en Dios tenian que librados por ella ymaginauan ser, o que tenian otras armas asy como arcos, vallestas, fondas, adaragas, escudos e engaños e sus semejantes [...].

Dizia Achab, rey de Israel, a Josaphat, rey de Juda, que por quanto la propia entençion de la batalla era por causa del Achab que demandaua del rey de Siria a Ramoth Galaad, que a el conuenia encobrarse e diuision en sus ropas fazer mas que a Josaphat; e aqui paresçe la preuidençia diuina que contra la voluntad de Dios non valen cabtelas, que veemos que vn vallestero simple mente, non teniendo la su vallesta armada para dar nin lançar a el, açerto la saeta en el, e matolo.

E non alto Señor, quando en agustia se veyan, tornauanse a demandar ayuda de los sus ydolos e de los reyes comarcanos, e non se tornauan al alto Señor Dios; fechos son como arco de arteria, que el mal arco o vallesta el señor apunta a vna parte, e ella enbia la vira a otra parte [...].

Quasy diga, que Dios armaria las ballestas por Juda para contra los de Greçia como Israhel ouiesen la victoria [...].

Hera muy buen puntero, ansí de ballesta como de arco: muy çertero.

E levantóse Pero Niño de la cama, aunque aquella ora estava con calentura; vestido un camisón, armó la ballesta a çinto.

E ovo allí buen despojo de muchas ballestas, e armas, e otras cosas muchas de forniçión de galeas de guerra; e ovieron dos pendones en la galea grande, muy grandes, de oro e seda, los mejores que en el mundo podían ser.

[...] e armavan al capitán muy rezias ballestas, e fazía tiros muy señalados, en que fería honbres e cavallos.

E los cristianos estuvieron muy firmes, que ansí les convenía; e mataron dellos de aquella vez, e ferían muchos dellos con las ballestas toda vía, tanto que los fizieron arredrar de sí.

E ansí yendo fasta allí, apartóse dellos, e fuese solo al palenque, contra la torre que llaman de Villaviçiosa; e pasó la cava a muy grand peligro e con grand travajo, que lançavan de la villa grandes ballestas.

E allende desto, diole el rey muchas armas, e buenas e muy rezias ballestas; e mandóle dar monedas de oro e de plata, para que gastase en reynos estraños.

El rey mandó dar a Pero Niño las cosas muy largamente, segund que lo solía fazer: armas, e ballestas, e muchas coronas.

Ellos tenían lo alto, e los castellanos lo baxo; e las frechas heran tantas, e venían tan espesas, que los ballesteros non se osavan abaxar a armar las ballestas, ca avía ya muchos feridos de las frechas.

E como la tierra hera fragosa, anduvo Pero Niño bien adelante. Llegó a la villa de Cetina muy grande ora antes que ningunos de los otros; e la villa defendíase bien de ballestas, e piedras, e otras armas.

El uno le llevaba el arco con las saetas; otros la ballesta de monte, otros los mantos de camino.

Fué muy grand montero, e trabajaba mucho en ello, e tanto lo cursaba quando otros fechos lo dexaban, que sabía en ello más que otro honbre; avía grand plaçer en fallar a qué vallestear, e en el juego de la vallesta maravilla era fallar quien le ganase.

E después que conosçieron que los del Maestre no tenían vallesteros, lançaban los targones de sí, e cargábanse de piedras, e tiraban a los de la yglesia; e los ballesteros de la villa algunas bezes llegaban a fazer los tiros tan çerca de los de la yglesia, que arremetían a ellos e les cortaban las cuerdas de las vallestas.

[...] venían a Salamanca, donde su merced estaua, con seiscientos honbres de armas, los quales traya el rrey don Juan de Navarra e el ynfante don Enrrique; e carretas cargadas de armas, paveses e escudos e vallestas.

Así que en la costilla ser flexible y apta para hacer ballesta y armadijo, podemos entender los males de Eva y de las otras mujeres que la siguen, y podemos entender los bienes de la Virgen y de las otras tantas hembras; y las malas son ballesta de Cupido, que es dios de amor, y tiran saetas de fortibles ojadas y de blandas palabras para herir los corazones de los varones y arrendarlos

Tomaron allí ocho naos e más: muchas gentes que estaban allí por rehenes d'España, los quales fueron muy bien tratados, e otrosí muchos aparejos de guerra, fondas, fustas e engeños CXX e, de otras menores, XL e, de otras más menores, CCLXXXI vallestas, truenos XXVI menores, LXII de otros que dizen escochones e muchas otras armas e LXXIV vanderas [...].

E quedaron escondidos XXII omes d'ellos so una peña, en la mar metidos, porque no los vio ninguno e se fueron de noche; e dexaron muchas armaduras de vallestas e de sojas e de paveses e varretas e así guareçieron a sus estançias.

E como los vio Sancho de la Sierra, su padre, reçelándose que lo alcançarían, fue en pos d'ellos e alcançólos; e desonrándolos de palabra e tirándoles armas, que ya eran recreçidos muchos abaxo de la casa de Sant Martín a la llana del puerto, ca el fijo era pasado a Poveña, e tornando sobre sí, no lo podiendo escusar, diole Sancho de Sovabardún, el hermano menor, con una saeta por las verijas con una vallesta pequeña e morió a cavo de tres días.

[...] quatrotanto ay tartugos que han grandes escudos que ballesta ni otra arma no les puede falsar; fazen sus abitaçiones en cuebas e choças cobiertas de tierra mesquinamente.

Esta manera de combatir duró entre ellos por espacio de nueve días; e con los tiros de pólvora, e de ballestas e arcos, morían muchos de la una parte e de la otra.

Las gentes que allí morauan no se vestían ropas de lana, saluo pellejos de animales, ni tenían fierro; & defendíanse con piedras & con varas de árboles, que aguçauan con piedras agudas, las quales varas, por el grand uso que tenían de tirar, salían de sus braços tan recias como de ballestas & de arcos, & pasauan vna adarga.

[...] e algunos fueron muertos e feridos, porque en la estrechura de las calles do peleauan, pocos tiros avía de espingardas o de ballestas que no fiçiesen sangre en la vna parte o en la otra.

E los moros, luego que vieron a los cristianos, fizieron rostro; e como les tiraron los primeros tiros de las muchas ballestas & espingardas que trayan, e vieron que los cristianos los sufrían & arremetían contra ellos, boluieron las espaldas & se pusieron en huyda.

Para lo qual se dividieron en quadrillas, cada vna de çien onbres con vn capitán, los vnos para rondar, otros diputaron para que saliesen a pelear, otros mandaron que estouiesen sobresalientes para socorrer a los que peleasen; y todas estas gentes proueyeron de armas y de muchas espingardas y ballestas, e otros tiros de póluora.

En esta pelea murieron algunos moros e cristianos; pero los cristianos, sufriendo tiros de espingardas e de ballestas, fueron tanto adelante peleando, que pudieron ganar el arrabal.

De cómo el Cid apremiaua a los de Valencia & de cómo les vino nueua que los alárabes se eran bueltos; & de cómo los de los castillos se venieron al Cid & pusieron con el de le dar su tributo, & le dieron gente & vallestas para combatir a Valencia.

En el tiempo que Roma estava muy corregida, dos oficios fueron muy aceptos a los romanos, es a saber: los gladiatores, que eran como hombres que torneavan y muchos dellos con las armas se matavan; y la causa de inventar este juego fue para que los mancebos y los hombres no expertos en la guerra viessen allí espadas sacadas, lanças agudas, desarmar ballestas, darse de cuchilladas [...].

[...] y de aquí se les siguió a los baleares ser tenidos por muy valerosos hombres, assí en las fuerças para luchar como en las hondas para tirar; porque assí jugavan a tirar a blanco con la honda como juegan agora con la ballesta.

Los indios que más huyeron se metieron por unas ciénagas; los españoles tomaron dos de ellos; los demás fueron a salir a un crecido río donde tenían sus canoas, y como los que escapan de ballesta así ellos se fueron alegres por no haber sido presos por los españoles [...].

Los indios de aquellos ríos tenían por pesar estar los españoles en su tierra; juntáronse muchas veces para tratar de los matar; no osaban a lo público dar en ellos porque los temían y habían miedo a las ballestas y espadas [...].

Otras veces salía con su ballesta y mataba de los que llamamos guadaquinajes, que son mayores que liebres y de tan buena carne; y dicen que hubo día que él solo con su ballesta, mató diez de éstas.

De manera que estuvieron con gran paciencia, entendía en no parar por buscar de comer para sus compañeros: y tal fue su diligencia, que con la ballesta y canoa bastó a lo hacer sin mostrar sentimiento del agua ni de nunca enjugarse ni dejar de oír el continuo ruido de los mosquitos.

Los peones se mostraron con rodelas y espadas, o ballestas, y sayos cortos colchados recios, provechosos para la guerra de acá; los caballos, con sus lanzas y morriones y otras armas hechas de algodón.

Requiriéronlos muchas veces con la paz; no bastó: fue causa que los nuestros moviesen contra ellos, yendo delante con las ballestas Antonio de la Serna, Juan de Rojas, Antonio de San Pedro, Juan Sánchez [...].

[...] y después de haber muerto y herido a muchos de ellos con las ballestas y espadas, los demás huyeron, dejando a los nuestros bien cansados y con no más daño que una herida que dieron a uno en el brazo [...].

[...] por reverencia de Dios tuviesen de ellos misericordia para no darles guerra ni que las ballestas lanzasen jaras, con la velocidad que ellos sabían, en sus cuerpos, porque querían paz, y así la demandaban en nombre de todos.

[...] tiravan una piedra con la mano tan cierta como una saeta con la ballesta; escaramuçan de noche por engañar los enemigos [...].

Los nuestros movieron a passo contado y, en siendo con ellos, despertaron las ballestas, arrancaron las espadas y a estocadas mataron muchos; y como no hallavan hierro, sino carne, davan la cuchilladaza que los hendían por medio, quanto más cortarles piernas y braços.

Murieron dellos en este recuentro casi seicientos, y de los nuestros siete; ubo muchos heridos de arcabuces y vallestas.

—Llévale luego de ahí: por hurtar el dinero, no me hurten alguna ballesta.

[...] y luego, hechos sus escuadrones, nos cercan por todas partes, y nos dan tal rociada de flechas y varas, y piedras con sus hondas, que hirieron sobre ochenta de nuestros soldados, y se juntaron con nosotros pie con pie, unos con lanzas, y otros flechando, y otros con espadas de navajas, de arte, que nos traían a mal andar, puesto que les dábamos buena prisa de estocadas y cuchilladas, y las escopetas y ballestas que no paraban, unas armando y otras tirando [...].

Llegados a la Habana acordamos que saliesen en tierra veinte soldados de los que teníamos más sanos de las heridas: yo fui con ellos y también el piloto Antón de Alaminos, y sacamos las vasijas que había, y azadones, y nuestras ballestas y escopetas [...].

[...] y el Diego Velázquez puso ballestas y escopetas, y cierto rescate, y otras menudencias, y más los navíos.

Y desque los vimos de aquel arte, estábamos para tirarles con los tiros y con las escopetas y ballestas [...].

[...] y llevaron a Cortés a aposentar entre los vecinos, porque había en aquella villa poblados muy buenos hidalgos; y luego mandó Cortés poner su estandarte delante de su posada y dar pregones, como se había hecho en la villa de Santiago, y mandó buscar todas las ballestas y escopetas que había, y comprar otras cosas necesarias y aun bastimentos [...].

[...] e como Cortés así vio la cosa, mandó que nos detuviésemos un poco y que no soltásemos tiros ni escopetas ni ballestas [...].

[...] e nosotros con los tiros y escopetas, e ballestas e grandes estocadas nos perdíamos punto de buen pelear [...].

[...] y queríamos les tirar con las escopetas y ballestas, y Cortés dijo que no se hiciese tal, que se fuesen con Dios a dar mandado a su capitán [...].

[...] y más nos dieron doscientos tamemes para llevar el artillería; que para nosotros los pobres soldados no habíamos menester ninguno, porque en aquel tiempo no teníamos que llevar, porque nuestras armas, así lanzas como escopetas y ballestas y rodelas, y todo otro género dellas, con ellas dormíamos y caminábamos, y calzados nuestros alpargates, que era nuestro calzado, y como he dicho siempre, muy apercibidos para pelear [...].

[...] asimismo mandó a dos ballesteros, maestros de aderezar ballestas, que se decían Juan Benítez y Pedro de Guzmán "el ballestero", que mirasen que todas las ballestas tuviesen a dos y a tres nueces e otras tantas cuerdas, y que siempre tuviesen cepillo e ingijuela, y tirasen a terrero [...].

[...] y en este instante llegamos con nuestra artillería, escopetas y ballestas, y poco a poco comenzaron a volver las espaldas, puesto que se detuvieron buen rato peleando con buen concierto [...].

[...] pues los de a caballo, escopetas, ballestas, espadas, rodelas y lanzas, todos a una peleábamos como valientes soldados por salvar nuestras vidas y hacer lo que éramos obligados [...].

Y demás desto, desde la batalla pasada temían los caballos y tiros y espadas y ballestas y nuestro buen pelear; y sobre todo, la gran misericordia de Dios, que nos daba esfuerzo para nos sustentar.

Otra falta teníamos, y grande, que era ropa para nos abrigar; que venía un viento tan frío de la sierra nevada, que nos hacía tiritar (aunque mostrábamos buen ánimo siempre), porque las lanzas y escopetas y ballestas mal nos cobijaban.

[...] porque, como sintieron su gran ruido que traían, a mata caballo vinieron nuestros corredores del campo y las espías a dar el arma, y como estábamos tan acostumbrados a dormir calzados y las armas vestidas y los caballos ensillados y enfrenados, y todo género de armas muy a punto, les resistimos con las escopetas y ballestas y a estocadas [...].

[...] con dos tiros y un poco de pólvora, y tres ballestas y dos escopetas, y cuarenta soldados y sobre dos mil indios totonaques, fue adonde estaban las guarniciones de los mexicanos, que andaban ya robando un pueblo de nuestros amigos los totonaques, y en el campo se encontraron al cuarto del alba [...].

[...] y venía en él por capitán un hidalgo natural de Medina del Campo, que se decía Rodrigo Morejón de Lobera, y traía consigo ocho soldados y seis ballestas y mucho hilo para cuerdas, e una yegua [...].

[...] y gracias a Dios, ya nos íbamos fortaleciendo con soldados y ballestas y dos o tres caballos más.

[...] y con las ballestas y escopetas les hacían mucho mal, por manera que tuvo Sandoval lugar de pasar aquella fuerza e albarradas con los caballos [...].

[...] y con mucho concierto caminamos con una capitanía de escopetas y ballestas delante, y con nuestros amigos cortando y apartando árboles para poder pasar los caballos, hasta que subimos la sierra [...].

[...] mas los de a caballo rompieron por ellos, y con las ballestas y escopetas y todos nuestros amigos los tlascaltecas, que se metían en ellos como perros rabiosos, de presto dejaron el campo y se metieron en su pueblo [...].

[...] y para ponerlo en efecto hablaron muy secretamente a un cerrajero que hacía ballestas, que se decía Guzmán, hombre soez, que decía gracias y chocarrerías [...].

Mas luego les hicimos huir, como conocieron el buen cortar de nuestras espadas, y de las ballestas y escopetas el daño que les hacían; por manera que quedaron muertos quince dellos.

[...] mas, cansada la hermosísima gitana celeste de emplear su favor en estudiantes (gente ingrata, gente que en ser voltaria compite con la misma rueda de la fortuna), extendió su mano diestra con rostro favorable para ampararme y defenderme, pareciéndole que si para un Eneas bastó una inclemente borrasca, para Justina bastaba una carretada de enemigos, y que bastaba haberme armado la mamona sin disparar la ballestilla.

— ¿Se acabó ya el cuento? —preguntó Marinilla desde la puerta; — porque voy a entrar por mi ballesta

Pidió entonces Jeromín a la viuda que le trajese su ballesta [...].

Salió Aben-Humeya a la puerta a medio vestir, con una ballesta en la mano y detrás la morisca viuda [...].

[...] mas como comprendiese a primera vista aquella mala hembra lo que pasaba, abrazose a él como poseída de miedo; pero, en realidad de verdad, para impedirle el juego de los brazos y el uso de la ballesta y dar lugar a que le prendieran.

Cansado de corretear, echose Jeromín al pie de un peral, con su ballestilla al lado; pasaba por delante una calle de aquellos mismos frutales, que arrancaba por un lado del claustro bajo, e iba a parar por el otro en un gran albercón donde se criaban truchas.

El color deliraba en la anchura de la plaza, con los soldados de Borgoña, de terciopelo azul, amarillo y blanco; los servidores cardenalicios, de morado y negro; las sobrecubiertas y sayos de brocado, con bordados escudos; los rasos, los damascos, el oro y la plata, los penachos, las gualdrapas, los estandartes en los que tremolaba el águila de Carlos y la roja cruz de la Liga; las ballestas, las lanzas emperifolladas de flores, los pífanos, los tambores y sus cintas [...].

A medida que transcurría el tiempo, se los vio afanarse con espadas, ballestas y puñales [...].